Material de Lectura

Nota introductoria
 


Casi todos conocemos a Kipling por sus cuentos de la selva. Quién no participó en algún juego relacionado con el tema en el jardín de niños, o hizo la promesa de lobato con los boy scouts, iniciándose de esta manera en las enseñanzas del reino de la selva. Pero si alguien no vivió estas experiencias, seguramente sí se enteró de la existencia de estos libros por las películas que se han filmado al respecto, desde la clásica versión de Zoltan Korda hasta las diferentes adaptaciones sobre Mowgli y sus amigos por los estudios Walt Disney.

Sin embargo, son pocos los que conocen al Kipling de los cuentos para adultos. Algunos escritores lo han sacado a colación en diferentes épocas. Orwell, por ejemplo, a pesar de considerarlo un imperialista radical, reconoce que uno siempre recuerda los detalles en los cuentos de Kipling. En el prólogo del Informe de Brodie, Borges menciona que, siendo un hombre maduro, pretendía escribir una serie de cuentos de primera intención como lo había hecho Kipling en su temprana juventud. Quiroga, por su parte, lo admiró e imitó fielmente, y hasta escribió sus propios Cuentos de la selva. Somerset Maugham lo considera el descubridor del cuento exótico, en el que se narran las aventuras del hombre blanco en un país extraño.

Kipling era un escritor de muchos dones. Fue periodista, poeta y narrador de cuentos y novelas, además de escribir libros de notas de viajes y rutas para exploradores, entre muchos otros textos. Luego de cruzar los Estados Unidos en tren, desde San Francisco hasta Nueva York, entrevistó a Mark Twain en su casa victoriana de Connecticut. Posteriormente se propuso escribir una novela como Tom Sawyer, que tanto le había gustado en su niñez: el resultado fue Kim. En contraste con la primera, que transcurre en la ribera del Mississippi, las aventuras de Kim se desarrollan en la India.

Algunas de las primeras narraciones de Kipling fueron cuentos fantásticos: “La extraña cabalgata de Morrobie Jukes” y “La litera fantástica”. En el siglo pasado, los ingleses de la ocupación estaban asombrados con las leyendas indias de otros mundos y las historias de aparecidos. Kipling siempre tuvo facilidad para escribir sobre estos temas cargados de realismo maravilloso, así como cuentos realistas. En “La puerta de los cien pesares”, uno de sus cuentos más célebres, describe brevemente un viaje de opio, con tan sólo algunas pinceladas. El cuento se da por el testimonio del fumador del “humo negro” y su narración del ambiente del garito y, sobre todo, por lo que el lector pueda imaginar que ocurre durante el viaje.

A partir de 1886, siendo todavía un adolescente, Kipling se dedicó a describir su entorno en la India y a plasmarlo en forma de historias, las que saldrían publicadas bajo el título de Simples cuentos de las colinas, en la Gaceta Civil y Militar de Lahore. De esa época datan estas tres pequeñas gemas incrustadas en oro: “La historia de Muhammad Din”, “Lispeth” y “Más allá de los límites”. Las tres historias abordan las relaciones anglo-indias. En la primera, un niño, el hijo de un sirviente indio, termina por ganarse la simpatía del narrador inglés. La segunda versa sobre la relación amorosa entre una joven india de las montañas de Simia y un hombre inglés. La tercera muestra la relación de un joven británico con una viuda musulmana de casi quince años de edad. Este tema de las relaciones entre indios e ingleses fue lo que caracterizó a Rudyard Kipling y le dio fama desde muy temprana edad.

Kipling develó a la vieja Inglaterra lo que sucedía en el Oriente Medio en una de las extensiones del Imperio, describió a cientos de personajes de diferentes etnias y religiones, que eran completamente extraños en la isla británica, y agregó palabras al vocabulario, enriqueciendo de esta manera el lenguaje.

A los veinticuatro años, con tres volúmenes de cuentos, un poemario y el dinero obtenido por la editorial de los ferrocarriles de la India, Kipling salió a recorrer el mundo. Pasó por Rangoon, Singapur, Hong Kong, Yokohama, San Francisco y Nueva York. Ocho meses después desembarcó en Liverpool. Algunos críticos de su obra hablaban ya del Kipling de la primera juventud. El colono había regresado a la madre patria convertido en una celebridad.

Muchos de los cuentos que dejó en esa época hoy son considerados obras de arte. Ojalá los cuentos aquí reunidos sean una grata muestra de ello para el lector.
 
Rodrigo Madrazo