Material de Lectura

 

Introducción

Nacido en Cette, departamento del Herault, Francia, el 30 de octubre de 1871, Paul Valéry es uno de los autores más significativos de nuestra cultura. Muy joven —vivía aún en su ciudad natal— llamó con sus textos la atención de algunos de los grandes poetas franceses y europeos que, a fines del siglo XIX, se reunían en París. Cuando llegó a la capital, sus primeros trabajos ya le habían labrado una firme reputación. Colaboró entonces con algunos de esos maestros en la fundación de una revista que se llamo El Centauro. Después se alejó de todo y de todos: "Vivía yo lejos de toda literatura, puro de toda intención de escribir para ser leído y por lo tanto en paz con todos los seres que leen...", e incluso la idea de publicar, cuando se lo sugirieron sus amigos, le incomodaba sinceramente: "¿Cómo agradar y agradarse? Me decía yo lleno de ingenuidad..." Sin embargo su producción intelectual comenzó a aparecer con regularidad. En 1895 dio a la prensa su ensayo Introducción al método de Leonardo da Vinci y, casi quince años después, su notable El Señor Teste. Este intermedio representó más su obstinada disciplina y su rigor ilimitado que su razonada timidez. El fecundo resultado de ese retraimiento fue Charmes (1922), una colección de poesía de rara magnificencia cuya pieza central es el prodigioso y delicado texto que hoy publicamos: El cementerio marino. Este libro, junto a Álbum de versos antiguos (1920) y Mer, marins, marines, contiene la mayor parte de la producción poética de Paul Valéry. De ellos es inseparable la producción ensayística que abarca desde la filosofía (Variedad I y II, 1928-30) hasta las artes plásticas (Veinte estampas de Corot, 1933; Eupalinos o el arquitecto, 1927) y la danza (El alma y la danza, 1927) –estos últimos en forma de diálogo socrático–. El teatro y la ópera tampoco le fueron ajenos.

Después de 1933, el poeta se recluyó nuevamente en su propio e intenso mundo de meditación que sometía a la más rigurosa autocrítica el trabajo hasta entonces realizado y aquel a realizar. Sólo la guerra pudo sacarlo de él; abandonó su retiro e ingresó activamente a la resistencia francesa. Fue quizá la liberación de su país el último gran placer de Valéry: murió en París el 20 de julio de 1945.

¿Qué decir de El cementerio marino cuando su autor mismo invalidó repetidamente que algo pudiere decirse de la poesía? (Aunque no del proceso de su elaboración, lo que nos lleva a incluir aquí su A propósito de El cementerio marino). Quizá no se trate de comprenderlo (ya que eso "sería reemplazar el poema por otro lenguaje cuya condición, impuesta por el lector, es la de no ser poético") pues "el objeto de la poesía no es, en manera alguna, comunicar a alguien una noción determinada; para eso es para lo que sirve la prosa". Nuestro oficio, como lectores de este poema, posiblemente deba, en todo caso, "gozar de una muy grande libertad respecto a las ideas, libertad analógica a la que se reconoce para el oyente de la música", es decir, que en el poema es "el sonido, el ritmo, las aproximaciones físicas de las palabras, sus efectos y sus influencias mutuas lo que domina a expensas de su propiedad de consumarse en un sentido definido y cierto [...] es la forma conservada como única y necesaria expresión del estado o del pensamiento que acaba por engendrar en el lector lo que constituye el resorte de la potencia poética".

Guillermo Sheridan
 
* Las versiones de El cementerio marino y A propósito de El cementerio marino fueron tomadas de la Revista Et Caetera, números 17 y 18, tomo V, oct. 1955, Guadalajara, Jal.