Material de Lectura

 

DÍA VEINTITRÉS
Y tu poética
 

Primero está la noche con su caos de lecturas y de
     sueños.
Yo subo por los pianos que se dejan encendidos hasta
     el alba;
arriba el día me amenaza con el frío ensangrentado de
     su aurora
y no sabré el final de ese nocturno que empezaba a
     dibujarme,
ni las estrellas me dirán cuál fue, cabal, mi nombre. Ni
     mi rostro.
Si no es amor, ¿qué es esto que me agobia de ternura?
Mañana inútil: pájaros y flores sin testigos.
La esposa está dormida y a su puerta imploro en vano;
querrá decir mi nombre con los labios incoloros
     entreabiertos,
los párpados pesados de buscarme por el cielo de la
     muerte.

Mas no estaré en sus ojos para verme renacer al
     despertarse
y cuando me abra, al fin, preguntará sin voz: ¿quién
     eres?
El luto de la casa —todo es humo ya y lo mismo— que
     jamás habitaremos;
el campo abierto y árido que lleva a todas partes y a
     ninguna.
¿A dónde, a qué otra noche, irá el viudo por la tarde
     borrascosa?