Material de Lectura

José Regio



Selección,
traducción y
prólogo de
Francisco Cervantes



VERSIÓN PDF

 


Hombre adentro o la poesía de José Regio

 

El poeta de Vila do Conde, nació en 1901 y murió en 1960, dejando una abundante obra de creación, así como una importante producción ensayística. No fue el único de su generación y acaso más bien deba decirse que fue típico del grupo Presença, al que pertenecía. Pero si hay quienes encuentran fundamental, dentro de la narrativa portuguesa, "romances" (novelas) como Jogo de Cabra Cega, otros habrá que consideren artificial esta forma de novelar.

Lo cierto para el caso, es que se trata de un poeta de primerísimo orden. En su obra se dan los conflictos del alma humana de fines del siglo xx, con mayor lucidez que en el católico tradicional y que ha ocultado el materialista. Su concepción cristiana del mundo —ideología de la que ni el marxismo puede prescindir— no es la concepción cerrada y estrecha que los trasnochados liberales impugnaron e impugnan. Su enfrentamiento consigo mismo, con el mundo y las otras creaturas, su sentimiento de absoluto desamparo y su amor imperfecto, alcanzan momentos de cimas y simas, elevadísimas y oscuras. El dolor de esta existencia conflictiva, vacía, incongruente, puede sorprender, pero está expresado con tal verdad y desnudez, que el énfasis la hubiera destruido, en cambio su sentido del humor la hace vivamente grotesca hasta las lágrimas, con eso que se llama sentido de la realidad.

Los Poemas de Deus e do Diabo, As Encruzilhadas de Deus de José Regio nos hablan a gritos del hombre y sus ansias de infinito, del hombre que no es únicamente burda fisiología, y que no podrá salir adelante sólo con soluciones políticas y económicas, que esto es plantearse sólo una parte del problema de la existencia humana. Aquí el hombre da consigo mismo, tocando fondo todo el tiempo, bajo una tensión que sólo el lenguaje humano, así triste, así enlamado y purulento, puede empezar a descifrar, si es que alguna vez lo descifra.

El hombre moderno descubre que es profundamente antiguo. Que la fenomenología y la problemática son iguales en todos los tiempos y que la idea de progreso es profundamente inhumana. Sólo que —en esto sí parece haber habido evolución— se ha descubierto la forma en que los líderes y el poder son, inevitablemente, decepcionantes y tramposos: verdaderos malandros. Y que, tras el extremismo y la intolerancia —se llame como se llame su creencia—, sólo pueden estar el afán de lucro y la miseranda detentación del poder.

El hombre de adentro, que las ideas totalitarias quieren condenar, como han querido desde siempre, sale a la luz en cada línea de la poesía de José Regio. Ese hombre enmazmorrado, pobre, que siente la vida y sus horas sólo clasificadas separadamente por las convenciones:

 

La gente se acuesta... es de noche;
Se levanta la gente... es de día.

 

Ese ser de excepción de O Papão (El Coco), que es cualquiera de nosotros, si tiene eso que se llama ánima, que es lo que nos conserva vivos, está en todos. Ay de aquel que no se identifica siquiera un poco con él. El egoísmo de la Carta de amor, la incompetencia de la entrega allí reflejados nos habla del mundo, nuestro contemporáneo. Ese mundo que Bernanós había señalado con tanta lucidez y dolor en esas magníficas líneas dirigidas a Jorge de Lima.

Y la vergüenza que el ser en estado de gracia tiene que sentir en este mundo de traficantes, de Fantasía sobre um velho tema nos hiere y salpica de esa materia inevitable y sórdida, en la que hallamos justificación a la sordera y la torpeza. ¿Quién no es ese hombre que ha encerrado a su Arcángel en la mazmorra, para ver si puede ser como toda la gente?

Regio no perdona a nadie, porque la condición humana tampoco lo hace. Y cuando leemos su obra, de pronto nos encontramos con ese espejo en que se ve O Papão, con idéntica sorpresa que él, aunque con mayor rechazo.

Las raíces humanas de su obra tendrán que ser divinas. De ello dan prueba sus poemas.

El sentido profundo de la portuguesidad o la lusitanidad, ejemplares en Fado Portugués o Portugal de todo o mundo, no incluidos aquí, son herencia universal. Veamos la sexteta inicial de Fado.

 

O fado nasceu um día
Quando o vento mal bulla

E o ceu o mar prolongava

Na amurada de um veleiro

No peito de um marinheiro

Que estando triste, cantava.
 


