Material de Lectura

 

Nota introductoria
 

Dos libros y algunos poemas publicados en revistas literarias de México constituyen, hasta la fecha, el itinerario poético de Gerardo Deniz. El primer libro fue publicado en 1970: Adrede (editorial Joaquín Mortiz) y el segundo ocho años después: Gatuperio (Fondo de Cultura Económica, 1978). Estos dos libros comprenden poemas fechados desde 1955 hasta 1976 y en ellos —así como en los publicados en revistas de fechas posteriores— se puede apreciar toda una forma peculiar de escribir, de construir. En su obra, sobre todo, hay un placer estético por las cosas de este mundo que, ayudado por el mismo placer de las palabras y muy frecuentemente por la ironía y un espectro vastísimo de lenguaje combinado con un espíritu de erudición, hace de su poesía un camino sinuoso y deslumbrante que tiene no poco de sus orígenes en la obra de Góngora.

Poesía que pertenece a la mejor tradición de nuestra escritura, por insólita, por lo deliberado de sus construcciones, porque en los poemas existen historias acaecidas, de personajes, ciudades, escrituras que adquieren nuevos significados, como en la poesía de Eliot, por la riqueza de sonidos, por las metáforas inéditas, etcétera. Como ya algunos poetas se han preguntado: ¿qué pasa con la poesía de Gerardo Deniz, que no es leída ni comentada? Será porque no es fácil, porque como la de algunos poetas tendrá que esperar largos años para ser descubierta. Esta poesía llama la atención por lo contemporánea, no por lo actual que pueda ser para otros, en tiempos posteriores. Contemporánea porque es de construcciones a veces insólitas, por toda la gama de posibilidades para elaborar un poema, por el sonido y el sentido del humor. Sorprende a cada paso en estos poemas lo variado de los temas; gatuperio de historias, conceptos, palabras que a primera vista parecerían inconciliables. Se vale echar mano de todo, de la ciencia, de la música, de la historia, de la misma poesía pero, eso sí, con inteligencia y con gusto, sobre todo porque así se siente más pleno el mundo. El poema se enriquecerá en tal forma que lo que fue un motivo estético o erótico se vuelve un vasto recorrido (a veces sentimental) por la materia; la mano que toca texturas, objetos, por ejemplo, es cada vez más grande por lo que percibe y lo que sabe de este mundo; el tacto gana, el poema es como "mancha de aceite que crece despacio por el papel". Conforma con todo ello una obra que en muchos lugares es sorprendentemente afortunada y siempre rica en alternativas y maneras peculiares de sentir y ver este mundo. La poesía para Gerardo Deniz es ante todo un terreno sensual y estético.

HUELEDENOCHE

Terrestre la noche abierta en tantos lagos redondos
(comparten sin saberlo las cosas del cielo)
y ahora también, de pronto,
en esa flor de las afueras,
esa flor hecha casi de aire,
aroma sólo y que tal vez no existe...

Sería difícil hablar de una corriente o inclinación de la poesía mexicana en los poemas de Gerardo Deniz. Quizá en sus primeros, los siete iniciales del libro Adrede, se dejen sentir algunas resonancias de la poesía de Octavio Paz: "y esta voz es humo,/ porque estás hecha de muchas palabras,/ pero no eres ninguna". Más adelante hay ecos de otros poetas, algunos ya señalados por Octavio Paz y otros: T. S. Eliot, Saint-John Perse, Alí Chumacero, Góngora, Leopoldo Lugones.

En la primera sección de Adrede hay, además del rigor formal inmediatamente reconocible en sus diez sonetos, un resplandor de los andamiajes, caminos que el poeta seguirá a lo largo de su poesía: "El follaje se afila y palidece/ en la falsa tiniebla de la mitad del cielo."

Entre los sonetos que siguen hay particularmente tres que deslumbran por su rigor sensual, los titulados "De ruina". El primero recuerda la atmósfera de los poemas de Alí Chumacero en sus Palabras en reposo.

Sigue "Estrofa", un poema que abre y da inicio a la voz y a la dicción de Gerardo Deniz. Aparece en primer término el mar, lugar que incesantemente circulará en su poesía; aquí el mar está frente al risco, frente a la conciencia, y viceversa. Será ahí "donde muerden las olas/ sitio de la conciencia, Babel endurecida", el lugar que el poeta escoge para desarrollar a lo largo de 20 años una poesía de "sustancias pegajosas". De ahí en adelante los poemas estarán anegados de referencias a escrituras antiguas, a lenguas extranjeras, a descubrimientos científicos, a pasajes musicales, a "un vicio de dicción" intolerable.

Es un hecho que para el poeta, y aquí ya Ulalume González de León y otros lo han señalado, los sentimientos, la profunda visión estética, la moral, la historia, el amor, la música, son elementos que están íntimamente ligados con los fenómenos físicos y biológicos, es decir, que funcionan en su poesía de la misma manera. Son igual de estimables para elaborar el poema el ácido bromhídrico que cuando "andas tigresa, como tú dices", mientras sirvan para construir imágenes y metáforas que enriquezcan alguna sensación o alguna escena específica (por cierto, éstas algunas veces sugieren lugares inusitados o situaciones embarazosas).

Un rasgo muy peculiar de esta poesía es la forma de entretejer los poemas, así como lo inesperado de ciertos versos. En el primer libro, en gran parte de los poemas, hay una imagen o un verso que ubica, desconcierta, pero acierta en cuanto a la resolución del poema: "o la figura hermosa de muchacha huesuda sacudiendo sus sandalias en la playa", "por las terrazas desiertas, infinitivos clavados como insectos pacíficos", "navegar es necesario", "el mar, vendimiador de ojos", "este brusco olor a cuadra en medio del silencio húmedo".

