Tan bello y tan malo
Alejo se acostó a contemplar la punta del ciprés; será un placer que le durará poco, porque pronto sonará el teléfono y escuchará la voz de Tina. Por desgracia ella no puede pasar más de dos horas sin él y el timbre irrumpe al menos doce veces al día. Tendrá que levantarse para responder. A su alrededor todo será tan bello que no podrá siquiera irritarse por la necedad de la muchacha. Aquello tiene una explicación evidente; Alejo tiene grandes ojos azules y piel de marfil, es sin duda uno de los hombres más bellos de la ciudad. Yo lo pondría sobre un caballo blanco. Él me complació aún más y se compró un Mini Cooper verde en honor a los ojos de una amada a la que espera todavía. El ciprés se eleva dándole pinceladas displicentes a un cielo limpio. Alejo baila para sí mismo y fija los ojos en la altísima punta. La intromisión futura de Tina será incapaz de arrancarle su felicidad. Y así, con una expresión de bienestar se quedará donde está. Nadie puede verlo, pero se ve tan hermoso que podría alojarse como una fijación en la mente de cualquiera que lo observase. Tina es una tipa aburrida ante Alejo. Tímida. De un humor excéntrico e interno. Cuando hace alguna broma nadie le entiende; todos a su alrededor se sienten incómodos y cambian de tema. El mal sentido del humor tiende a interpretarse como una neurosis pegajosa. Esto parece una ironía, puesto que el humor ingenioso se pega aún más que el malo y además se hereda a las generaciones que saben interpretarlo con inteligencia. Inclusive se desarrollan escuelas de conocimiento en torno al buen sentido del humor. Tina, pese a su oculto ingenio, tiene un objetivo claro, y guiada por el impulso de su corazón, va hacia él. El camino que ese corazón le ha obligado a tomar le parece una fase larga y triste, tan poblada de clavos y rencillas como su propio sentido del humor. Al contrario, todo en la vida de Alejo es una aventura, su existencia es como una pelota que rebota y rebota sin reventar en ninguno de los numerosos clavos que pueblan su camino. No hay para Alejo una mujer que no sea adorable, sin embargo no puede amar a nadie que no sea él mismo. Varias personas se lo han reprochado; para él el egoísmo se traduce en goce y tal goce es insoportable para los que no lo sienten. Ese goce es la chispa involuntaria para volverse bello e inalcanzable como lo verdaderamente bello. Tina escribe y escribe cuartillas de amor por él, y todo lo que Alejo le da son encantadoras patadas, siempre con una elegancia estudiada por su imaginación solitaria. Esta amabilidad es una trampa para mantenerla junto a sí el tiempo suficiente y hacer que su Narciso oculto termine de alimentarse. Entonces la deposita en su coche azul. Ella parte en soledad hacia la casa para escribir furiosas cuartillas de amor por él. El camino a su casa está poblado de clavos que ponchan las llantas del coche sólo para que Alejo venga a arreglarlas, pero no viene. Justo cuando espera aterida a la orilla de la carretera y toma el celular para marcar una vez más a casa de Alejo y dejar otro mensaje en la contestadora, éste pasa silbando a toda velocidad, montado en los ojos de su chica verde, formando un remolino gélido en torno a Tina. El frío le cala los huesos hasta que termina de reparar las llantas y llega a casa a escribir su novela ardiente, sus dedos ampollados teclean y teclean hasta el amanecer. Mientras teclea tiene en la mente todos los pasos que dará Alejo; sabe que saldrá a un lugar donde será visible para un buen número de mujeres, sabe que siendo tan hermoso se convertirá de inmediato en el objetivo de varias, y que seguro se pondrá a platicar con cualquiera. La belleza de la mujer es un misterio aún más relevante que el de Tina. Cualquiera de las que asisten a los bares que frecuenta Alejo es más hermosa. Este asunto por cierto es algo que su mente dirigida por un corazón tozudo no alcanza a soportar. Tina aleja de su mente la idea de ver a su amado ante una mujer, y así es mejor, si pudiera ver la pantorrilla que en este mismo instante está mirando Alejo con tanta fruición, se sentiría destrozada y correría a poncharse a sí misma con el peor clavo posible. Tina prefiere ignorar que en el mundo existen piernas bien torneadas, concentra su mirada en el espejo, en