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Otoño tardío |
En la soledad de noviembre, y en cuanto alcanza la vista, el parque se hunde envuelto en el sueño fúnebre de los espejos humeantes. Y es que entre los árboles, milenariamente enfermo, oscuro en sus profundidades, se extiende un lago, y la sangre de las viñas y los castaños flota sobre la superficie cobriza del agua. Por entre los árboles, mi tristeza mira el horizonte como un cuadro que no entendiera: ¿Detiene el sendero en lo hondo la arboleda o la espera? El silencio es el eco de las ramas peregrinas. Hospital de la tristeza, del remordimiento, donde lloras tu amor incumplido y recuerdas, con nostalgia y sufrimiento, su imagen jamás encontrada. Algunos alerces se han reunido a lo lejos, mientras el parque reza en un murmullo… Se cierra el anochecer como un libro y el alma queda en prenda entre sus hojas.
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