Material de Lectura

Sankichi Toogue


El 6 de agosto



¡Cómo podremos olvidar aquella centella!
En un instante los 30,000 en las calles desaparecieron
En el fondo de las tinieblas, aplastados
los gritos de los 50,000 cesaron.

Cuando el humo huracanado y amarillo se desvaneció
los edificios estaban rajados, los puentes derretidos
los trenes llenos de gente quedaron chamuscados
vasto páramo de escombros Hiroshima.
Con pieles colgando como tiras viejas
con las manos en su pecho
pisando líquido encefálico
vistiendo pedazos de tela quemada en sus caderas
lloraban hombres y mujeres desnudos caminando en procesión.
Cadáveres como budas de piedra, dispersos en el jardín de una
escuela.

La muchedumbre se agolpó en la orilla del río,
luego trepó a las balsas,
y se convirtió en una pila de cadáveres bajo el sol abrasador.
En medio de las llamas que se levantaban en el cielo crepuscular
los barrios donde vivían mi madre y mis hermanos, aplastados
vivos,
fueron cubiertos por el fuego
en un lugar lleno de excrementos
muchachas escolares estaban tiradas;
los vientres hinchados, los ojos arrancados, las cabezas sin pelo,
los cuerpos descuartizados.
El sol matutino alumbró a una masa anónima apiñada.
Nadie se movía.
En el estancamiento del hedor
se oía sólo el zumbido de las moscas.
¡Cómo podremos olvidar aquel silencio
que caía en la ciudad de 300,000 habitantes!
¡Cómo podremos olvidar
aquella plegaria nunca pronunciada por las cuencas blancas y
vacías de nuestras mujeres y nuestros hijos!