Material de Lectura

 

Notas

1 No falta quien considere que, si las diferencias entre el espíritu español y el americano no son muy esenciales y profundas hoy, menos habían de serlo en los tiempos de Alarcón. Pero es un error. La diferenciación se produjo desde el siglo de la conquista (apunta razones don Justo Sierra en su Evolución política de México) y se manifiesta, por ejemplo, en los acres sonetos mexicanos, descubiertos por el insigne García Icazbalceta en la Sumaría relación de las cosas de Nueva España, de Baltasar Dorantes de Carranza, contra los españoles peninsulares que aquí venían justamente por los años en que nació Alarcón. Como pendant puede citarse la censura que hace de los indianos Cristóbal Suárez de Figueroa, hacia el final del Alivio iv en El pasajero (1617). Abundan en la literatura de los siglos de oro pasajes relativos al carácter de los indianos, que estiman perfectamente definido. Y en 1604 (fecha en que el cultivo de las letras se hallaba prodigiosamente extendido en México) se publicó la Grandeza mexicana, de Valbuena, de la cual data, según Menéndez y Pelayo, el nacimiento de la poesía americana propiamente dicha. —Sobre la vida colonial, las obras de D. Joaquín García Icazbalceta y el México viejo de don Luis González Obregón son el mejor archivo de noticias para quien no quiera acudir a los libros antiguos.

2 Sería largo, y aquí estaría fuera de lugar, citar ejemplos que demostrasen las diferencias entre las literaturas de los diversos países de América. No faltan indicaciones, que me servirían para apoyar mi tesis, en los prólogos de don Marcelino Menéndez y Pelayo a la Antología de poetas hispano-americanos (4 volúmenes, Madrid, 1893-1895); prólogos que se han reimpreso con el título de Historia de la poesía hispano-americana (2 volúmenes, Madrid, 1912-1913) y que constituyen el mejor libro escrito hasta ahora, aunque incompleto, sobre las letras castellanas del Nuevo Mundo. —También habría mucho que espigar en obras de escritores nuestros, menos vastas que la del crítico español: por ejemplo, las de los peruanos don Francisco y don Ventura García Calderón y don José de la Riva Agüero, relativas, ya a su propio país, ya a todo el Continente. —La República Argentina es sin duda la que cuenta con más extensa literatura de estudio psico-sociológico nacional (obras de Ramos Mejía, Bunge y otros). Sobre la psicología del pueblo cubano se deben muy perspicaces observaciones a don Manuel Márquez Sterling y al malogrado Jesús Castellanos, muerto en mitad de su admirable labor de cultura, así como al ilustre don Enrique José Varona. Sobre Santo Domingo —mi país—, obras diversas de don Federico García Godoy, don Américo Lugo y don Tulio M. Cestero. Acerca de una y otra Antillas he apuntado yo mis ideas, antes de ahora, en trabajos sueltos.

Con relación a México, no se ha ensayado aún el estudio general de la psicología del pueblo. Fuera de trabajos más o menos audaces, pero rara vez completos, como los ingeniosos y poco convincentes de don Francisco Bulnes, las mejores observaciones suelen hallarse en páginas de historiadores: ningunas como las sagaces y profundas de don Justo Sierra en La evolución política de México (parte de la obra México: su evolución social, que contiene otros trabajos dignos también de consulta en este respecto, como los de don Manuel Sánchez Mármol y don Ezequiel A. Chávez). El estudio del espíritu mexicano en el arte ha comenzado a dar materia, en estos últimos años, a diversos trabajos parciales. Así, el brillante pero inconcluso trabajo de don Alfonso Reyes sobre El paisaje en la poesía mexicana del siglo xix (México, 1911) y las interesantes conferencias de don Federico E. Mariscal, en la Universidad Popular Mexicana, sobre la Arquitectura. Así también las conferencias de la serie organizada por el señor don Francisco J. de Gamoneda en la Librería General, y a la cual pertenece esta mía: La literatura mexicana, por don Luis G. Urbina; Música popular mexicana, por don Manuel M. Ponce; La novela mexicana, por don Federico Gamboa; La arquitectura colonial en México, por don Jesús T. Acevedo. Urbina bosqueja rápidamente la psicología nacional, señalando como rasgo distintivo en la producción literaria la melancolía, sin olvidar aspectos secundarios como la malicia epigramática. Ponce atribuye también carácter melancólico a la música mexicana, y —circunstancia curiosa— se refiere a su concordancia con las horas crepusculares en que suele oírsela.