un cuerpo desproporcionado, aunque joven y con grandes posibilidades de adquirir un buen tono. Como ciertas mujeres Tina supone que es inteligente y profunda y en torno a ese supuesto fabrica un mundo de descuido personal, tanto así que se sumerge en la profundidad de su mente para no volver a flote jamás. Tina se equivoca al amar a Alejo con su inteligencia que la hace fea. si Tina hiciera ejercicio y dejara de ser tan autocompasiva, dejara de odiar el entrar al salón de belleza a hacerse un buen corte de pelo o arreglarse las uñas su suerte cambiaría. Si Tina se tornara una linda estúpida su poder de seducción se potenciaría. Tina escribe una novela sobre sexo: ¿cómo no pensar en sexo al pensar en Alejo? Para mí, que la conozco mejor que nadie, está claro que ha escrito tantas novelas, cuentos, poemas y ensayos como amores ha tenido; la extensión e intensidad de sus obras está ligada al tamaño de su pasión por el hombre en cuestión. Por un inglés escribió su primer libro, una larga secuencia novelada de insultos hacia el género masculino, y sobre todo hacia los extranjeros. Empezó a escribir su primer poemario gracias a un músico, y lo concluyó por un hombre maduro y rico. Su segunda novela la escribió para seguir impresionando al inglés, para que se diera cuenta de cuán poco le valió su desprecio, de que la vida seguía rodeándola por todas partes mientras a él se le secaba el cerebro por el crack (lástima que el inglés perdiera el coco mucho antes de darse cuenta de su error). Su primer cuento lo escribió inspirada en un estudiante rubio que tenía calvicie prematura, cosa que lo hacía parecer mucho mayor que ella. Para concluir su libro de cuentos tuvo que pasar por varios desengaños y cuando hubo concluido su primer libro de ensayos en la universidad, ya estaba enamorada y decepcionada de toda la Facultad de Filosofía. Así que el que estuviera escribiendo cuartillas de amor por Alejo, no lo convertía en un hombre especial. Quizás a Tina todos los anteriores le hayan parecido tan adónicos como él. Alejo tiene los ojos verdes de su amada en la mente. Cuando piensa en ella realmente está pensando en sí mismo; en su feliz Adonis álter ego, convertido en pareja de una dama de verdad hermosa, pero nunca tan hermosa como el reflejo de sí mismo en los ojos de ella. La novela que escribe Tina actualmente contiene una propuesta interesante; es, por decirlo de alguna forma, una obra que se escribe a sí misma, cuyo narrador coprotagónico soy yo. Tina sin embargo no entiende que escribe una obra que alguien le va dictando. Ya es hora de que la pobre muchacha le pegue a alguna, por tal he decidido ayudarla, pasarle algunos tips sin que se dé cuenta. Sin pecar de vanidad les diré que si esta muchacha tuviera una mínima parte de mi talento ya se habría vuelto famosa. Ustedes se preguntarán qué demonios hago yo entrometido en la vida de Tina, por qué me preocupa su futuro, es simple: yo soy el espíritu de un hombre, fui en vida un poeta fracasado con un montón de sueños impresos y poco leídos. Morí a la mañana siguiente de una desvelada, me había puesto una de esas que siguen recordando mis viejos colegas de oficina. Fue una muerte fácil: me dio un infarto y caí escaleras abajo, se me rajó el coco. Mi tozudo corazón resistió el golpe, pero mi coco se llenó de astillas y se detuvo a las pocas semanas, dejándome con las ganas de que alguno de mis amores fracasados leyera un poema de inspiración mayor que se me había ocurrido durante la borrachera. Las cantinas me vieron crecer como poeta, las meseras fueron mis principales admiradoras, conocedoras de mi talento. Muchas se enamoraban de mí, pero yo de ninguna. Era un auténtico patán y mucho orgullo me da decirlo; tenía una esposa linda a quien amaba, pero a quien encontraba poco menos apetecible que a las meseritas en ciertas noches. Por tanto me especialicé en la poesía, en la mesa, en el vaso de ron, en la cerveza, en la mujer de falda negra y entallada que se pone medias gruesas para proteger sus piernas del cansancio... Pero bueno, ya tendré tiempo para hablarles sobre mi poesía, lo que procede es hablar de Tina y su nueva novela: está narrada en segunda persona, salvo en esos muchos momentos en que yo incurro. El tono narrativo presenta una tensión constante, describe