Material de Lectura

Nota introductoria
 
 
1. En un libro llamado Vísperas publicado en 1996, en la colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica, Myriam Moscona es profética; profética, digo, en cuanto a su propia escritura.

En el poema se lee:

Cuando se anda a pie quebrado y se encabalga en línea recta hacia el sendero donde el yambo ofrece su verdor, se llega a dominar el borde. Desde este punto el descenso brilla y se dilata. En todos los sentidos la cumbre apunta hacia el vacío.

Y en efecto, si se examinan uno a uno sus libros sucesivos es evidente ese hecho: poco a poco sus poemas van apuntando hacia el vacío, o más bien tratan de inaugurar otro lenguaje que va más allá de cualquier otro, porque trasciende su borde y rebasa cualquier límite, a la vez que los afianza. De Las visitantes, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1988), pasando por El árbol de los nombres (1992), el ya mencionado Vísperas, Negro marfil (2000, 2006, 2012), El que nada (2006) y De par en par (2009), los textos se han ido depurando hasta llegar a la poesía visual, una poesía en donde predominan los colores negro y marfil, reiterando, colores por donde la palabra estalla, se desliza, gira, crece, cala y se disuelve. Una poesía contemplada desde adentro, desde un ojo interior que intenta desmesurarse y salir de sí, duplicarse porque pretende entablar un diálogo, esbozado en poemas paralelos, alineados en la misma página, ya sea con letras o con imágenes, o mejor sería decir mediante grafías o manchas donde se exalta lo negro y lo marfil, allí donde lo blanco comienza a desteñirse, como se lee en un fragmento de El que nada. Sí, el color marfil —aquello que no llega nunca a ser blanco porque no se atreve a serlo o se le ha impedido serlo—:

Templa Licua
El sitio del color: Se desmorona
Negro marfil es el nombre de un color que se obtiene de las cenizas del marfil. Así se construye ese tono brillante. Los colores se desgarran como se desgarran las cuerdas cuando se toca el arpa.

Solos de chelo Solos de arpa
Se juntan En proporción áurea
Se mezclan de aire Se desprenden
Negro marfil puede (debe) leerse de varias formas: de derecha-izquierda, de arriba-abajo, en zig-zag y con las imágenes que originalmente acompañan sus distintas ediciones.

2. En su poema El que nada, Myriam se oye respirar y el lector escucha esa respiración, pero, como en un poema de sor Juana, se oye con los ojos, convenientemente cerrados para entender mejor lo que se dice y lo que se oye.

me oigo respirar
aquí
en el costado izquierdo
en lo que sólo se entiende
con los ojos
cerrados

La boca aparece luego, respirando; toma el aire necesario para soportar el peso del agua, y sin sospecharlo apenas, nos enfrenta de pronto con un cuerpo entero (giro el corazón ofrezco mi pecho... torsión del tronco / los pulmones se llenan / las venas se tiñen / azules / guindas), un cuerpo que pudiera ser de o pertenecer a quien habla —¿quién habla?— un cuerpo de nadie o quizá solamente el cuerpo de quien nada: "en donde el ojo de agua de su cuerpo", diría Gorostiza, se diluye. Igual que el negro marfil habla de dos aparentes contrarios, la voz de El que nada se pregunta: "¿lo de arriba es lo de abajo?".

3. En el poema que mencioné al principio se encuentran presentes asimismo varias de las obsesiones de Myriam, la de la forma, la de las distintas formas que ha utilizado la poesía para expresarse, la cárcel de la retórica que aprisiona y obliga a quien la usa a doblegarse y reducirse a un molde: si en la vida o en el poema "se anda a pie quebrado", si se transita por "donde el yambo ofrece su verdor" o si se "encabalgan" los caminos o los versos, es necesario borrar todo lo anterior para poder dar el siguiente paso. Y Myriam Moscona en su recorrido por distintas formas poéticas las ha asumido en su literalidad, en De par en par (no incluido en esta breve muestra) se nos ofrecen a la vista, se han convertido en su esqueleto, en su armadura: un soneto o una lira en su apariencia más prístina, como si estuviésemos reconociendo defi nitivamente las huellas digitales del poema, como si descifrásemos su resonancia magnética o descubriésemos su ADN. Ya se trate de sonetos y liras o de haikus y tankas, en su vasto y reiterado recorrido histórico o geográfi co, lo que aquí verdaderamente cuenta es lo visual; estamos frente a la poesía constreñida a su apariencia más nítida, a su disolución como palabra, estrechándose y amplificándose como el agua cuando adquiere forma en el vaso que la aclara, dice Gorostiza.

¿Por cuál nuevo camino se puede andar cuando se ha alcanzado el vacío, cabe preguntarse? ¿Habrá que volver a empezar? ¿O se abrirá brecha explorando otros géneros subvirtiendo la lengua, sin llegar a absolverla? (En su primera novela Tela de sevoya —2012— se toma la libertad de incluir fi cción, memoria, entrevista, diálogo, ensayo y poesía porque Myriam se acerca ahora a otro vacío, el del ladino.)

4. Detrás de toda la poesía de Myriam Moscona se esconde otra poesía, una poesía fantasma: una poesía que se inscribe como palimpsesto en el castellano en el que regularmente se expresa: proviene de la lengua de sus antepasados sefardís que alguna vez habitaron Bulgaria, desde donde viajaron hacia México sus padres y sus abuelos, después del Holocausto que aniquiló a la vez a los hombres y a las lenguas o que en el caso del ladino, contribuyó a asestarle un golpe mortal. Es en ladino —o judeo español o judezmo— que Myriam concibe los poemas de Ansina, un libro que pensaba escribir cuando viajó hacia Bulgaria en un intento por recrear su genealogía y que se transformó en una novela memorable, Tela de sevoya, cuya protagonista, además de quien narra, sería esa abuela maligna que le heredó un lenguaje arcaico, vacilante, a punto de extinguirse y sin embargo poderoso, ritual y extrañamente familiar, literalmente una lengua abuela, más bien una lengua absuelta como la que descubrió Canetti y que le fue trasmitida a nuestra poeta como se trasmiten esos golpes tan fuertes, los de Dios, de los que tanto se quejaba Vallejo.

Margo Glantz


Aclaración

Los poemas Negro marfil y El que nada son poemas unitarios. Para esta edición se seleccionaron fragmentos en distinto orden y continuidad que en los originales. Decidí no separarlos con signos tipográficos para que experimenten otro acomodo, otra reverberación y otra posible lectura.

Por obvias razones los fragmentos del poema Negro marfi l aparecen en este volumen sin el espejo gráfico con el que fueron concebidos: dibujos, manchas, escrituras sin significado y juegos de negros y blancos.

MM