3 El Para todos, de Montalbán, se publicó en 1632. Poseo edición de Sevilla, 1738.

4 Los trabajos más conocidos sobre nuestro dramaturgo son el libro de don Luis Fernández Guerra y Orbe, Don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, premiado por la Real Academia Española, Madrid, 1871, y el estudio de don Juan Eugenio Hartzenbusch, que precede al volumen de Comedias en la Biblioteca Rivadeneyra, 1852. El libro de Fernández-Guerra goza de reputación excesiva: como trabajo biográfico, es peligrosísimo, pues expone como igualmente verdaderos las suposiciones y los datos ciertos, omitiendo además, con frecuencia, los documentos en que funda estos últimos; como trabajo crítico, es caprichoso y de poca sustancia. No negaré, sin embargo, los buenos servicios de investigación y ordenación, y aún de reconstrucción histórica, que se deben al distinguido académico. Don Marcelino Menéndez y Pelayo, que antes elogiaba el libro, señaló después sus defectos en el prólogo a los estudios Del siglo de oro, de doña Blanca de los Ríos de Lampérez Madrid, 1910. —Mucho mejores son el estudio y las notas de Hartzenbusch; contienen observaciones críticas muy jugosas.

Poco puede sacarse hoy de los agradables juicios de don Alberto Lista, o de las notas de García Suelto y otros escritores de cuyas opiniones hizo extractos Hartzenbusch en la Biblioteca Rivadeneyra. Mucho menos del trabajo de Philarète-Charles, hábil y entusiasta, pero muy mal informado; ni de las notas de don Isaac Núñez Arenas a la edición académica de obras selectas de Alarcón (3 volúmenes, 1887).

El estudio de Ferdinand Joseph Wolf, en su trabajo sobre la historia del drama español (Estudios sobre historia de las literaturas castellana y portuguesa, 1859; traducción castellana de Unamuno con notas de Menéndez y Pelayo), es excelente, pero de carácter principalmente informativo. El de Adolph Friedrich von Schack (Historia de la literatura y el arte dramático en España, 1845-46; traducción castellana de don Eduardo de Mier) es superficial, como suyo. Tiene más interés el ensayo de M. Ed. Barry, al frente de su edición de La verdad sospechosa (Colección Marimée, París, 1897; reimpresa en 1904 y después sin fecha, hacia 1910). —No he podido ver la grande obra de Wilhelm Creizenach, Geschichte des neueren Dramas.

5 Fernández Guerra, al publicar su libro, no había obtenido aún la partida de bautismo de Alarcón, y fijaba conjeturalmente la fecha de nacimiento hacia 1580 u 81, negando además, a mi juicio con acierto, que fuese del dramaturgo la partida de un Juan Ruiz nacido en 1572. Menéndez y Pelayo, en sus notas a la traducción de los Estudios de Wolf, dice que ya se ha encontrado la verdadera partida de bautismo; igual cosa asegura M. Barry; pero ni uno ni otro indican dónde se ha publicado ni por quién. Sé, por noticias privadas recientes, que don Emilio Cotarelo y Mori refiere estos hechos: don Luis Fernández Guerra le había manifestado que el Arzobispo de México (sin duda Monseñor Labastida) le envió al fin la partida de bautismo de Alarcón; pero cuando preguntó a los herederos del biógrafo por el documento, no dieron con él. Esta contradicción me hace creer que no se ha descubierto la partida: aquí, donde hubo de parecer, nadie sabe de ella, y don José María de Agreda, que revisó todos los archivos parroquiales de la capital, declara no haberla encontrado. Probablemente el año de nacimiento del poeta, 1580 (que M. Ernest Mérimée da como seguro en su Précis d'histoire de la littérature espagnole), se obtuvo de su testamento, publicado por don Jacinto Octavio Picón, pero que no he podido ver.

La próxima publicación* de los documentos hallados en el archivo de la antigua Universidad de México por don Nicolás Rangel demostrará plenamente que vivió aquí cinco años a su vuelta de España. Los versos escritos en elogio del Desengaño de fortuna, del doctor Carega, publicado en 1612, pudieron ser escritos antes de la vuelta a América en 1608. Además, el señor Rangel espera probar que nunca fue teniente de corregidor aquí, como se afirmaba. Los nuevos datos se publicarán en el Boletín de la Biblioteca Nacional o en la revista México.

M. Barry es responsable de la teoría según la cual La villana de Vallecas es obra de Alarcón y Tirso. La teoría me parece plausible; la comedia es indudablemente de Tirso en su plan general y en la mayoría de sus escenas, y entre las alusiones a cosas de América abundan más las antillanas (acto II, escena IX) que las de México (acto I, escena IV), pero al mismo tiempo ciertas escenas en que figura don Pedro de Mendoza hacen pensar en la mano de Alarcón.

Sobre las fechas del viaje de Tirso a Santo Domingo debe consultarse a doña Blanca de los Ríos de Lampérez, Del siglo de oro, página 28, nota, pues corrige un olvido del mismo dramaturgo, en que no pudieron reparar Menéndez y Pelayo ni Cotarelo.