En esa canción nacional que es el fado, late aún el espíritu camoniano, sigue viva la estela espiritual que llevó al hombre Além do bojador. En la leyenda y en la historia, el eco de Os Lusiadas se perpetúa con esa nostalgia atlántica que sólo alcanza a expresarse con la palabra inmortal Saudade. Esa saudade de las regiones donde el poeta nació y que nos hace el mismo efecto a cada uno, ante el recuerdo de nuestros y propios lugares originales:

 

Vila do Conde espraiada
Entre pinhais rio e mar...
 


Pero se nos antoja que la mejor manera de entrar en materia es empezar por leer al propio poeta. El nos acompañe y os lleve.

Francisco Cervantes

Nota biográfica

 

Nacido en Vila do Conde, lugar a donde se retiró Antero de Quental hasta su muerte, José Regio hizo estudios de Letras en la Universidad de Coimbra, de la que fue Bacharel e Mestre. El incalculable valor de su obra poética le fue reconocido en vida, incluso por aquellos que ideológicamente estaban en rumbos, si no opuestos, sí divergentes, como Álvaro Cunhal, actual dirigente del PCP. Con Adolfo Casáis Monteiro fue de los principales animadores de la revista Presença, cuya importancia no sólo radica en expresar plenamente a esta generación, sino también en haber contribuido grandemente al reconocimiento universal de Fernando Pessoa.

Si José Regio no hubiera sido el extraordinario lírico que hoy disfrutamos, bastaríanle obras como Jacob e o anjo y su obra dramática para colocarlo en primer plano de la obra de creación lusitana.


Fantasía sobre un viejo tema

 

Me habita un Poeta
Que intento esconder,
A ver
Si puedo ser
Como toda la gente.

Abrí mis mazmorras
Y en el último desván
Lo encerré a agua y pan
Con grilletes
Y agua corriente...
(A ver
Si puedo ser
Como toda la gente).
Después, salí a la calle
Todo arreglado,
Peinado,
Acerado,
Satisfecho,
Porque en verdad yo juzgaba
Que la multitud que giraba
Pensaba en mí
Así:

Allí va un hombre
Tan decentemente
Que, naturalmente,
Nada debe de tener
Que nos esconder...

Delirantemente,
De mí para mí,
Yo pensaba así:
¡Ser como esta gente!
¡Ser aún menos gente!
¡Ser más toda la gente
Que toda esta gente!

¡Sí!
Rabiosamente
Yo pensaba así.
...tanto más rabiosamente
En tanto más lejos de mí,
Del fin
De la última mazmorra,
El poeta emparedado,
Hambreado,
Encarcelado
Cantaba en su prisión:

Si aquí me encerraron,
Fue porque no pude alcanzar
El hueso a limpiar,
Que a mí me arrojaron...

Porque los despierto,
De noche y de día,
Con la llama fría
De mi cuchillo abierto.

Porque la pobreza
Que volví tesoro
Es mucho más oro
Que esa su riqueza...

Porque en horas muertas,
Yendo en el camino,
Llamé a las puertas
Y seguí sólito.

Yo pensaba:
Sí, realmente,
Si te encerré fue por ver
Si puedo ser
Como toda la gente...

Y bajito,
Recogido, muy en mí,
Como un pajarillo de cuenta,
Yo le cantaba también,
Recogido, muy en mí,
Canciones para dormir:
Cosas que el padre o la madre
Nos cantan para arrullar...
Así...

Duerme un sueñito larguito,
En tu cunita, acostado,
Que el coco ya fue ahuyentado,
Y yo no dejo a mi queridito...

Duerme un sueñito prolongado,
En tu cunita extendida,
Que yo te quito el cuidado
Velando por mi adorado...

Y así, con todo esto en el pecho,
Un loco y su mazmorra,
Yo seguía satisfecho:
Porque en verdad, yo juzgaba
Que la multitud que giraba
Pensaba de mí
Así:

Allí va un hombre
Tan decentemente
Que, naturalmente,
Nada debe de tener
Que nos esconder...

¿Cómo era que, de repente,
En los ojos de quien pasaba
(Uno cualquiera)
Imaginaba
Ver asomarse, acusándome
A un coloso,
Un poeta inofensivo
Con hierros en los tobillos,
En las muñecas
Y en el cuello?
Ay, ¡timbrecillos de alarma
Bajo dedos de otro mundo!
Y ni sé cómo
Trastornado hasta el fondo
De mis mazmorras recónditas,
Melodramáticamente,
Yo avanzaba
Todo de brazos abiertos
Hacia alguno que pasaba.

