Si pudieras quedarte, dueño mío; si yo pudiera compartir tu lecho; sentir tu corazón junto a mi pecho vibrar en jubiloso desvarío; pasar toda una noche, dueño mío; entre tu abrazo férvido y estrecho; entregarte la vida, y satisfecho, la vida reanudar con nuevo brío. Pero es fuerza partir. Un lecho frío me depara el silencio de su abrigo, tan correcto —tan amplio— y tan vacío. ¡Mañana nos veremos! Y me digo que a dormir a tu lado, dueño mío, siempre será mejor soñar contigo.
De Sátira (1955)
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