Iván Carvajal Selección y nota introductoria de Raymundo Mier VERSIÓN PDF |
Nota introductoria
un valle de huesos secos en las evocaciones dilatadas, en el aplazamiento convertido en extensión terrestre, una reiteración de las fisuras como imagen que articula en series interminables, las invocaciones del lenguaje. polvo del derrumbe de los puertos saqueados Intersticio y oblicuidad del movimiento, el despoblamiento de la imagen, su precipitación en el lenguaje rítmico de una evocación sin origen. La poesía de Iván Carvajal constituye una escritura que restaura para nosotros, esa violencia originaria de la palabra como "ritual secularizado" (Benjamin). Raymundo Mier |
Nota bibliográfica |
Iván Carvajal nació en Ecuador en 1948. Ha publicado cuatro libros de poemas: Poemas de un mal tiempo para la lírica, Universidad Central de Quito, 1980; Del avatar, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Guayaquil, 1981; Los Amantes de Sumpa, en la revista Plural en 1983 y en la editorial Viva-Vida, Quito, 1984; finalmente Parajes, Universidad Católica de Quito, 1983. Con este último obtuvo el Premio Nacional de Literatura "Aurelio Pólit".
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Poemas de un mal tiempo para la lírica
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Días del parto y días de la muerte
estaciones que saldan la alegría de vivir Tardes del himno de las revueltas con el fuego encendido en el volcán y la hoguera doméstica ardiendo Las muchedumbres coléricas se levantan en bramido que barre las tierras Clandestinamente celebras la ternura Se sabe a medias: las ojivas atómicas apuntan contra ciudades góticas Y el hombre y la mujer asidos uno a otro y como pueden envuelven su mundo en el desnudo abrazo de sus cuerpos. |
Sangres y huesos yacen |
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Quevedo |
Tus amores también quedarán sin nombre |
Y si todo fuera ilusión |
Del avatar
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I Lo que debía recordar del mundo Hallaba prontamente en las formas de su cuerpo Transfigurado en abismos marinos En oídos del día Labios de la noche tendidos en la playa del firmamento Infatigable yo corría tras sus pájaros Sus carcajadas Ya que mis ojos emergieran de la cueva que cava el topo Ya que despertara sobre la copa Del ciprés En múltiples caminatas la rodeaba Para volver a empezar Las migraciones Lamiendo su sal Y el sol orillaba sus pezones Tostando al tiesto los ojos con que la descendí Con que la trepé Con que la abordé a la alborada ¡La lluvia a cántaros en su piel! En ocasiones de su voz volvían las memorias De cuanto supe en las ciudades Donde me entretuve a descansar Vastos escombros Sucesión del derrumbe a la sombra de sus miembros Ella era un collage de fantasmas Enloquecer O regarse por el piso O saltar por la ventana Hacia la revuelta y el deseo (un dios niño con garras de dios padre comanda el caos y enmienda el caos) y el deseo Nunca satisfecho con el fin de la obra Nos volvía al comienzo. II Más allá de los dos No existe límite alguno para transgredirlo Yo no me ocupo en planear evasiones Cuido sus chiqueros placenteramente Maga de cuanto es propicio Transmuta su figura desde el día hasta la noche Desde siempre En la oscuridad la busco En el rescoldo En el respaldo Resuello Resbalo Incesante graznido. III Desperdiciados Desperdigados Pasos donados a la noche Al juego de dados Me detengo en los bares A mojar el bigote en cerveza En vinagre Seguido de cerca por viejas porteras Asciendo escalón tras escalón Oyendo espléndidos gemidos Gorgotear de aguas Roer en maderas Gran salpicazón de las sangres Chorros de aire Trabajos de la carne Nada hay tan plácido Como perseguir el ruido de la motocicleta por las avenidas Nada como dejar caer en el gaznate las ruinas heladas de la medianoche Comedor de maní Comendador y creyente náufrago Sea tu vagabundeo hasta el fin Que aquí me dieron de palos o allá hundí hondamente el cuchillo (No importa entrar en precisiones) y prosigo Tras los pasos supuestos Tras el brillo soñado de un impermeable de muchacha A lo largo del muelle Verticalmente por las escaleras Alardeando del macanudo desorden del alma ¿Osarán —me pregunto— Osarán los cartesianos demonios del Engaño Tentar en la memoria hasta este límite? Los faros de los autos me acanallan Otro menos fuerte que yo O más avergonzado Se arrrojaría bajo las ruedas Yo me sostengo He venido con sólidos motivos El que adorne con violetas los ojos de la joven prostituta Es pura diversión Lo mismo haría Hamlet para despistar a los curiosos Pero quizás yo logre arribar a la terraza (Me venía diciendo Mientras escuchaba canciones de beodos A las esposas en batas de dormir) Y quiera extenderme a lo largo del suelo húmedo Contra la oscura indiferencia del cielo de septiembre. IV Del otro lado de los eucaliptos La monja nos abandona Al extravío En el delirio Lívida Espantada Blanqueando el viento con su grito de pudor La monja blanquecina Punto blanco monajada Anonadados permanecemos Al pie de los altos árboles índices de qué torpezas De qué páginas La conciencia pudriéndose (en reventazones de naranja) Y el aullido pesa más que la ceguera y la sordera. VII Sahara La noche se ufana de afanarnos La mano rasga las vestiduras Caricia Hisopo que borra el confín Del desnudo Matemática que confunde abismo y cima En el letargo Cesa Cesa la antigua lucha Urdida entre oxígeno y carbono Trabazón de las lenguas Red del olvido En el perfume de la noche Aun el apacible olor de las malvas Se violenta La mano En el dibujo de una escritura de fantasmas Instantánea Y sólo el silencio de su fin se guarda en la memoria. |
Mordisqueando el escapulario desciende |
A Joaquín Hernández
[Guayaquil, 1974] |
Si oí mi nombre fue en antigua cabala |
Los amantes del Sumpa |
Para Gloria
But wherefore do not you a mightier way Make war upon this bloody tyrant, Time? Shakespeare, soneto XVI
1. pronto la rosa agota su esplendor |
Parajes |
Para María Augusta
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I |
I hijo limítrofe del viejo Hijo del Hombre
César Vallejo
¿Y acaso no es de mi sangre el Sátiro? Para María Amparo
Y quizás no seré yo el anciano |