un estado de admiración suprema hacia un hombre previsiblemente llamado Alejo. Es en su mayoría un monólogo dirigido al amado, que expresa con intensidades diversas todos los matices posibles de aquello que la pobre Tina entiende como adoración. En ciertos momentos el tono de Tina se desquicia y yo tengo que ponerla en su sitio, no me gustan las pasiones desbordadas, la mesura y la discreción son virtudes absolutamente favorables en una voz femenina. Yo, que soy un hombre sabio, creo incondicionalmente en la prudencia y en la templanza. Por otro lado, cuando a Tina se le acaba el seso y se queda dormida sobre el teclado, yo me pongo a corregir y a aumentar por aquí y por allá... cuando Tina despierta a la mañana siguiente con la vista borrosa y la espalda molida no alcanza a leer mis líneas, se mete a la regadera y luego parte en busca de Alejo. Si no puede encontrarlo, cosa que es frecuentísima, al menos se acerca a él. Lo primero que hace es marcarle, si él no contesta insiste e insiste, si no hay resultados se va a sentar a un café cercano a su casa hasta que ve el Mini Cooper verde salir del garaje hacia la oficina. Tina da un suspiro y tiene fuerza suficiente para pasar el día. Vuelve a su casa y se queda dormida otras horitas, luego va al minisúper, compra una bolsa grande de papas y se la va comiendo mientras ve la tele... de esta experiencia repetitiva va extrayendo cierta materia inspiradora. Su mente inteligente y noble transforma la bazofia televisiva en cuartillas un poco sobradas, pero en general bastante aceptables. Cuando dan las seis Alejo llega a su casa, Tina ya espera en la puerta. Se baja del coche enfurruñado, se toma un té verde y se da un baño, se pone ropa cómoda y, mientras hace su yoga, permite que ella se quede cerca, siempre y cuando no lo desconcentre. Luego de una rutina de una hora empieza la plática. En esta conversación Alejo pone a su Narciso a hablar durante dos horas, mientras él descansa y piensa en su amada de ojos verdes o en otra cosa. Una vez instalado en su largo soliloquio Alejo se eleva a tal altura de sí mismo que puede crear una prosa superior a la mía, debo admitirlo aunque sienta un ardor profundo en mi ego maltrecho. Con una ingenua frecuencia Tina se fusila el solaz de Narciso y largamente se regodea en la idea de alcanzar la perfección de su interlocutor. Alejo siempre olvida las palabras de su álter ego, es mejor así; sería penoso que algún día demandara a la pobre escritora por plagio de solaz y que ella perdiera todo lo que tiene: sus libros. Cuando le pide a Tina que se largue son ya las nueve y le quedan apenas unas horas para disfrutar la noche en santa soledad. Luego se va a la cama para levantarse a la madrugada siguiente con una rutina inalterable de fuerte ejercicio, la cual no es interrumpida nunca, puesto que apaga el celular y baja el volumen de los teléfonos de la casa. Les he dicho que Tina es una mujer triste, no del todo fea, pero descuidada, no pobre, pero con poco talento para gastar su dinero y una conciencia anticonsumista que la hace guardar los billetes con un alivio profundo en el corazón. Alejo es totalmente ignorante de la posición económica de Tina. Supone, claro, que es inferior a la suya. El asunto es que él se ha pasado largas horas acostado al pie del ciprés soñando en sí mismo, en su yo ideal; a la mañana siguiente ha conducido junto a ese yo hasta el centro comercial y se ha echado encima cuanto ha podido para verse todavía mejor. Cualquier mujer avezada en intelectualidades sabría cuán adicto es Alejo a las fruslerías. Es de llamar la atención que siendo Tina ese tipo de mujer esté tan perdidamente enamorada de él. Yo me pregunto si las mujeres creen que ese gusto inagotable por las fruslerías es un vicio exclusivo de la mayoría de ellas, quien, pertenezca a la posición social o generacional que pertenezca, siempre buscará la forma de adornarse a sí misma y adornar cuanto le rodee. ¿Qué clase de mujer sería Tina si perteneciera a la mayoría femenina? Sería una estúpida. Por eso se ciñe brutalmente a su condición desadornada. Pese a todo su personalidad es fascinante para mí, yo soy quien la ha elegido como mi transcriptora estrella. Su principal móvil para escribir es el resentimiento. Recuerda cada herida que le