Material de Lectura

Los parques abandonados

 


La ausencia meditativa
La liga
Fiat lux

 


La ausencia meditativa

 

                                                                      Je me souviens
                                                                      des jours anciens
                                                                      et je pleure.

                                                                                    Verlaine

 

Tu piano es un enlutado misterioso y pensativo...
hay un sueño de Beethoven desmayado en el atril;
su viudez es muy antigua y en su luto intelectivo
tiene lágrimas muy negras su nostalgia de marfil.

En la abstracción somnolienta del espejo, está cautivo
el histérico abandono de tu tarde juvenil,
su metafísica extraña cuenta un cuento extenuativo
a la alfombra, a la cortina y al dolor de tu pensil.

Tus glorietas me abandonan. Hoy los pálidos violines
me anunciaron la agonía de tus últimos jazmines...
Fue mi llanto a la ribera. Mientras el hada Neblina

abdicó frívolamente su corona de algodón...
¡En el clorótico espanto de la vela sibilina,
tus ausencias meditaban en mi gran desolación!

 


La liga

Honni soit qui mal y pense...

 

Husmeaba el sol, desde la pulcra hebilla
de tu botina, un paraíso blanco...
Y en bramas de felino, sobre el banco,
hinchóse el tornasol de tu sombrilla.

Columpióse, al vaivén de mi rodilla,
la estética nerviosa de tu flanco;
y se exhaló de tu vestido un franco
efluvio de alhucema y de vainilla.

Entre la fuente de pluviosas hebras,
diluía cambiantes de culebras
la tarde... Tu mirada se hizo muda

al erótico ritmo; ¡y desde el pardo
plinto, un Tritón significó su dardo
concupiscente, hacia tu liga cruda...!

 


Fiat lux


Sobre el rojo diván de seda intacta,
con dibujos de exótica gramínea,
jadeaba entre mis brazos tu virgínea
y exangüe humanidad de curva abstracta...

Miró el felino con sinuosa línea
de ópalo; y en la noche estupefacta,
desde el jardín, la Venus curvilínea
manifestaba su esbeltez compacta.

Ante el alba, que izó nimbos grosellas,
ajáronse las últimas estrellas...
El cristo de tu lecho estaba mudo.

Y como un huevo, entre el plumón de armiño
que un cisne fecundara, tu desnudo
seno brotó del virginal corpiño...