Entonces,
Frente a mí, ahora,
Alguno, y no sin razón,
(Algún patanón)
Se detenía, reía,
Decía
Que yo era loco perdido...

Y, aturdido,
Yo me echaba a correr.
La multitud
Se detenía para ver
A este señor bien vestido,
De buen ver y buenos modos,
Huyendo, como un perdido,
¡Ante el asombro de todos!

Sarcástico,
Bien allá en el fondo
De la última mazmorra
Mi Cautivo cantaba
El orgullo de su casta:

Soy como un grito de alarma
Sobre tus somnolencias.
Yo lleno tus ausencias
Con la presencia de Dios.

El son de tus escarceos,
Reduzco a silencio y espanto.
El murmullo de mi canto
En tus oídos impuros...

¡Te quiero! Y no son tus muros
Los que impedirían te abrazara
Y te quemara la boca y la cara
Con mi ósculo de fuego...

¿Qué trucos de qué juego
Inventarás por vencerme,
Si cual gusano te sonrojas
Sin las alas que te he sido?

Y es de tal modo perdido
El afán de combatirme,
Que es tu supremo vencer
No vencer mas ser vencido...

Cantaba,
Pero, poco a poco,
Subyugaba
Mis nervios de loco:
Retomaba
De mi lista de elección
Alguna pomposa actitud...
Por ejemplo, la de aquel señor
Fundador
O benefactor
De asociaciones de virtud.

Y seguía
Con decencia y autoridad,
Mientras que con desespero,
Con crueldad,
Con odio,
Con sollozos de pasión
Gritaba allá, para adentro,
De la última mazmorra:

¡No!
No pienses
Que alguien te puede oír.
Te oigo yo, ¡y nadie más!
Pero yo no te soltaré
Ni dejaré
Que se detengan a tu puerta.
He de tenerte emparedado,
Cargado de cadenas;
Y, en una noche muerta,
He de entrar, como un ladrón,
Y te he de clavar los dientes
En el sitio del corazón;
Y te he de arrancar la lengua;
Y te he de quemar los ojos;
Y has de quedar ciego
Y así,
En mengua
De todo,
Te he de dejar
Agonizando tres días.
Entonces,
He de escribir elegías
A tu muerte:
Elegías académicas,
Sonoras,
Metafóricas,
Retóricas,
Hechas con todos los cortes,
Con toda la morfología,
Con toda la fonología,
Con toda la sabiduría
De versos saliendo iguales,
¡Como un reloj dando ayes
A la hora del mediodía!
Después, he de conservar
Tu corazón oscuro
Triturado
Por mis dientes
Lo he de conservar, pintado
Retocado,
Barnizado,
En un frasco de cristal cortado...
Para mostrarlo a los visitantes,
A los amigos y a los parientes...

Hablando así,
Para adentro
Del subterráneo nefando,
Iba andando
Con aspecto satisfecho,
Y derecho,
Bien seguro,
Sobre todo consciente
De estar igualmente siendo ahora
La parte de afuera
(la cal del muro)
De toda la gente.

Así entro en varias casas,
A través de varias calles,
Parando ante varios aparadores,
Saludando
A un lado y al otro...

Hasta quedar
En una sala cualquiera
Donde están sentados
Hombres y mujeres
Con aire de embalsamados.

Criados
Vienen y van
Con bandejas
En la mano.
Flota, como en las iglesias,
Un aire de hipocresía...

Mientras
En un rincón,
Con honda neurastenia,
Un piano hace on, on,
Como un pobre perro enfermo.

Luego,
Entonces,
Alguna niña Marguerithe
Implora que yo recite
La última producción.

Me rehusó,
Ella insiste,
Voy al centro de la sala,
Todo se calla,
Me siento triste,
Me falta el habla,
Me falta la respiración
Y sudando de angustia, ronco,
Dibujando en el aire gestos de loco,
Arranco, con gran esfuerzo
Estas palabras, al Otro...

¡Palabras
De todo mi corazón!

En el silencio total te contemplo. Murió
La ya póstuma luz de los astros muertos, en el cielo cóncavo.
¡Llegó nuestra hora! La realidad somos tú y yo.
¡Te contemplo, Señor! Yo, tu indigno esclavo...