hicieron, sabe hacer que la punta de su pluma se meta en cada llaga, hasta que ésta se le duerme de dolor y se convierte en literatura. El rencor que sabe guardar es tanto que tendrá material literario para varias de mis obras. Si es que antes no cae muerta de tristeza ante los desprecios de Alejo. La mayoría femenina jamás se permitirá lo que Tina... cualquiera se echaría a esperar que pique el anzuelo un éxito oficinesco, sueño que forma parte de la memoria de toda triunfadora de la clase mayoritaria. La mujer hermosa busca lo mismo que Alejo: adornarse a sí misma y adornar lo que le rodea. El error más frecuente en este proceso es el no adornarlo todo con materiales cuya producción o desecho no sean agresivos para el medio ambiente. Alejo tiene una forma refinada de gastarse el dinero, suele comprar cosas que ha de conservar durante un tiempo razonable, por tanto se puede decir que tiene una conciencia ecológica que no afecta los ingresos de los centros comerciales. No tiene una suma bancaria tan importante como la de Tina, su economía pende de un hilo siempre, pero jamás se niega ningún gusto. ¿Cómo le hace? Simplemente se mantiene en una condición física estupenda y sabe sostener una plática divertida, gracias a lo cual cualquier chica de piernas bonitas se lo lleva a su departamento y ahí lo alimenta y lo mima hasta que él se aburre. Una vez aburrido vuelve a concentrarse en su receloso Narciso, lo reconquista, lo posee, lo alimenta y lo mantiene como a su único Rey, lo hace feliz como a un marido ideal. La mayoría femenina actual perseguirá el ideal que la alejará del plato y el mantel, incluso del cojín complaciente, de la paciencia, la fuerza y el estudio del amor. Según su propia circunstancia intentará caerle bien al jefe adornándose para ir a la oficina, cuando llegue a su casa le caerá encima una carga tan pesada de rencores que le gritará a sus hijos todo lo que no pudo gritarle a su jefe, a quien, por cierto, no se le complace con arreglitos. Lejos de las mayorías liberadas estará la sabia; la que es dueña de la empresa gracias a la gracia divina de un padre o unas piernas bien esculpidas, o gracias a cualquier acusación cierta o falsa (¿qué importa?) presente en la jerigonza de la otras. Tina es una especie que jamás marchará en las filas de la mayoría, tampoco llegará a ser la dueña de la empresa. Mientras que la oficinista descarga su furia durante la cena, Tina la escribe. Y su furia es similar a la de las mayorías; de hecho su tecleo lleva el mismo ritmo que el de una secretaria. De algún modo esta metáfora me convierte en el jefe que dicta rápidamente a la pobre Tina, cosa que me divierte. Me recuerdo saliendo de la cantina con una mujer que apenas unas horas antes estaba tomándole el dictado a su jefe; un jefe casi viejo que trata de mantener su dignidad a sabiendas de lo poco que le queda para ser sustituido por mí. Miro a la secretaria con su cabello largo recién teñido de color chocolate; según dijo se lo acaba de pintar así porque se va a poner unas luces rubias luego. Es una muchacha de bonito rostro y carácter alegre, de carne firme y abundante, los hombres la miran bien, dice estar contenta con su trabajo y sin embargo tiene algo de triste. Una vez terminada la transcripción el jefe le da las gracias y ella sale del privado. Cuando nos quedamos solos me suelta una de sus cantaletas, sabe que la muchacha sigue escuchando porque tiene la puerta abierta. Entre su ninguneo clásico incluye varias novedades, todas estúpidas, es un asiduo lector de libros de superación personal, más ahora que está viejo y no puede invitar a cenar a su secretaria; jamás olvida esa frase que dice: ”Siempre debes agregar un chispa a tus conversaciones, cuando tus vasallos escuchen tu voz tendrás que hablar como su profeta, la raza humana tiene la necesidad de encontrar un líder: tú puedes serlo”. En esta ocasión está de un humor especialmente novedoso, muestra su horror a ser sustituido por mí. Sabe que dentro de una hora estaré en la cantina con su secretaria. Ahora sólo puedo ser una metáfora de aquel jefe, si estuviera vivo seguramente sería un anciano dictándole a una secretaria esbelta. La muchacha de pelo chocolate tiene ahora tres hijos y una vida marital desafortunada, sus carnes siguen siendo