Oda al amor
Implacable ansiedad de querer tanto, Fatal delicia de seguir queriendo; Amor terrible con tu mismo encanto. Porque es así que sin pavor ni estruendo, Viene y nos clava el peligroso infante, Tras la gota de miel dardo tremendo. ¡Oh, fiero menester el del amante, Ya que sólo mordiéndose a sí mismo Se desbasta el amor como el diamante! Y luego aquel extraño fatalismo Compuesto al par de duda y de esperanza, Cual la noche es estrella y es abismo. En aquella incurable destemplanza, Tuércese el vino de la fe, y es trueco De piedra dura el pan de la confianza.
Y te vuelves lector, el mozo enteco De la tertulia, el infelice avaro Del guante impar o del ramito seco; Mientras ella con rostro ingenuo y claro, Hace la niña boba cuya cinta Blasona idilios en pueril descaro; O con premioso afán mancha de tinta Sus labios, al ponerte en la posdata Una cruz breve y lo que así te pinta.
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