Tus ojos serenos y crueles
Me despojan de toda ornamentación:
Y yo tiemblo, desnudo, sobre mis tristes, preciosos oropeles,
¡Desnudo y cubierto de confusión!

Recuerdo mis manos viles, mis ojos lasos,
Y mi carne marchita y mi sudor,
Y mis pies deformados y las heridas de mis brazos...
Ten piedad de mí, hermoso señor.

Continúas mirándome. Imperturbable,
Tu mirada traspone mi desnudez.
Y por más que me recoja a tus pies, miserable,
El alma me duele, ¡porque tú la ves!

¿Cómo eres tan cruel siendo tan bello?
Quítame tu mirada, que me tortura,
Dura y fría como el filo de un cuchillo...
¡Evítame tu hermosura!

¡Ah, qué martirio!
Tenerte siempre tranquilo, grande, bello,
Plantado frente a mí, que soy delirio,
Rechinar de dientes insanos y reír amarillo.

¡Sal de mi vista, mi amado!
Clama por mí el suelo del que soy digno.
¡Déjame resignarme! Estoy cansado.
Sólo por pudor hacia ti no me resigno...

Déjame ir a ver allá abajo a los saltimbanquis.
A gozar el vil ballet que sube a escena.
¡Déjame ocupar mi lugar en los bancos,
Exhibir mi número en la arena!

¡Déjame ser vulgar!
Pues si no puedo ser lo que tú eres
¿Por qué me tomas así para rastrear,
Con un grillete a tus pies?

Triste, impotente, en vano dentro de mí grito estos gritos:
Te miro... y callado, desnudo y mudo,
Porque tus ojos nítidos y fijos
Se me anticipan a todo.

Y yo sé que no te irás ni yo me iré.
Pesa sobre nos dos la misma condición;
Que yo nací siervo de tus pies de rey;
Tú, ¡pobre rey, siervo de mi servidumbre!

Me callo, afligido.
En torno,
Con un aire de compromiso,
Dicen que sí, que es bonito,
Se dan con las puntas de los dedos,
Me dan palmaditas,
Con un movimiento comprensivo
De las frentes estupefactas...
Y la niña Marguerithe
Levantando los omóplatos,
Baja lánguida
Los párpados timoratos
Sobre la cinta del vestido.

¡Ah, yo sé!
Sé que nadie me comprendió,
Ni podía comprender
Mi combate de amor:
Ese diálogo entre mí y yo.

Y encogido en un rincón
Como el piano,
Gozo onanísticamente
La gloria de ser vencido,
Gritando a mi tal demente
Allá, en su fondo, escondido:

¡Venciste porque eres más grande!
¡Porque tenías que vencer!
Porque yo soy débil,
Porque no te puedo tener
Callado, en tu agujero!
Yo, al final,
Soy una triste mezcolanza
De osadía y de cobardía.
Soy tú y yo...
¡Soy banal!
No soy piel ni carne viva,
No sé subyugar a ninguno,
¡Padezco la alternativa
De nunca ser sólo uno!

En tanto, al lado, de soslayo,
Hablando para un sujeto,
Asomado, como un cuco,
Sobre su hombro perfecto,
La dama de un alto pecho
Y de una boca roja
Dice:
—No parece antipático.
—No... sólo loco.
—Tal vez un poco lunático...

Y yo, sintiéndome ridículo
Con mi aire sorumbático
Me voy a encerrar en un cubículo
Donde no hay nadie,
Y en donde la voz del Arcángel preso,
Desde allá, de los fondos, alta, viene:

¿Por qué es que de mí reniegas si yo soy Uno,
Y tú, aún desdoblas, tú no eres ninguno?

¿Por qué me rechazas si no hay batalla
Que, ni aún ganada puedes creer que te valga?

¿Por qué de todos ellos me escondes aquí,
Si yo soy ellos todos, y aún yo soy ti?

¿Por qué sólo exhibes en tu portal
Viles máscaras mías...?

Etc., y tal.


Elegía bufa


...Acuso!

¡Ay, vida sin alegría,
Sin desespero ni nada!
La gente se acuesta... es de noche;
Se levanta la gente... es de día;
Y la misma puerta cerrada
Del lado de cada vía,
De cada lado, de cada...
Finge que es guía.