Pienso, para cuando disponga de tiempo, ensayar nueva clasificación cronológica de las obras de Alarcón. Sin llegar al extremo de Hartzenbusch, que asignó a tres comedias fecha de 1599 o 1600, sí creo que varias fueron escritas cuando el autor no contaba con medios de llevarlas al teatro: La culpa busca la pena, pongo por caso, es inhábil por extremo. Paréceme que hay por lo menos dos periodos en la carrera de Alarcón: uno de ensayo y otro de madurez, que acaso estén divididos por el año de 1614, en que comienza el que llamaré periodo madrileño. Aún en el de ensayo podría señalarse dos subdivisiones: años de Salamanca y Sevilla (1600 a 1608) y años de México (1608 a 1613). Al primer periodo pertenecen quizás: La culpa busca la pena, El desdichado en fingir, La cueva de Salamanca, Quien mal anda en mal acaba, La industria y la suerte, Mudarse por mejorarse, El semejante a sí mismo, y aún otras que se habían juzgado posteriores, como La Manganilla de Melilla; al segundo es indudable que corresponden: La verdad sospechosa, Los favores del mundo, Las paredes oyen, Ganar amigos, El examen de maridos, No hay mal que por bien no venga, Don Domingo de Don Blas, Los pechos privilegiados.

Para llevar a buen término una clasificación que sustituya a las de Hartzenbusch y Fernández Guerra, se debe tomar en cuenta los datos históricos ciertos, por desgracia, pocos tratan de establecer criterios fundados en el estudio mismo de las obra. Estos criterios podrían tomar en cuenta los elementos siguientes:

I. Sustitución de la moral convencional da la comedia por los conceptos morales propiamente alarconianos: estos se presentan cada vez más claros y precisos.
II. Evolución del gracioso, que va dejando de serlo para convertirse en criado más o menos discreto. Acaso la obra que señala el momento de transición sea Los favores del mundo (ver la escena II del acto II).
III. Fórmulas de cortesía: acaso disminuyen a medida que está más lejos la salida de México. Son aún muy notorias en La verdad sospechosa, Los favores del mundo y Ganar amigos.
IV. Alusiones a México y personajes procedentes del Nuevo Mundo: van desapareciendo con los años.
V. Reminiscencias literarias: las hay, tanto clásicas como contemporáneas, en las comedias del primer período; luego desaparecen. Las alusiones personales sí continúan: las relativas a Lope, primero en elogio y luego en censura, son buena ayuda cronológica.
VI. Dominio de la técnica teatral: mayor, necesariamente, con los años.
VII. Procedimientos de estilo: por ejemplo, finales enumerativos de discurso, como en La culpa busca la pena, Quien mal anda en mal acaba, La manganilla de Melilla; más tarde desaparecen. —Dejos culteranos, de tarde en tarde: nunca desaparecen del todo; acaso haya error en atribuirlos a influencia gongorina, y solamente sean resabios de la expresión amanerada, pintoresca y llena de alusiones mitológicas, que se estimaba entonces necesaria para la galantería.
VIII. Metros: con el tiempo paréceme que emplea cada vez menos el endecasílabo (en que nunca fue muy feliz) y menos aún los versos cortos menores de ocho sílabas. Es digno de atención el empleo del soneto en El semejante a sí mismo, Mudarse por mejorarse, La prueba de las promesas, El dueño de las estrellas, Los favores del mundo y Las paredes oyen. El soneto fue muy usado por Lope y Tirso en sus comedias; menos ya por Calderón, y mucho menos por el dramaturgo mexicano.

Las comedias de Alarcón de seguro no salieron a luz sino después de sufrir retoques, y acaso, aunque con graves riesgos, pudiera en algunas discernirse capas superpuestas. Es evidente que no todas las impresas en 1634 son posteriores a las impresas en 1628. Y que él fuese amigo de retocar y rehacer sus propias obras lo debiera probar Quién engaña más a quién, refundición de El desdichado en fingir: Fernández Guerra estima que el rifacimento es del mismo Alarcón, y aduce buenas razones en pro; pero Menéndez y Pelayo opina terminantemente en contra, en nota (sin explicaciones) a los Estudios de Wolf. Así y todo, más me inclino a la primera opinión que a la segunda. Hartzenbusch creía que fuesen de Alarcón mismo trozos de la refundición. La escena inicial del primer acto, por ejemplo, parece demasiado culterana para suya; pero sí sugieren su mano pormenores que no existían en la obra primitiva, incluso la reminiscencia de Las paredes oyen que señaló Fernández Guerra.
Sobre la ortología de Alarcón trae buenos datos el libro Ortología de la lengua castellana (Madrid, 1911), de don Felipe Robles Dégano, que le llama "el príncipe de nuestros ortólogos".

Después de escrita esta conferencia, sé que sostiene la misma tesis que yo, en trabajo inédito aún, don Francisco Pascual García, miembro de la Academia Mexicana.

También la sostiene, pero ya con referencia a esta disertación mía, don Luis G. Urbina en la suya sobre El teatro nacional (1914).


* El trabajo en preparación en 1913 al que se refiere Henríquez Ureña probablemente sea "Investigaciones bibliográficas. Noticias biográficas del dramaturgo mexicano don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza", Boletín de la Biblioteca Nacional de México, XI, núm. 1, pp. 1-24, noviembre 1915 y núm. 2, pp. 4-65, diciembre 1915.
 

José Vasconcelos