De Heridas que se alternan (1985)
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Meditación sobre los maniquíes Máquina de la memoria El desnudado brillo La luz que ya se iba... Autorretrato tomado en febrero Espejos embistientes Heridas que se alternan |
Meditación sobre los maniquíes |
De la pintura de Bia Wouk, y para Joao
Un laberinto es lo que somos. Tiempo sobre tiempos sobrepuestos. Sueños, sobresueños, pesadillas. El agua quieta, no se sabe Qué aguarda, con la luz repite Caninamente nuestra estancia. La vemos caminar por esas calles. Nos llaman reflejos, ¿y lo somos?
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Máquina de la memoria |
Mientras todo fue el fragor fuera del pecho Pues enfurecido me llevaba No hubo tiempo a la nostalgia Ni un pequeño rincón a su cosecha. Hoy, herido de muerte entre cadáveres, Hago memoria. Nadie podrá repetir estas palabras. En ellas me confieso Las heridas que humedecen mi pecho Ardores precipitan y una especie de más prolongado sueño Siento que llega. Ay, no tengo arrepentimiento alguno De la gente que halló muerte en mi mano. A eso venimos a la tierra: A dar muerte o recibirla. Y ya logrado tal efecto, ¿A quién le importa? No, no me da miedo estar muriendo, Tan sólo quisiera que abreviaran. Oigo aquí cerca a un natural Que asesta golpes de gracia a compañeros. Ojalá pudiera gritar o removerme Y él me viera o escuchara. Acabó también todo coraje. Me pesa la carne de los otros Que oprime esta masa que yo soy Una ventaja: no verme mutilado Ni así permanecer más que el día de hoy, Que es infinito. Ni cuchillo ni bala Vienen a ultimar la obra de los otros. La sangre que derrocha mi agonía. Oh, Dios, las nieblas hermosas que me alcanzan. Con la carta en la mano Y el viento al arrugarla Llorará un poco. Pero se ha de arreglar el pelo, Se estirará el vestido hasta rozar el suelo. Abrirá el biombo de cristal que cierra el paso Entre el jardín más bien agreste Y el ruido de los platos, los cubiertos, Las copas y la gente. Los comentarios infantiles sobre su esbelta belleza, La adoración adivinada que algún comensal siente por ella Le arrojarán a la cara Las viejas imágenes del soldado que murió Hace unos días, en tierra extraña, Matando por dinero, Pero cuya carne ella quisiera sentir de nuevo Dentro de sí, oh, qué hacer para pensar en él de otra manera. Mientras se sirve el vino En una copa opaca Siente el desprecio que le tuvo, Porque era él un ser infame. Pero la carne inflama Y se reseca en un dolor ya sin salida, En una estancia de familia, Donde los invitados nada saben. Sus niños le sonríen. El marido es amable. ¿Dónde esconder la carta? ¡Qué sueño tan desagradable! Mas no despierta Y, de repente, Al llegar a los postres, Grita con las fuerzas que le quedan Y cae sobre la mesa, resbala aferrándose al mantel. No, no está muerta.
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El desnudado brillo |
El vino, el queso y una siesta Bajo la luz de otoño esperaría Para alcanzar la muerte en ese día: Día del encuentro, día de fiesta. Probar el pan, la noche y la mujer Es la última, constante, despedida. Mirar desde la almena allá, tu vida Abajo, y antes de salir, beber. Pero la muerte es un platillo Delicado, consistente, del que vive Con sola su sustancia y prueba y mide La noche espesa o el desnudado brillo.
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La luz que ya se iba... |
Recuerdo que te miré con miedo Cuando te sentabas frente a mí. La belleza al ser tan grande y honda Es inhumana y dura, sin piedad. Mas tu dulzura, la suavidad de tus ideas, Las palabras medidas en que iban expresadas Y esa infinita ternura que era tuya Debieran haberme hecho perdonar tu belleza enorme. Pensaba que podrías cambiarme, Hacer de mí a capricho tuyo aquello que desearas Y temía. Ay de mí. Cómo decir lo mucho que llenaban en mi huera vida Esos minutos en que eras para mí, Qué informe todo lo que no fueran los instantes Contigo así pasados. Llegó entonces una tarde a mi memoria Como disparo de un arma certera, mortal, inevitable En que despertaba de la siesta En otro continente, allí, en mi cuarto Y aún deberían pasar un par de horas Para ver a esa mujer cuyo cuerpo era Sencillamente hermoso como su habla y su compañía Acordé por el intenso dolor que tanta dicha habíame dado. Pensé que nada podía ser así maravilloso, Pero que era intolerable tal felicidad. La luz que ya se iba lo decía Y el corazón dolíame en extremo, desdichado, A fuerza de alegría tan abundante. Supe entonces aquello que hoy quiero decir Mas que no puedo; mejor sería intentarlo De otra forma, ¿usted podría?
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Autorretrato tomado en febrero |
Un laberinto de papeles. Algunos hoscos garabatos, Y el sueño en que me pierdo a ratos Son, acaso, los retratos Que de mí hubiera, los más fieles. Pienso mientras estos signos trazo, En si quedará de mí memoria alguna. Y mientras varias obsesiones, una a una, Me definen, un recuerdo me importuna. Es todo lo que dejo acaso.
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Espejos embistientes |
Ni en la muerte espero dormir Álvaro de Campos
Es el agua, amiga, El agua del insomnio Que larga, cansadamente se derrama. Óyela cómo se levanta Sobre tu alma. Tú, que aún sollozas entre lienzos, Que repasas viejos rencores Con un cuchillo roído por gangrena, Como el niño que las rejas De la ventana hace cantar Con una regla de la escuela. Pero si tratas de sestear, Oyes el agua, El agua, amiga mía, El agua en que has de ahogar Tus amores, los desalentados, Los vestidos y los amantes que tienen otras que tú envidias, La joya que robaste Y descubrieron en tu bolsa, Destinada a ti como regalo ya desde antes, Pero cuyo presente así evitaste. Mira los cuadros sombríos que vigilan tus sueños para siempre, En galerías de espejos embistientes Que nacen de un agua pesada y ronca, De un agua persistente que se mueve a grandes torbellinos, Que cuando ya va a ahogarte se retira Sólo para que le des espacio que invadir En la esperanza, ¡El agua del insomnio, amiga mía!
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Heridas que se alternan |
Te preparas a salir, Te habrás marchado Antes de lo que tú quisieras Pero después de lo que otros han deseado. Tus pensamientos son amargos Porque nacen, son Heridas que se internan, heridas que se alternan Y te amagan, Te devuelven a ti mismo. Pero se internan tanto Que pronto han de cesar Y cuando acaben A ti será a quien habrán llevado Más allá de todo, sin aceptación alguna o sin rechazo.
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