Así, ¿qué puedo yo hacer
De mi alegría?
Sólo comparables
A mis desánimos...
...Los tengo
Mas esos dones inefables
Me suben hasta la boca,
Se me vuelven acidez;
Que yo tengo dientes postizos
Con caries de verdaderos.

¡Protesto!...y como todo lo mío,
¿De qué me vale?
Sólo como
Lo que me dan de comer
Los carceleros.
Sólo bebo
Lo que me dan a beber.
¡Sólo tengo lo que no es mío!

¿De qué me vale?

¡Arriba, arriba, gaviero,
Arriba, hasta el tope real!»)
¡Ay, tope real quebrado,
Envuelto y conservado
En el cuarto de cuatro muros
Como mi cuarto!
Cerrado,
Con cortinas en las ventanas;
El tope real en un rincón,
Momificado,
Como un violín sin cuerdas.
Por el suelo pasean cucarachas,
Brillantes, burlonas, gordas...

En los rincones telas de araña
Con harapos de tejidos,
De sueños envenenados,
Con insectos enredados;
Un cementerio de moscas.

Colgante
Del techo recto
Como un pendiente;
Y yo, paseándome en alpargatas
Y declamándole a las paredes
Alguna vieja conseja
Con lunas y con bastos.
Ven, ¿quieres que te cuente el cuento
De las calzas azules?
»)

El cementerio de las moscas
A veces me golpea en la testa.
Tropiezo con sillas toscas
De pie cojito
Y al lado, el señor Antúnez,
Que es mi vecino,
Escucha tan virilmente
Que hace temblar las paredes...
La bella doña Praxedes,
Señora decente
Del cuarto de enfrente,
Rompe vengativamente
En un sarcástico falsete.
Y el loro de la escalera
Comenta y repite:
«¡Malos rayos a esa gente!
¡Todos son manada!
¡Malos rayos a esa gente!
¡Todos son manada!»

¡Así es el lecho en que me acuesto,
En el agujero de mi cuarto
Y donde sufro el dolor del parto,
Que no acaba,
De mí mismo!

(Relámpagos, soles, cúmulos,
Alas de ángeles sobre cúpulas,
Pasadas del Mar Rojo)
Así es mi cuarto que huele
A cisco, a viejo
Y a vida podrida, vacía...
¡Ay, vida sin alegría,
Sin desespero ni nada!
La gente se acuesta... es de noche;
Se levanta la gente... es de día.

¡Buey agotado, sufre tu yugo!
(Me mordí la uña mayor;
A médula me sabe la boca)...
¡Arre con tu carro!
¡Sufre tu yugo!
¡Arrastra tu carreta!
Y si estás agotado del todo,
Puedes quedar bien cargado
En la lama de la calle...

En una almohada de lodo.
Y volviendo hacia quien pasa
Un ojo muerto, vidriado,
Redondo, espantado, enjuto,
¡pero enorme!
Porque detrás de esa vidriera
¡Dios no duerme!

Poeta
De labios de infante,
Cabellos de seda,
Sonrisas de luto...
¿Por qué te detienes
En el rincón
De la ventana vacía?
¿Qué sueño te enreda
Que tanto
Desvarías?
¡Retírate! Enfila
Hacia las mangas de alpaca.
Siéntate a la mesa y comienza.
Inclina la cabeza
Con la lengua de fuera,
Y copia, copia, copia, copia
Con letra legible y opaca.

Ora ahora
Consigues que guste y sonría
Su señoría
El Jefe de la Oficina.

...¿Así qué puedo yo hacer
De mi alegría?

¡Acuso, protesto, acuso!
¿De qué me vale?

De tus versos
¿La línea es seria o la intención
Tuya es ser zumbón?

¡No sé lo que son!

Tienes mesa y mantel compras,
Pero te falta el pan.

Son sollozos de ironía.

Así, ¿qué puedo yo hacer
De mi alegría?

Que la pelota que rebota la encontré poca
El techo bajo y recto me pesó,
Por la hendidura de la puerta el humo entró.

¡Por eso la fuente cantó ronca!
Por eso la fuente canta ronca,
La fuente que Dios bendijo.

Que el mundo que ya pasó
Allá se miró...
¡y bebió!

Por eso, yo.

«Por eso grito y gritaré,
Del fondo de mi alma hasta la muerte:
¡Aquí, del Rey, aquí, del Rey!»