De la misma manera hay versos que se refieren a situaciones muy comunes pero que inscritos en el contexto del poema sorprenden: "arrodillada en la sábana y forzando un poco la persiana para ver llover" (más tarde, en Gatuperio, habrá más parejas y persianas: en "Primera lluvia", "Posible"), "y qué pensar de ese ruido ingrato en las cocinas", "—No es el mismo caso, no es el mismo caso, aseguraba nerviosa alisando la servilleta".

Hay una sección titulada "Vacación y desquite" que en lo particular pienso que es una de las partes más plenas de su poesía. Y digo plena porque casi todos los poemas son exclusivamente sensoriales y musicales. La presencia de la música en la obra de Deniz es abrumadora. Así como se habla de influencia de poetas, también hay en esta poesía influjo de la música, sobre todo de algunos autores como Ravel y Debussy. Los dos primeros poemas de esta sección llevan como subtítulo dos obras de Ravel. El paisaje está inundado de música, cada poema es un preludio, una estampa, un espejo en donde la belleza es ingrata. La naturaleza tiene música, es decir, el poeta al contemplar el mar, el puerto ("constelaciones obedientes"), el trópico, se remite en muchas ocasiones a una bruñida pieza para piano.

En otra sección posterior, igual de lograda, sucede algo similar, aunque ahora los espacios serán interiores y el tema será erótico. Me refiero a la sección titulada "Natercia" (el nombre que Luis de Camoens daba a su amada). Pero antes Deniz ha escrito un poema como "Antistrofa", de su primer libro (poema intermedio de un tríptico: "Estrofa", "Antistrofa" y "Epodo"), en donde se pueden seguir como en un recorrido los juicios que merecen al poeta los grandes temas: la Poesía, la Historia, la Fe, el Ser, el Espíritu, trenzados con versos de una indiscutible ironía y a la vez con un aliento mayor, en donde los sentidos y la naturaleza terminan el poema en forma categórica; también hay poemas de corte irónico en "Sociologías", como hay madrigales, poemas ásperos, tiernos, bucólicos, etcétera. Pues bien, la sección "Natercia" revela con gran fortuna lo que es la poesía de Gerardo Deniz: como un black hole en donde una vez adentro ya nadie nos ve; la intimidad de una pareja, o de uno de ellos y el amor, a veces, son objetos colapsados que, cuando muy suntuosos, esperan el toque irónico como una salida a tan engorrosa solemnidad. El ejemplo máximo de esta actitud se encuentra en el poema titulado "Posible", quizá un poema ejemplar. Hay en él toda una concepción del amor, se alude a la relación de una pareja ideal como un acto que podría ser místico; ellos giran "hacia la llama" (título de una pieza para piano de Scriabin), pero el poema comenzó con un juicio contundente: cuando esté así con una mujer ideal, no cambiará nada, ninguna "chingadera", ni se alcanzará la "inocencia recobrada": llegará después un "párroco" con estampas de lo que debe ser el amor, "libertarias máximas", y sin embargo la pareja lo arrojará por la ventana, una defenestración, como sucede en otros poemas. Deniz se burla continuamente de los estereotipos. La pareja, muy íntima, mientras gira ve objetos en el cuarto, va alcanzando orgasmos; entonces no habrá gran revelación y aquí de nuevo surge la ironía: "he aquí la originalidad de este poema". El poema termina con una analogía hecha entre la erección que ya no sucede y la combustión, la oxidación total. Ellos descienden a la alfombra. Aquí ya no arderán más por hoy: "todo es de camino".

La sección más difícil de seguir y de leer son los poemas agrupados con el título "20 000 lugares bajo las madres", fechados de 1973 a 1974. Esta larga sección es, con el capitán Nemo, su submarino y la obra de Julio Verne, el gran laboratorio de Gerardo Deniz. En ella experimentará como si cada poema fuera una reacción, otra vez una "sustancia", pero ahora química. Abundan los episodios grotescos e irónicos mientras escenifica; uno de ellos se titula "El origen de la tragedia", en donde pone a la tripulación, muy en confianza, a dramatizar. "20 000 lugares bajo las madres" es un experimento en el cual Deniz pone a hervir y a cocer cosas (la historia, sectas de iniciados, personajes extraños y el lenguaje) muy distintas, que por lo general darán como resultado poemas indescifrables. Aquí Deniz tiró la red indiscriminadamente, pero eso sí, deliberadamente.

Resta decir que en esta poesía hay toda una actitud de aceptación, resignada muchas veces, ante los fenómenos naturales, las relaciones amorosas, el paisaje, la historia, el lenguaje, que en sí mismos están llenos de una belleza impasible y por tanto hay que dejarlos así, sin tener que hacer toda una teoría audaz de las cosas de este mundo, quizá "cosas de lo oscuro". Deniz es escéptico ante los juicios intrépidos que por lo general son ilegibles y huecos, de ahí la ironía permanente en su poesía; de ahí, en ocasiones, su poesía.

Cabe también mencionar que en esta antología se han incluido algunos poemas inéditos significativos; el último de esta selección es, sin duda, uno de sus mejores poemas, vuelve a saber como aquellos reunidos en "Vacación y desquite"; no deja más que la posibilidad de pisar otro poema "como a una especia nada más para el oído".

En fin, hasta ahora a Deniz le sucede como al genio de su doméstica "Lámpara maravillosa": "El alifrit está frito, nadie frota."

Deniz sí frota.



Pablo Mora