abundantes pero no firmes. Si yo no hubiera muerto y fuera el jefe, seguro la habría corrido hace varios años. Sin embargo no me olvido de ella, quizá sea porque me quedé con las ganas de ser su jefe, de dictarle a gritos un informe. Tina es un triste remedo de aquella muchacha, sólo que con las carnes mucho menos abundantes y decididamente menos firmes, con la cabeza demasiado ajena a los tintes de pelo o las mechas rubias. Alejo es dueño de una pequeña empresa en la cual es respetado y envidiado por su mano derecha y por su mano izquierda; su mano derecha es un hombre obeso, de unos cuarenta y tres años, totalmente calvo, con cierto encanto e ingenio heredados de la escuela de su jefe, su mano izquierda es otro hombre obeso, menos obeso y más joven que la derecha, con el rostro cubierto de marcas de acné y un encanto igualmente heredado de la escuela de su jefe. Alejo se muestra alegre, enérgico y simpático con sus empleados, su empresa trabaja bien y quizá llegue a ser tan grande como la de su padre, de quien se libró hace pocos años. En su equipo de trabajo hay sólo tres mujeres, las cuales, como es lógico, están enamoradas de él. Una de ellas es una chica de ojos grandes, ligeramente obesa, la otra es morena, delgada, bonita, envidiada por la obesa, la tercera es una triste sombra que desaparece cada vez que puede, calla, imprime informes en papel reciclado y envidia a la obesa por locuaz y a la delgada por bonita. Alejo no tiene consideración por ella, pero sonríe vagamente cuando se cruzan de frente en el pasillo, cosa que le es suficiente para amarlo. A veces tiene la suerte de escuchar su voz al teléfono, pregunta por su asistente esbelta, ella siente una furia tan adentro que le es imposible reconocerla; es un enredillo que aparece en su pecho con tanta frecuencia que casi es parte de ella misma. Quizá tal rabia sea la dignidad que le queda, mal entendida como una actitud tímida y obediente. Es apenas capaz de proferir un leve ”sí, licenciado”, y hacer la transferencia. Sin embargo, después de que él profiere ”su gracias, Glenda”, ella repasa una por una las notas que surgen de su garganta divina. Esos timbrazos le dan vida el resto de la quincena, y se la darían por el resto de su vida si él no la corriera nunca de la empresa. Alejo tiene fama de despedir con cierta frecuencia a sus empleadas, Glenda sabe fúrica y silenciosamente que será la próxima víctima, pues se ha vuelto ineficiente. Yo no imagino cuánto tiempo necesitará la pobre para gastarse todas sus reservas de voz angelical. Glenda, que escucha la voz de Alejo con tanta frecuencia, no podrá vivir si la corre. Morirá, pero antes de despedirla Alejo la invitará a cenar y le dará unas palmadas en la mano. La hará sentir tan bien que ella no alcanzará a percibir la desdicha que marcha a pasos agigantados tras la felicidad y el embeleso. Entonces, cuando él le diga que es ineficiente y fea, que después de cuatro maravillosos años de escuchar su voz amable al teléfono, está despedida, ella no comprenderá del todo. Después Alejo estacionará el Mini Cooper en la puerta del edificio y expulsará gentilmente a Glenda del asiento del copiloto. Ella se quedará inmóvil en la banqueta, mirando las luces traseras alejarse. Pensará una y otra vez: ”te amo, te amo”. A continuación les hablaré de un caso —bastante típico— que ejemplifica la horripilante maldad del hermoso Alejo... Érica afirma con su voz ronquita que el negocio está cerrado, Alejo se siente completamente feliz, esta exaltación le parece conocida. Va directamente a la oficina de la chica; ella es muy linda, como todas las mujeres que aparecen en las historias de Alejo, con unos labios carnosos y una piel tersa de admirarse. Sabe sonreír y también carcajearse, hace bromas tontas con cierta insistencia, le gustan los tipos guapos para acostarse y emborracharse con ellos. Habla de cosas sin importancia con tal de tener la boca ocupada. Alejo la encuentra con la bocina del celular sumergida en la melena abundante que cubre su oreja. Está radiante, se aplicó una cantidad excesiva de brillo labial, habla con prisa y suelta carcajaditas agudas a cada rato; está hablando con su madre... ”Un hombre guapísimo, rubio, soltero, acaba de cerrar conmigo un negocio...” dice. Tal plática representa