Cartas de amor

 

¡Óyeme! si es que aún
Me puedes tolerar,
En este papel rasgado
Por las aristas de mi alma,
¡Ay! ¡las absurdas intrigas
Que te quisiera contar!
¡Ay, los enredos,
Los miedos
Y las luchas en que medito,
Sea o no sea por eso,
Sin descansar
Un momento...!
Quien sufre piensa, y el tormento
No es sufrir, es pensar.
El pensamiento
Hace tragar el vómito de hiel...
¡Oye! si soy cruel
En este papel quemado
Con los incendios de mi alma,
Es de rabia porque en balde
Te intento decir sin falsedad
Cosas que, dichas, ya no son verdad...
¿Busco yo decirlas
O intento esconderlas?
¿Busco yo decírtelas
O busco la vanidad
De hablarme más a mí, de modo que me oigan
Esos mismos que desprecio
Y cuya alabanza me es cara?
¡No me creas!
Lo que digo
Antes o después, lo peso;
¡Y no! ¡no es a ti a quien me declaro!
Sé que no me entiendes.
Sé que en cuanto mejor te revelo
Mi mundo profundo,
El fondo del mar,
Los limos de mi pozo,
El antro que es sólo mío (siendo, a pesar de todo, nuestro)
Menos me entenderás,
Tú, ¡mi mitad!
Por eso no me es sino vanidad
Mi amor, mi pretexto
De este miserable texto...
¿Ves cómo soy?
Pero soy peor que esto.
Sabe que si me acuso
Es sólo por el vicio antiguo
De lamerme las manos y arañarme el pecho
¡De exhibirme al Cristo!
Sábete a mi respecto,
Que voy más allá de lo que digo.
Sabe que los males que ahora uso,
Como quien usa
Peluca o dentadura
Son la pintura
Que esconde los más verdaderos,
De otro tenor...
¡Y sabe que soy peor!
Sabe, si es que no lo sabías,
Que tu amor por mí me hizo alcanzar el amor.
Que a ti... ¡quién sabe si te amo!
Sé que me dejan solitario
Ante el gritar de los mundos y de los siglos;
Sé que mi camino es un calvario;
Sé que el silencio
Me ha de sepultar en vida;
Sé que el pavor, la noche, el frío
Serán el jardín de mi ermita;
Sé que siento compasión por mí.
Queda tú, sabiendo así,
¡Querida!
Porque te llamo.
Pero, ¿amarte?
¡No, mi vida,
No! Me redujeron a esto
Sólo a mí me amo.
Ámame tú, si puedes,
Sin intentar esconderme:
Podrías creer que me encontrabas,
Y entonces yo te perdería, y tú tendrías que perderme...
Al menos tú... ¡desiste
A la sobrehumana prueba que te pido;
La más heroica!
La más oscura y más triste
Es esa, y este es mi precio.
Más que el despecho, el odio, la incomprensión
De aquellos por los que pasé sereno,
Extendiendo la mano, afable,
Al frío, pérfido, amable
Apretón de su mano;
Me hiere,
Me pesa en el corazón,
El frustrado amor de los que me interpretan.
¡Ay, bien quisieron amarme!
¡Bien lo intentaron!
Pero nunca me perdonaron
El no ser dominados
Y el no poder dominarme...
Y así nuestro amor fue una lucha
De dos cobardes abrazados.
Entre tú y yo.
Tan profundo es el contrato
Que no puede haber disputa.
No es el pacto
De un pobre apretón de manos:
Entre nosotros, sí o no.
¡Desnúdame... ve si me quieres!
¡Desnúdame con desvergüenza
Que es la hermana del desespero!
¡Ve si me quieres
Sabiendo que yo no te quiero,
Ni te merezco,
Ni merezco ser amado
Por la peor
De las mujeres... !
¿Podrás amarme así?
(¿Cómo explicarme?)
Por alguna cosa que yo fuera,
Pero ¡no por mí, no por mí!

Te beso los pies, mi amor.


Repartición

 

Para darles a mis hermanos
La parte que les cabía,
Metí las manos
En el arca vacía.

Sentí polvo en los dedos. Fría
Retiré la mano sin nada.
Si la vida ya fue dada,
¿Qué más, para dar, había?

En mis dedos
El polvo aún relucía.
Cenizas de antiguos secretos,
Muerte que aún viviría.

Tesoros míos de algún día,
¡Lleváoslos, vientos ligeros!
Mis hermanos verdaderos
Van a llenar el arca vacía.


