Material de Lectura

Prólogo

1915: la primera guerra mundial ya define la línea divisoria entre dos mundos literarios y políticos cuando Edgar Lee Masters, de 46 años, sufre un colapso nervioso después de pasar repentinamente de la sombra a la iluminación. 1915 es el año en que se publica la Antología de Spoon River, la curiosidad y el tour de force que cambia de forma definitiva la vida del autor, convirtiéndolo, a su vez, en uno de los pilares de las letras norteamericanas. Existían precedentes y tuvo sus seguidores, entre ellos, el mismo Edgar Lee Masters. Se trata, pues, de una revelación difícilmente igualable; tan es así que después de terminar el libro, Masters nunca más volvió a escribir un volumen de poesía (o prosa) a la altura de Spoon River; ni siquiera lo logró con la Nueva Spoon River (1924), generalmente considerada como una obra fallida que pretendía ampliar y modernizar el mundo creado en la primera "Antología": un cementerio poblado de espíritus que viven su muerte intensamente: espíritus rencorosos, vengativos, a veces iluminados, y otras veces tan ciegos como lo fueron en vida; seres que desde la tumba enjuician a su pueblo, a su gente, a sí mismos y, lo que es más importante, a su país. Es un infierno que no poco tiene que ver con Dante (figura que aparece más de una vez a lo largo de la obra), y que, visto como una totalidad, resume —a través de sus pobladores— la historia de los Estados Unidos; su expansión territorial, sus guerras, su destino manifiesto y la muerte lenta de sus valores preindustriales.

El panteón de Spoon River es una perfecta democracia. Todos hablan. Todos opinan. Hay "residentes" que participaron en la guerra de 1812 contra la Gran Bretaña, y hay otros que todavía no habían nacido para testimoniar ésta, una de las guerras más inútiles de la historia mundial, puesto que en el momento en que estalló, los contrincantes ya habían firmado la paz, sólo que las noticias llegaron tarde, en fin... Es una guerra que tipifica la ironía de Spoon River y la desilusión que lleva a cuestas eternamente en el libro de Edgar Lee Masters.

Un gran sector de este poblado —mitad mítico, mitad real— que se ubica dentro del estado de Illinois, vivió el desgarramiento de la guerra de secesión y sus consecuencias que todavía no dejan de hacerse sentir; otros desafortunados padecieron la aventura filipina; algunos más tomaron papeles fundamentales en la lucha por la igualdad de las razas; pero también hubo los que defendieran a capa y espada la supremacía blanca, el orden y la estructura de la Gran-Sociedad-Anglo-Sajona, de la cual se sentían los protectores divinos.

Aunque más de cien años separan las vidas y las muertes de unos y otros (un lapso no breve en la historia de Estados Unidos, especialmente cuando se trata de un pueblo del "midwest"), ya instalados en su destino final, todos forman una historia común. Algunos gozan de la omnisciencia: saben todo lo que ha pasado después de su muerte, se enteran de cosas que antes no sabían, llegan a comprender lo que en vida no pudieron. A otros, sin embargo, se les cierra el mundo y se revuelcan en la acidez del fracaso, la traición y el odio.

Masters, abogado que velaba por la salud espiritual de su país, se empeñó, más que nada, en descubrir todo elemento de hipocresía que pudiera encerrar la sociedad norteamericana. Escribió una obra que todavía hoy es molesta para los "halcones" patrioteros del Pentágono: es fácil imaginarse el escándalo que causó en 1915. Pero más allá de la política, la Antología de Spoon River es un canto a la humanidad, el amor y el desamor, a todos los pequeños triunfos y tropiezos de la vida. Masters intuye perfectamente bien, por ejemplo, el advenimiento del movimiento feminista contemporáneo, y lo explota en el terreno que más le es propicio: el legal. ¿Por qué se le sentencia a la Señora de Merritt a treinta años de prisión cuando a su amante —quien no sólo "ofendió" la cama de Thomas Merritt, sino que lo asesinó también— sólo le dan catorce?

Los temas, pues, son inagotables. Se sugiere en los poemas mucho más de lo que se dice. Se presentan aquí apenas 33 epitafios seleccionados de un total de 244 en un esfuerzo por incluir algunas de las "tramas" más importantes de la obra original, y verlas desarrolladas sin incurrir en posibles repeticiones, las que serían, en realidad, variaciones sobre un tema que aquí —por falta de espacio— no tienen cabida. Cada uno de estos epitafios es una declaración hecha en un engañoso verso libre que inquietó a no pocos críticos de su momento. Engañoso porque es un verso perfectamente medido según la lógica interna de los personajes y el ritmo de sus plegarias.

Verso libre, poesía en prosa, métrica tradicional... Edgar Lee Masters, como decía al principio, vivió la gran ruptura, y quizás se quedó dentro de ese limbo literario del cual nació su obra maestra. En los numerosísimos libros que siguieron a su Antología, jamás incursionó en lo que realmente podría llamarse verso libre como lo hemos conocido a través de Pound, Sandburg u otros muchos de sus contemporáneos y compatriotas. A diferencia de las de éstos, nunca maduró la voz poética de Masters más allá de ese chispazo genial que lo llevó —a través de sus cadencias pesadas, irregulares, pero siempre cuidadosamente controladas— a la historia de las letras. Pero hay que señalar que la aportación de Masters no es formal, sino emotiva: su don de desnudar a la gente en verso de tal forma que no tenga ni la más mínima inhibición, de hacer que lo diga todo, desde lo sublime hasta lo más vulgar; siempre lo más humano.

Spoon River es, en fin, un microcosmos que congela la historia de un país en un instante. Atina o, más bien, pone el dedo en la llaga de Estados Unidos. Lo descubre, lo revela en su esplendor y en su obscuridad; en su grandeza y en su tragedia. Tal vez fue Chase Henry, el borracho oficial del pueblo, quien lo dijo con más elocuencia:

"Observad, almas prudentes y devotas,
las contracorrientes de esta vida
que honran en la muerte
a los que en desgracia vivieron."

 

Sandro Cohen