un aliciente para Alejo, que entró sin anunciarse e irresistible como siempre, se sentó frente a ella. Érica cuelga casi de inmediato, antes se despide a susurros de su madre. Entonces ambos se miran fijamente a los ojos, ella tiene el alma inflamada y no lo puede disimular; es una mujer conservadora, franca e ingenua. Por tanto se muestra contenta con naturalidad y discreción. Para festejar Alejo propuso unas copas. Cuando habían bebido lo suficiente empezaron a perder la discreción, y como era de esperarse, terminaron por irse a la cama. Antes de salir del cuarto, Alejo le dio una fuerte golpiza. El negocio que apenas hace unas horas parecía haberle importado tanto realmente era un pretexto. La imagen encantadora del futuro marido guapo, rico y lindo despareció de la mente de Érica, que empezó a vivir su pesadilla personal; el príncipe azul había construido su castillo en el infierno; era un maniático que jugaba a matar mujeres, era muy malo. El hombre es capaz de conducirse por pura perversidad, ese amasijo ineludible de humanidad, conformado por los sentimientos más retorcidos, le da poder. ¿Y qué es la maldad? Alejo es su irresistible representación. Un nudo de vanidad que se convirtió en rabia. La maldad debe tener sus constantes, debe sostener ciertos parámetros de perfección. Si no los tiene, tiende a convertirse en una tragedia. El malvado debe sostener una conducta educada e impecable, nunca debe incurrir en ningún tipo de grosería, no puede pronunciar malas palabras. El malvado es un tipo que parece absolutamente bueno. Nunca intenta herir a nadie en forma prematura. La dama que lo mira no puede pensar sino en adorarlo para siempre, como a un dios. Él deja deslizar todos los elementos posibles hacia su faltriquera, para luego cometer el crimen perfecto: la mujer es sin duda buena, observa una conducta educada, recíproca, actúa en forma positiva. Es muy hermosa y no tiene ningún motivo para odiar a nadie, tiene una seria cercanía con las figuras materna y paterna, habla con respeto sobre su familia, nunca la ofende, nunca la insulta. Es alegre, accede fácilmente a ir a una fiesta, le gusta emborracharse. Será fácil invitarla a salir y llevársela a un hotel. Casos como el de Érica son frecuentes, tienden a dejarse deslumbrar por los hombres, tienden a caer fácilmente en jueguitos de tipos como Alejo. Y es que en fin, Alejo parece un personaje de novela pero no lo es, es un personaje real, repetitivo. A Érica le han seguido Brenda, Bárbara, Jeaninne, Alejandra y nombres muy diversos. La perversión y la maldad de Alejo son tan comunes como las gripes. Brenda era una muchacha de curvas pronunciadas y piel muy clara, llevaba el cabello rizado con abundantes mechas rubias, Bárbara tenía el cabello castaño oscuro y ojos grandes y almendrados, Jeaninne tenía unos extraordinarios ojos azules, el cabello rubio y piel limpia color dorado, Alejandra no era propiamente bella, pero la había tenido que matar de todos modos. A cada una de ellas le dio un lugar especial, la arrojó en un modo y un lugar distinto. Había ido a los lugares más exclusivos de la ciudad y de ahí había sacado a las jóvenes estudiantes más hermosas y las había violado, las había matado, siempre actuando en una forma imposible, perfectamente maléfica, evitando la tragedia para sí mismo, desatando la tragedia para la familia de las muertas. Sin embargo por su vida pasaron mujeres con las que estableció lazos más o menos permanentes, a quienes nunca asesinó, entre ellas se encontraba su secretaria Glenda, o la misma Tina. Parece un misterio el motivo por el cual Alejo se acercó a Tina: no es bella, no es una mujer de negocios, no es su secretaria ni es empleada de su empresa, no tiene aspecto de ser siquiera inteligente. ¿Qué llevó al hermoso a prestarle tanta atención? Que Tina sea escritora es quizá la única razón aparente. Mi teoría es que le pareció un ser débil y estúpido, pero a la vez poderoso: utilizable. Tina se dejaba ablandar tan fácilmente que era capaz de cometer errores de los cuales muchos tomaban provecho. Alejo era un experto ablandador, un aprovechado y un asesino. A mí, que además de ser un frustrado poeta muerto, soy un denunciante, me consta. ¿En qué circunstancias la conoció? Ella buscaba empleo y envió su currículum