Érase un bosque de palabras, una emboscada lluvia de palabras, una vociferante o tácita convención de palabras, un musgo delicioso susurrante, un estrépito tenue, un oral arcoíris de posibles oh leves leves disidencias leves, érase el pro y el contra, el sí y el no, multiplicados árboles con voz en cada una de sus hojas. Ya nunca más, diríase, el silencio.
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