Material de Lectura

La desaparición de Hollywood

 

El proceso cinematográfico que culminaba con un film había sido reemplazado: la película era concebida mentalmente por el director, sin que intervinieran actores, escenarios, cáma­ras, sonidos, sólo con la ayuda de un pequeño aparato; y más adelante cobraba forma dentro de cada espectador, que la veía, escuchaba las voces y la música confortablemente sentado dentro de una sala oscura. Los argumentos eran inspecciona­dos con rigor por el Gobierno Magno. El equipo usado en el siglo XX fue confinado a museos. Hollywood pertenecía a un pasado remoto y distante y estaba transformado en un polvo­riento terreno, solitario, abandonado y con tan sólo el viento cruzando calles y penetrando edificios. Un hombre vestido de negro, como de otra época, cuidaba del sitio. En la entra­da, un letrero: For Sale. He ahí el panorama a grandes ras­gos, descrito en el momento en que llegan casi simultánea­mente dos hombres uniformados de manera distinta, de aspecto hosco y de seriedad abominable, como todas las se­riedades, rayana en lo ridículo. Llegan hasta el delgado ven­dedor que recargado en el letrero hace girar su bastón.

Comprador 1: Buenos Días, señor; me intereso por el terre­no y sus instalaciones.

Comprador 2: También yo lo quiero, aunque las instalacio­nes no me preocupan mayor cosa; serán demolidas para erigir nuevos edificios. Dígame usted el precio y las condiciones del contrato. Estoy autorizado a efectuar cualquier tipo de transac­ción siempre y cuando sea ventajosa.

Guardián: Muy bien, sólo que, como es natural, únicamente puede haber un comprador; si me explican sus razones para querer Hollywood, tal vez pueda decidir quién lo obtiene. Ha­blen. Los escucho.

Comprador 1
: Represento a la Organización Policiaca Mun­dial que desea utilizar este espacio como campo de concentración para las personas ajenas al sistema, que lo quieren transformar o que simplemente no están de acuerdo con él. También para la gente de color o mestiza que se resista a tolerar una situación existente, real y definitiva. No se trata de hacer un campo de ex­terminio como aquellos que antiguamente creó el nazismo. Eso pertenece al pasado y utilicé el nombre por carecer de uno ade­cuado y porque en efecto deseamos concentrar a los desadapta­dos y regenerarlos, para que vivan en nuestro sistema, mediante métodos científicos. Es gente enferma que leyó demasiado y eso la puso irrazonable y confundida. Los antiguos sets podrían ser manipulados para reconstruir viejas épocas y explicarle cuál ha sido nuestra revolución y cómo llegamos a ser el imperio más vasto sobre el orbe después de triunfar en la guerra termonuclear.

Comprador 2
: Razones plausibles, colega. Lo felicito. (Di­rigiéndose al hombrecito que ahora se acomoda nerviosamente el bombín negro.) Señor, nuestra idea es bastante más simple, pero de gran ayuda en la conservación del imperio. Represento al Departamento de Estado y Seguridad Militar, quien desea el terreno para hacer otra base de proyectiles teledirigidos, cohe­tes tierra-tierra, tierra-mar, tierra-espacio, espacio-tierra, espa­cio-espacio y todas las formas imaginables con que contamos para defendernos de una posible agresión del espacio extraterrestre o de algún enemigo oculto en el propio planeta. Estas instalaciones estratégicas estarían bajo la superficie y en la parte superior entrenaríamos a los jóvenes conscriptos. El número de ellos nos obliga a buscar más terreno.

Guardián
: Sus motivos son débiles para comprar lo que an­taño sirvió de entretenimiento, el lugar mágico donde el cine creció y se hizo adulto convirtiéndose en arte o en suma de artes y de habilidades y talentos, donde surgió una nueva ex­presión estética para que los hombres se comprendieran mejor. Aquí fue reconstruida la historia y anticipado el futuro y cada una de las miles de personas que pasaron por Hollywood pusie­ron lo mejor de ellas buscando satisfacer a un público cada vez más exigente. Hollywood es la mitología de todo un siglo, sus estrellas aún son veneradas en pequeñas cinematecas clandes­tinas. No, no puedo venderlo con semejantes ofertas como estí­mulo. Tal vez si le hallaran otra función más adecuada a lo que fue y significó...

Comprador 1
: (Interrumpiendo violentamente.) Si mis ra­zonamientos no lo convencen, lo hará la policía y le pondrá donde debe estar usted: con los inadaptados.

Comprador 2
: Pues mañana tendrá una orden judicial para que venda el terreno.



Los hombres parten molestos y dejan al guardián de nuevo con sus recuerdos. Camina despacio sobre las calles descui­dadas de Hollywood. No tiene alternativa: con facilidad lo obligarán a desprenderse de los estudios abandonados. Sigue caminando, entra en los edificios junto con el viento vesper­tino que a esa hora hace su diario recorrido dejando una capa más de polvo sobre los objetos y los muebles, abre los arma­rios que contienen los vestuarios usados para caracterizar miles de personajes: unos ficticios, otros históricos, pero ambos grupos vivos en los momentos de cada proyección; recorre escenarios arrumbados y sets que se caen con nada más tocarlos y al fin decide que el último momento de Hollywood ha llegado. En vano esperó el resurgimiento. Sin prisas coloca potentes explosivos en derredor del terreno; ahora únicamente le falta apretar el botón y morir junto con lo que alguna buena vez fue el centro cinematográfico del mundo. Lo aprieta y antes de sentir que su cuerpo se desintegra, puede oír la explosión, inmensa, atronadora, como si fuera una llamada de atención para el juicio final.

Al día siguiente, llegan los compradores acompañados por policías, con órdenes de arresto, se abren paso entre los cu­riosos y hallan un enorme cráter en lo que fue Hollywood, parte de un paisaje lunar, extraño y triste. Maldicen al hom­brecillo que vigiló el sitio y rompen los documentos judicia­les; los papeles impulsados por el viento caen dentro del vasto hueco que ha dejado la explosión y un pedazo queda en el borde durante segundos, allí está el nombre del guardián: Charles Chaplin; después se hunde en las profundidades os­curas.