a la dirección electrónica de Alejo, que solicitaba una empleada, como siempre: busca perfiles poco impresionantes, prefiere emplear a mujeres mediocres que emplear a mujeres que se pasan de listas. Pero sin duda se fija bien en los perfiles de las mujeres impresionantes. Pide que cada currículum sea ilustrado por una fotografía. A Tina se le olvidó este detalle, sin embargo su currículum era impresionante: había trabajado para las principales trasnacionales del país en puestos relativamente importantes. Era extraño, la parte más conspicua en su currículum era la que hablaba sobre su obra literaria: había amado a tantos hombres como novelas, cuentos y poemas tenía, y eran muchos. Por tanto Alejo se sintió interesando. Tanto era su amor por sí mismo que le pareció que una escritora importante (él tenía sin duda una escasísima cultura literaria, Tina era una escritora sin importancia) dedicaría un libro a su hermosa persona y tenía razón. La buscó, la citó dos veces, la miró a los ojos y la dejó lista para convertirse en una secretaria eficiente de su ego. El cuerpo de Alejo era un misterio para Tina: nunca lo había tocado más que en la mano, en rapidísimas despedidas. Deseaba conocer a Alejo profundamente, entonces lo dejaba hablar y hablar: lo dejaba sacar a su Narciso para que recitara poemas de loco amor por sí mismo, mientras ella escribía y escribía furiosas cuartillas de amor por él. Alejo, pese a la riqueza de su padre, había crecido en una colonia de clase media de la Ciudad de México, su madre tenía los usos y costumbres de la gente del virreinato, nació en territorio norteño. El padre era un hombre de gran inteligencia que se quedó sordo dos años después de que su madre murió. Su madre fue una figura que rayó para él con la divinidad; una diosa de cabello rojo, delgada y bajita, con los ojos claros. De una mezcla entre ella y un hombre alto y rubio había salido Alejo. Cuando ella murió se sintió destrozado, el dolor lo paralizó durante dos años, lo confinó a la habitación desde la cual miraba un alto ciprés. No podía sacarse de la cabeza los ojos verdes de su madre, su piel clara y sonrosada, aquel cabello rojo intenso. La fotografía de ella aparecía cada segundo, intermitentemente, su madre, el ciprés, el ciprés, su madre. Murió cuando él apenas cursaba la secundaria, en ese momento era un adolescente como todos, a punto de adquirir una tenue membrana de imperfecciones en el cutis, que apenas alcanzó a convertirlo en el número dos entre los adolescentes de la escuela. Gracias a esa tenue membrana había perdido la oportunidad de tener a la adolescente más hermosa; una niña de ojos verdes que lo rechazó por un tal Julio, un tipo que en nada, insultantemente en nada, se parecía a él. Tenía la piel perfecta. De Julio se ocupó Alejo obsesivamente, lo estudió en todos sus perfiles, le sacó tiras hasta que un día terminó agarrándose a golpes con él. Era un tipo de veras guapo, de esos guapos a los que la membrana adolescente apenas deja una huella de rebeldía irresistible para las niñas. Tenía un séquito de amigos a los que llevaba por acá y por allá recogiendo lo que él dejaba tirado. De Julio Alejo aprendió muchas cosas, por ejemplo a tener gestos de soberbia sencillez en todo momento, sonrisas oportunas, discretas. Aquella derrota lo hizo crecer de tal forma que mejoró notablemente. Cuando Julio salió de la secundaria, sin que lo supiera, ya Alejo había tomado la absoluta delantera. Nunca olvidó a la niña de ojos verdes, quien se fue de su vida. Ni un solo segundo abandonó la idea de que ella sería suya, había una gruesa capa de rebeldía en su corazón. El día en que ella abandonó la escuela sin que él pudiera enterarse y se fue a un país lejano, coincidió con el accidente de su madre. Cuando Alejo estaba padeciendo la derrota amorosa en carne propia, tuvo que atragantarse la muerte. El dolor dobló a Alejo durante casi un año, la niña de ojos verdes y la pelirroja madre habían desparecido para siempre. La figura de la mujer inalcanzable conformó una luz intermitente en su conciencia. Nunca consiguió hacerla reaparecer, por tal frustración, por tal ausencia, por tal imposible, aprendió a despreciar lo posible, y se volvió muy malo, y muy bello.
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