Material de Lectura

Diario de poeta


Diario de poeta



Es trágico porque es... si no fuera, sería
Una puerta de casa que nunca fue golpeada,
Hecha de dios humano por deseo o patada.
Todo es trágico. Amor, todo hasta una alegría.

Nietzsche lo supo... el único de la Filosofía
Que miró el frontón griego con primera mirada,
Con sífilis, ignota, con su ciencia asentada.
Con dada eternidad como si fuera mía...

Quise morir la vez sobre los espaldares
De los asientos, y era otra vez otra vida,
Quise morir mi vida, ¡y es tantas, y se olvida!...

Porque yo soy el Otro cada vez, y me mato
Como a eterno enemigo y me huyo por los mares
Y las tierras y los cielos, sí, de mi arrebato...

La vida no se elige: la vida se padece.
¡Ay, cuánto sé que creo!... ¡y el saber se me olvida!
¡Y cada mañana es como a su fin la Vida!
¡Y me estoy esperando al principio que empiece!

Y así voy todo tiempo porque la uña crece,
Porque aún soy la sombra de cada escena sida...
Y vivo, porque soy eterno entre la ida
Cosa y la por venir como entre zeta y ese...

Dios es tenaz, tenaz como su creatura.
Y la mujer que lava la ropa del esposo
Y el agua que se está contenida e impura...
Y la vida es eterna, aunque yo no lo diga.
Y la vida es lo que soy, en el llanto o el gozo.
Y la vida es cualquier instante que se siga.

Dios es uno y no más. Y el uno hace el hijo
Y la mujer, así perfecta la corbata...
Y el Poeta está haciéndose de lo que desbarata.
Y todo fue creado antes de lo prolijo.

Y el artista se está con su lente y su alijo
Y alguna florecilla ya se entreabre en la mata.
Dios es uno no más, como es una rata
O una puerta o una muerte, como dicen que dijo...

¡Unidad, alma mía, que no toca siquiera!...
¡Que no alcanzo ni pienso con mis filosofías!...
¡Unidad, unidad, para una primavera!...

¡Y yo quiero creer, y no creo, Almas mías,
Sujeto a mi camisa, real y verdadera,
Leyendo en calendarios los tiempos y los días!...

Y con toda conciencia, rezo mis oraciones.
Y con toda conciencia soy un hombre vestido.
¡Porque mi muerte tarda, porque es poco mi olvido,
porque mi duda no es entre tantas razones!...

Y yo he de serme vivo... opinionen, botones,
Una calle sin nombre y otra con él, leído...
E irme con la mujer de ánimo distraído,
Y ser mañana aquél de sus obligaciones...

¡Yo nunca fui Unamuno! ¡Huyo ante lo perfecto
Como huye la liebre del cazador previsto...
El pequeño animal, tan seguro y tan recto!

Vivo como Unamuno, que Dios nos hizo a todos:
Mas el sabio no sabe cómo estaba previsto,
Que uno es una miseria de ciudades y codos.
Yo pienso como pide el mendigo: la cosa
Que se da la bendice, con el ceño arrugado;
Que somos carne y hueso de algún yo no arreglado
Según su propio ser y como no es la rosa.

Poesía no basta. Nada basta o reposa.
Contra mí, están todos los míos conjugados;
Estos cinco sentidos, estos íntimos lados,
Esta ave que se vuela sobre mí y no se posa...

Mi temor de haber sido, y esta mano cualquiera
Que es una mía y yerra como no yerra el tacto...
Y este día y el otro, como si todo fuera...

Sin curar de impulsión y sin curar de impacto...
¡Y a cada instante ser sin ser divino el Acto!...
¡Yo, carne que se suda, haciéndome lo exacto!...

Esas gitanas, todas, tan hediondas, tan bellas...
En donde está mi vida... la lengua sepultada... 
 ¡No sé qué de lascivo de micarne cansada!... 
 ¡Y no sé ningún nombre de gitanas aquellas!...

¡Porque de real que pasa, nunca quedan ni huellas,
Y los naturalistas redoblan su mirada, 
 ¡Ay, porque lo real jamás duró tan nada,
Y yo yazgo en gitana como en todas las Ellas!...

¡Sí, por mi oreja absurda, de oído de poeta!...
¡Sí, porque yo no soy sino dedo que escribo!...
¡Sí, porque me enseñaron desde la a a la zeta!

¡Y mi gitana hiede, tremendamente pura,
Yaciendo, no conmigo, sino con el que se vive,
metiéndole su lengua y su buenaventura!