El coco

 

Atrás de la puerta, erecto y rígido, presente,
Él me espera. Y por eso estoy turbado.
Y voy a pisar, exactamente,
La sombra de Él en el enlosado.

—"Señor Coco",
(Yo tartamudeo),
"Déjeme ir a dar mi clase,
Soy profesor del liceo..."

Pero su hálito
Me marcó, frío como tacto de espada.
Y yo salgo pálido.
Con la garganta cerrada.

Me preguntan allá afuera: "¿Estás doliente?"
—"¡No! (les grito)..." "¿Por qué?" Y hablo y río divirtiéndome.
Y lo peor es que hay palabras en que me detengo,
bruscamente.
Y que me duelen, duelen, duelen, prolongándose e
hiriéndome...

Entonces, en el aire,
Levitándose, todo subvertiendo, enorme,
Él da frío y luz, como un claro de luna...
Y yo le escucha la risa muda.

"Señor Coco"
(Yo tartamudeo), "por quien es",
"Déjeme quedar aquí, en esta reunión,
Sentadito, tomando mi café...

Pero los gestos mínimos y palabras de mi día
Quedaron llenos de sentido.
Tener de más qué decir... ah, ¡qué fatiga y qué agonía!
Es natural que yo sea repelido.

Huyo. Y en mi mansarda
Le repito: ¡Señor Coco!
Si es mi Ángel de la Guarda,
¡Guárdeme, pero de usted, de la vida no!

Raya como una tea entonces su mirar.
Sus alas sin fin vibran en el aire como azote
Y hasta en el lecho en que me tiendo a estar,

Nosotros luchamos toda la noche.
Hasta que, vencido, inerme
Ante el esplendor de su cara,
Me postro de repente, y beso el suelo ante Él
Reconociendo su máscara.

Le rezo: "¡Dios mío, señor Coco, perdón!"
"¡Yo no soy digno de esta guerra!"
"¡Ahórreme su revelación!"
"¡Déjeme estar aquí, en la tierra!"

Cuando un súbito viraje
Me hace ver (¡Truco ya viejo!)
Que estoy frente al espejo,
Ante mi propia imagen.


Bibliografía

 

Poesía

Poemas de Deus e do Diabo (1925).
Biografia (1929).
As Encruzilhadas de Deus (1936).
Fado (1941).
Mas Deus é Grande (1945).
A Chago do Lado (1954).
Filho do Homem (1961).
Cántico Suspenso (1968).


Romance, conto e novela

Jogo da Cabra Cega (1934).
Dovam Grandes Passeios aos Domingos ... (1941).
O Príncipe com Orelhas de Burro (1942).
Historias de Mulheres (1947).
A Velha Casa:
I. Urna Gota de Sangue
(1945).
II. As Raízes do Futuro (1947).
III. Os Avisos do Destino (1953).
IV. As Monstruosidades Vulgares (1960).
V. Vidas Sao Vidas (1966).
Há Mais Mundos (1962).



Teatro

Primeiro Volume de Teatro (1940). "Jacob e o Anjo" e "Tres Más­caras", seguidos de un posfácio.

Jacob e o Anjo (1953).
Benilde ou a Virgem-Máe (1947).
El-Rei Sebastiáo (1949).
A Salvagao do Mundo (1954).
Tres Pecas em um acto (1957). "Tres Máscaras", "O Meu Caso" e "Mario ou Eu Próprio - o Outro".



Critica e ensaio

Críticos e Criticados (1936).
Antonio Botto e o Amor (1938).
Em Torno da Expressao Artística (1940). Tres Ensaios sobre Arte.
Pequeña Historia da Moderna Poesía Portuguesa (1941).
Ensaios de Interpretado Crítica (1964). Camóes, Camilo Pessank,
Florbela, Sá-Carneiro.

Tres ensaios sobre Arte (1967). Em torno da Expressao Artística,
A Expressao e o Expresso, Vistas sobre o Teatro.

 

Antología

Líricas Portuguesas, 1.a serie (1944).
Luís de Camóes (1944).
Poesía de Amor (1945). De colaboracáo com Alberto de Serpa.
Poesía de ontem e de hoje para o Nosso Povo Ler (1956).
Alma Minha Gentil (1957). De colaboracáo com Alberto de Ser­pa. Antologia da Poesia de Amor Portuguesa.
Na Mao de Deus (1958). De colaboracáo com Alberto de Serpa. Antologia da Poesia Religiosa Portuguesa.