Material de Lectura

 

Las bodas de mayo

 

Aquel Pentecostés, se me hizo tarde para irme:
No fue sino hasta la una y veinte de aquel soleado sábado
Que mi tren vacío en tres cuartas partes salió,
Todas las ventanas cerradas, todos los asientos calientes,
Toda sensación de llegar tarde, ausente.
Corrimos tras las casas, cruzamos una calle
De enceguecedores ventanales, olimos el muelle;
Desde ahí comenzó a rebosar el aliento del río,
Donde confluyen el cielo y Lincolnshire y el agua.

Toda la tarde, a través del calor que dormía
Kilómetros tierra adentro,
Seguimos por la curva lenta, intermitente, rumbo al sur.
Atrás iban quedando enormes granjas, ganado de sombra corta,
Y canales en que flotaban desperdicios industriales;
Un invernadero cintilaba a su manera; las cercas se hundían
Y se alzaban: y de vez en cuando un olor a pastizal
Desplazaba el tufo de forros de asiento abotonados
Hasta el siguiente pueblo, nuevo e indescrito,
Penetrado por campos enteros de coches desmantelados.

Al principio, ni noté el ruido
Que hacían las bodas de mayo
En cada estación en que parábamos: el sol destruye
El interés de lo que ocurre en la sombra,
Y siguiendo los frescos y largos andenes, porras, griterío
Que confundí con empleados que jugaban con las bolsas
del correo,
Y yo seguí leyendo. Pero una vez que arrancamos,
Las tuvimos enfrente: muy sonrientes, pomadosas,
Muchachas vestidas de parodia de la moda, tacón alto y velo,
Todas pasaban indecisas, viéndonos partir.

Como desde el final de un acontecimiento
Diciéndole adiós
A lo que lo sobrevivía. Impresionado, me recliné
Hacia afuera más rápido la siguiente vez, con más
curiosidad,
Y lo vi todo de nuevo en términos distintos:
Los padres con fajas anchas bajo sus sacos
Y las frentes perladas; las madres, gordas y escandalosas,
Un tío gritando obscenidades; y luego el permanente,
Los guantes de nylon y la bisutería,
Los tonos verde limón, malva y ocre oliva

Que irrealmente hacían sobresalir a esas muchachas
de todas las demás.
Sí, desde los cafés
Y los salones de banquetes con sus adicionales
Anexos para coches, los días de bodas de mayo
Llegaban a su fin. A todo lo largo de la orilla
Parejas frescas trepaban a bordo: los demás, alrededor,
Se lanzaban los últimos confetis y consejos,
Y, conforme avanzábamos, cada rostro parecía definir
Justo lo que veía partir: los niños fruncían el ceño
Ante la aburrición: los padres no habían logrado

Un éxito tal y tan totalmente farsante;
Las mujeres compartían
El secreto como en un funeral feliz,
Mientras las chicas, aferrándose a sus bolsas de mano,
No quitaban la vista de las heridas religiosas.
Libres al fin, y cargados con la suma de todo
lo que ellos habían visto,
Nos apresuramos rumbo a Londres, soltando bocanadas
de vapor.
Ahora los campos eran terrenos para construcción, los
álamos
Proyectaban largas sombras sobre los caminos principales
Y durante unos cincuenta minutos, diríase

Lo suficiente para acomodar los sombreros y
decir Casi me muero,
Una docena de matrimonios se echó a andar.
Miraban el paisaje, sentados uno junto al otro,
—Pasó un cinema “Odeón”, una torre refrescante,
Alguien que corría rumbo al boliche— y nadie
Pensaba en aquellos a quienes jamás volvería a ver
O en cómo sus vidas atraparían este momento.
Pensé en Londres esparcido bajo el sol
Con sus códigos postales como pacas de trigo:
Ése era nuestro destino. Y conforme nos apresurábamos
Cruzando grandes nudos de riel.
Pasando frente a pullmans detenidos, muros negros
enmohecidos
Se acercaban, y casi había terminado esta frágil
Coincidencia de viaje; y su significado se erguía
Listo para que lo soltaran con toda la fuerza
Que el cambio es capaz de dar. Bajamos la velocidad de
nuevo,
Y conforme los apretados frenos agarraban, se iba
hinchando
Una suerte de caída, un rocío de flechas
Fuera del alcance de la vista.
Que en alguna parte se haría lluvia.

 

The Whitsun...
18 de octubre de 1958