Material de Lectura

 

A Germán Arciniegas, en Bogotá

América mía,
te palpo en el mapa de relieve
que está sobre mi mesa predilecta.
¡Que cosas te diría
si yo fuese tu profeta!
Aprieta con toda mi mano
tu armónica geografía.
Mis dedos acarician tus Andes
con una infantil idolatría.
Te conozco toda:
mi corazón ha sido como una alcancía
en la que he echado tus ciudades
como la moneda de todos los días.
Puestas de sol, desde Buenos Aires
llevaron a México el ojo futuro de mis osadías.
Tú eres el tesoro
que un alma genial dejó para mis alegrías.
Tanto como te adoro lo saben solamente
las altísimas noches que he llenado contigo.
Vivo mi juventud en noviazgo impaciente
como el buen labrador esperando su trigo.
Serenata que te he llevado
río arriba del Paraná;
salmo que te he cantado
sobre los Andes o desde el mar.
Rango industrial de Sao Paulo.
Palacios y muelles de Buenos Aires.
Escuelas del Uruguay.
Dulzura caraqueña por las vegas del Guayre.
Y el ritmo colombiano
y la ternura del Perú.
Desde una esquina de Valparaíso
vi alzarse un astro audaz sobre un triángulo azul.
Y toda tú, amada, y tus islas envilecidas
por un desembarco brutal.
Y tus breves repúblicas raídas
por la extranjera voracidad.
Rondo tu mapa en relieve
con el paso invisible de mis ojos.
Te palpo con mis dos manos,
y cuando voy a decírtelo todo
me vuelvo un cielo de lágrimas
tan ancho y tan hondo,
como la angustia de un buque en la noche
cuyo jefe se ha vuelto loco.
América mía:
mi juventud se ha vuelto trágica
por este amor a ti, terrible, bello, solo.



De Piedra de sacrificios, 1924