¡Déjame, Tiempo, ser con mi soy y mi gana!
¡Callando... tan veraz como el niño al dedito!...
¡Déjame ser así como el silencio al grito
Y esperar como el todos que ya sea el mañana!

¡Contra toda gramática, como toda flor sana
Que nació de la espora, con saber infinito!...
¡Yo nazco cada vez, y cada vez me agito
Con la torpeza propia de cada dios que emana!

¡Déjame, Tiempo, ser, porque tiempo no bastas!...
¡Yo, hacedor de dioses, entre seres iguales!
¡Yo, todo de dios írrito entre las putas... castas!

¡Y yo llamado a ser como es mi vecino,
Con su ventana, limpia, de esmerados cristales!...
¡Y yo, llamado a estar como el dios que no vino!...

Desvestido, furioso, ya como cuerpo humano,
Como dios con la lágrima gorda, yo repetía.
¡Es tan sin fin vivir un día y otro día
Y aprender la lección y lavarse la mano!...

Y no vale el vagar, porque encuentro a Fulano,
Su corbata correcta, que me dice el buendía.
¿Adónde está, Dios Mío, verdadera agonía,
por la que me muera de verdad y no en vano?

¡Con este tacto inútil del poeta en el trance!...
¡El párpado vencido y los hijos hediondos,
Todo el prójimo que es hasta donde me alcance!...

¡Madre Furia, tú, que eres todo saber de mío!...
¡Tú, río desbordado que haces súbitos fondos!...
¡Tú, Madre, tú no sabes cuánto es el tacto mío!...

Yo no sé, porque soy. Si no fuera, sabría
El mi amor con su tacto, el por qué cae pelo
Todo sobre mi frente... el ajeno, el del cielo...
Todo porque no soy, que no soy mi alegría.

Y no sé qué soy. Cada filosofía
Me da una duda más de mi persona y celo.
Piensa con gruesos lentes y ningún recelo,
Y soy como cactus en una roca impía.

Y yo no sé decir todo lo que me digo.
Yo temo de mi voz, mi constante testigo,
El que me hizo la letra y rehace a cada instante

¡Cuánto vivir apenas, con la mano colgada,
Con dios que ya no se oye, como la carcajada,
Y con dios que ya asfixia como humo bastante!...

Y está como está Amor, por el último beso.
Somos de carne y hueso, sin fin y sin teoría
Que enseñe a ningún tacto a ser una alegría
Y está como está Amor, con su cuerpo y su peso.

Amor es el que está... el beodo en su exceso
O el mendigo, que está con la mano nadía,
O el que hiede a colonia con la mirada mía
O el que estuvo y no está como yo me estoy preso.

El instante es eterno. Uno no es otro: es uno.
Yo no soy mi vecino, yo no soy mi ninguno.
De arrabio personal, de acero latente.

Acero del vivir el día todavía...
La tierna sinrazón en la que yo me acuno;
¡Temo el hacer que impone la lenta poesía!

Es como el Río, que es y que pasa y que toca
Y que se está siempre el mismo, como otra vida mía.
Yo amo al Río, mi padre, el que hizo mi alegría
Y mi desesperanza y a la mía otra boca.

Así es mi vida, así es, que corre por la roca
Blanda o dura, como flora de acaso o todavía,
O espejismo tal vez de la carne nadía,
Y todo es, tan todo, a distancia tan poca...

El río es como soy, no sé más. Si supiera
Yo me sabría adónde y por qué soy mi sino,
Con mi fondo de real y lampo de quimera.

Quien no vivió tragedia, no nació. Y ando quieto,
Contando con los pies mensuras del camino,
Y Callando ‒¡ay. Mi Muerte!‒ de feto de secreto.

Y yo soy como soy... sobre el peligro estante.
No hay otro dios que el mío, porque nunca varío.
Porque nada que lo es, lo es sino es lo mío,
Y yo me soy, doquiera, con el ojo distante.

Uno me echa el sombrero; otro me hurta el guante
Y yo sigo mi curso como lo sigue el río.
¡Es tan tarde morir entre gana y desvío!...
¡Y yo soy el que soy... mi peligro bastante!

Dios existe, sin duda. ¿Por qué soy si yo dudo?
¡Si dudo de existir, con la mano colgada!...
¡Llamar a golondrina, conversar con el mudo!...

La poesía es diurna y es clara: es que no sé.
Sólo que es un algo lo que llamamos nada.
Dios existe, sin duda; ay, ¿pero para qué?...