Material de Lectura

Están llamando a la puerta

 

La policía sabe que es policía, sabe que tiene el poder, sabe ejercerlo, sabe que las puertas se le tienen que abrir y que al otro lado de cada puerta hay un rostro desencajado que intenta; inútilmente, reconstruir la calma.

La policía no usa nunca el timbre, aun cuando lo haya y esté funcionando.

La policía estrella el puño contra la tabla y espera que la tabla no caiga al suelo; pero lo que se cae, al otro lado, es el corazón y el pulso, y las rodillas. Hasta los calcetines de los muchachos se caen al otro lado, cuando se estrella el puño del policía.

Por todo esto, los perseguidos nos acostumbramos a llamar a la puerta con un toquecito liviano, con un suave rasguño, con un repiqueteo de dedos.

Con el puño, jamás.

Por todo esto, que muchos de ustedes comprenderán de inmediato, mi familia, al igual que miles de personas, llamamos siempre a la puerta con amor.

 

(Para aclarar las aguas del olvido,
Júcar, Madrid, 1982)