Material de Lectura

 

NOTA INTRODUCTORIA
 
 
El náufrago de Owen

De ascendencia irlandesa (aunque el padre, de esa nacionalidad, no lo reconoció), Gilberto Owen Estrada (1904-1952) nació en El Rosario, Sinaloa, y murió en un hospital de Filadelfia. Su vida estuvo determinada por el viaje. Gracias al Servicio Exterior Mexicano, Owen pudo abandonar el país desde muy joven para, desde sus diversas misiones diplomáticas, consolidar una de las obras literarias más originales de su época. Jorge Cuesta lo menciona como integrante activo del grupo vanguardista mexicano “Contemporáneos” (“grupo sin grupo”, como lo llamó Xavier Villaurrutia) al lado de otros notables poetas como Salvador Novo, Carlos Pellicer, José Gorostiza y los propios Cuesta y Villaurrutia. Junto con estos talentos aglutinados por la revista Contemporáneos, Owen constituyó la más notable generación de poetas vanguardistas del México posrevolucionario.




En Los hijos del limo, Octavio Paz comenta que “la vanguardia no fue únicamente una estética y un lenguaje; fue una erótica, una política, una visión del mundo, una acción: un estilo de vida”.1 El movimiento vanguardista latinoamericano (1920-1950) inaugura en el continente una nueva forma de estructurar el pensamiento, basada en la crítica del mundo a partir de las experiencias individuales para proponer uno distinto. El artista jugó un papel determinante como intelectual que se sitúa dentro del mundo con una mirada crítica mediante la que percibe la realidad.

Estos poetas buscaron, a través de su poesía, un replanteamiento de la realidad en los términos en que la tradición la había establecido. De ese modo, se funda un desacuerdo entre la descripción de la realidad dentro de la tradición y el pensamiento de la modernidad poética.

La modernidad privilegia el conocimiento que se genera a partir de la percepción de los fenómenos. El cuerpo es el principal vehículo de conocimiento. Al estar fundada en la crítica de la tradición y de sí misma, la modernidad recupera el cuerpo que había sido rechazado por la dualidad tradicional cuerpo-alma y relegado al mundo y, preponderantemente, al más allá metafísico como lugar de aspiración de todo ser humano. Es a través de esta recuperación del cuerpo, y de la muerte de Dios proclamada por Nietzsche, que la modernidad postula la necesidad de situar su unidad temporal en el presente de la realidad corporal en la que se experimenta, es decir, en el “ahora,” y en el “aquí”.

En el desvelamiento del cuerpo, la vanguardia tomará punto de partida para llevar al poeta a rechazar un discurso tradicional fundado en la permanencia y tratar de construir una nueva interpretación del mundo. La vanguardia devendrá el punto culminante en la experimentación del ser individual, tanto de la experiencia vivida como de la experiencia lingüística mediante la que se acerca al mundo. El nuevo autor, el nuevo poeta, es aquel que establece la reflexión crítica sobre su percepción del mundo, así como la de su propia actividad poética.



Como representante de esta nueva clase de autor moderno, Gilberto Owen escribió poesía, prosa y reflexiones críticas sobre arte y la producción de sus compañeros de generación. Entre su prosa destaca un texto hasta entonces único en su tipo en México: Novela como nube (1926), en el que busca fragmentar el discurso y poner al poeta en una reelaboración de su propia constitución. Como crítico, el ensayo “Encuentros con Jorge Cuesta” desvela su preocupación reflexiva por la poesía, actitud que sirvió como elemento unificador de “Contemporáneos”. En lo que se refiere a su poesía, destaca el poema largo “Sindbad el varado” (1942) que aquí presentamos.2 Este poema pretende ser el recorrido poético de un marinero confrontado consigo mismo. “Sindbad el varado,” junto con “Canto a un dios mineral” (1942) de Jorge Cuesta y “Muerte sin fin” (1939) de José Gorostiza, constituyen las tres grandes bases sobre las que los “Contemporáneos” sostuvieron su actitud crítica de la poesía dentro del poema.

