XI Camina con lento latido el corazón del tiempo y nos va llevando adentro del cerrado engaño pronominal. Nosotros somos a veces tú, quizá nunca él y siempre yo, cuando me obligan a decir sin descanso la primera palabra de la cárcel. Y pasamos, sólo unidos por el puente del frío pavor de esta mirada, por la vaciedad de unos ojos fijos, todos en hileras de la nada, mientras se acaba de estropear la última fuente de la noche y no cae ni una sola gota de agua en los labios resecos de Sepharad.
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