Material de Lectura

 

 

NOTA INTRODUCTORIA



Pocos hombres han hecho de la poesía, realmente, una forma de vida (no un modus vivendi) con tanta pasión y coraje como lo hizo Ezra Pound. A los quince años ya se había propuesto ser el hombre que más conociera de poesía en el mundo. Todas sus actividades girarán en torno a esta pasión; incluso las erróneas teorías económicas que abrazaría años más tarde, encuentran su raíz en sus convicciones poéticas (prueba de ello es la insistencia con que se refiere a la usura en sus poemas), porque Pound es, ante todo, un poeta, y uno de los más grandes de nuestro siglo.

La labor de Pound en la literatura es de una diversidad enorme: lo mismo hace ensayos y traducciones de antiguos poetas chinos o del Renacimiento, que edita libros o consigue dinero para sus amigos (como es el caso de La Sociedad de Amigos de T.S. Eliot).

Pero toda pasión exige un precio: Pound pagó sin regateos haber sido una de las mayores figuras del arte de nuestro tiempo. Acusado de alta traición por haber colaborado en unas transmisiones radiofónicas contra los aliados, bajo la dictadura de Mussolini, es “perdonado” por la corte que lo considera loco, y queda confinado en el Hospital Psiquiátrico de St. Elizabeth, donde pasó “quince años viviendo más con ideas que con personas”. Todo ello provocó que hacia el final de su vida Pound tuviera un sentimiento de frustración y vacío tan grande que, quienes se acercaron a él en sus últimos años, solían escucharle confesar: “Estaba equivocado. Estaba equivocado. Toda mi vida me engañé y ahora veo mis errores, veo que no sé nada”.

Sin embargo, la obra de Pound permanece ahí, inmensa, esperando que nos acerquemos a ella y compartamos la visión de un hombre que no solamente supo describir la belleza del mundo, sino también inventarla.

Rafael Vargas