“Sindbad el varado” es la historia de un hombre escindido, aislado ‒hecho isla‒, cuyo movimiento ha sido negado por los infortunios del azar. Como parte de la deconstrucción del mundo occidental y de su tradición epistemológica que se realizaba en Latinoamérica, el Sindbad de Owen toma como origen el intertexto islámico de Sindbad el marino. El texto original de Las mil y una noches presenta a Sindbad el marino en un palacio lleno de riquezas y dispuesto a contar su historia para servir de ejemplo a un cargador que se queja de sus infortunios. Este cargador, curiosamente, también se llama Sindbad. Es el espejo del marino, es el Sindbad de tierra reducido a la conmiseración. Éste le recuerda al marino su pasado de sufrimientos, del que hubo de sobreponerse gracias a su determinación heroica. Sindbad el marino, dentro de la tradición del héroe arquetípico, representa la aventura y el movimiento, es el símbolo de la curiosidad viajera. El de Owen es un héroe venido a menos, perdido en su orilla y en la contemplación de sí mismo. Owen toma el reflejo de los homónimos árabes para iniciar una deconstrucción de una tradición epistemológica occidental que habría de representar el drama del hombre moderno. Si bien la conformación heroica de Sindbad es la representación del libre albedrío, el “héroe” de Owen muestra el destino trágico del hombre moderno después de la muerte de Dios. Owen recupera la imagen del marino para aislarla dentro de la tierra. Es el marino que se ha perdido dentro de los límites de su percepción corporal. Se descubre encerrado en sí mismo, de vuelta al mundo, para confrontar su propia humanidad como ser humano, consciente de su propio dolor, de las llagas corporales que le ha producido la conciencia. Esta conciencia de estar vivo, expuesto a toda suerte de experiencias perceptivas, niega una conformación tradicional del mundo. El marino es destruido y el de tierra se encuentra dispuesto al monólogo, es decir, a su reconstrucción y reevaluación a partir del lenguaje. “Sindbad el varado” es la historia de un viaje interrumpido, de una inmovilidad y del silencio que no puede hacerse lenguaje para volver a conformarse heroicamente. El marino ha perdido su elemento: el agua. Ahora sólo ha quedado encadenado a su memoria. La representación del mundo a partir de la memoria será negada en el poema para proponer una experimentación del propio ser individual a través de su cuerpo.

Al interrumpir el viaje, el héroe ha sido disminuido y se encuentra en un estado de desgracia. Es un héroe irónico que nos enfrenta a nuestra propia dimensión humana. El héroe ya es uno de nosotros y persigue en su tragedia un recomienzo situado en el mañana. Sólo que en el mañana la esperanza ya no existe. Sindbad el de mar es confrontado por su reflejo: el de tierra. Ya no es una cuestión de libre albedrío, sino el destino de la ironía que disminuye todo el potencial del héroe islámico.

El náufrago se encuentra en la frontera de su límite para volver sobre sí mismo. “Esta mañana te sorprendo con el rostro tan desnudo que temblamos” leemos en el primer verso del poema. En él se nos revela la conciencia del ser y la conciencia de nuestra propia contemplación en el espejo de los sindbades ridículos y trágicos. Con la experiencia del descubrimiento de la conciencia de sí mismo, Sindbad el poeta, vuelve sobre su historia personal. Su cuerpo experimenta y percibe con los sentidos una nueva identidad. La contemplación de sí mismo como objeto de su propia reflexión llevará a Sindbad el poeta hasta el reconocimiento y a la negación de su estado heroico en un mundo que ha sido, falazmente, sostenido por la memoria. El Sindbad disminuido se ha descubierto en el mundo sin una esencia. Una esencia que ha estado presente dentro de toda la historia del pensamiento occidental y que el poeta niega aquí. Es decir, el héroe se descubre sin el ser heroico que lo había conformado en su historia. Es sólo mediante su cuerpo y sus sentidos que percibe una prisión reafirmada por el tiempo, del que tampoco puede librarse. Nuestro Sindbad se encuentra sin dirección, se ha descubierto dentro del mundo sin esencias y sin dios. Las llagas, que son huellas del dolor que no veía, irrumpen dentro de su reflexión poética para constatar sus sensaciones humanas y la imposibilidad para elaborar poesía. Una poesía que se ha movido del lugar en el que se encontraba. Ahora la percibe dentro de él y afuera, en el mundo, en algún lugar, escondida. Así, Sindbad el poeta anuncia que la razón no puede darnos un conocimiento del mundo en el que vivimos, sino sólo la experiencia a partir de la cual reelaboramos aquello que creemos conocer. El amor, bajo esta perspectiva de héroe aislado y disminuido, es estéril. Su gozo no penetra a las vírgenes, el héroe, a manera de penitencia, se abstiene del amor reproductivo en el que tampoco ha podido completarse el poeta.

Sindbad el poeta se descubre no sólo desnudo sino “viudo de poesía”. Es un lamento de la imposibilidad para volver sobre un mundo en el que se ha regulado el conocimiento. La poesía, pues, deviene en cifra, en entidad secreta. La saga heroica que concluye la bitácora de febrero, año bisiesto, nos arroja al mundo desértico y estéril del mañana en el que el poeta se reafirma como ente aislado, ajeno, de espaldas y sin nadie.

Sindbad el varado ya no tiene esperanza, como náufrago tuvo que aprender a andar solo sin buscar su regreso. Ha descubierto que su alma no es una sola, sino una escindida, y que él se encuentra solo, aislado, sin esperanza alguna de que Dios lo vea. Porque Dios, sencillamente, ha muerto, y si no, sólo descansa.

 

Raúl Carrillo Arciniega




1
Octavio Paz, Los hijos del limo, Seix Barral, Barcelona, 1974, pág. 148.

2 El poema fue escrito y firmado en Bogotá, Colombia en 1942. En 1948, Owen se mudaría a Filadelfia, E.U., en donde la muerte lo habría de sorprender.