Encuentro con Ezra Pound
debes ir una tarde de domingo, cuando Venecia muere un poco menos, a pesar de los niños solitarios, del rosado enfermizo de los muros, de los jardines ácidos de sombras, debes ir a buscarle aunque no te hable (olvidarás que el mar hunde a tu espalda las islas, las iglesias, los palacios, las cúpulas más bellas de la tierra, que no te encante el mar ni sus sirenas) recuerda: Fondamenta Cabalá, hay por allí un vidriero de Murano y un bar con una música muy dulce, pregunta en la pensión llamada Cici donde habita aquel hombre que ha llegado sólo para ver gentes a Venecia, aquel americano un poco loco, erguido y con la barba muy nevada, pasa el puente de piedra, verás charcos llenos de gatos negros y gaviotas, allí, junto al canal de aguas muy verdes lleno de azahar y frutos corrompidos, oirás los violines de Vivaldi, detente y calla mucho mientras miras: Ramo Corte Querina, ése es el nombre, en esa callejuela con macetas, sin más salida que la de la muerte, vive Ezra Pound
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