Material de Lectura

Tierra Yerma 


I El entierro de los muertos
II Una partida de ajedrez
III El sermón de fuego
IV Muerte por agua
V Lo que dijo el trueno

 

                Nam Sybillam quidem Cumis ego ipse oculis meis
                vidi in ampulla pendere: el cum illi pueri dicerent:
                Σιβυλλα τί θέλεις; respondebat illa: άποθανείν θέλω.

                Con estos ojos yo vi a la Sibila Cumea
                dentro de una redoma que pendía, y cuando los niños
                le decían:
                Sibila, ¿qué quieres?, ella respondía: Morir quiero.                                                                    Petronio, Satiricón


Para Ezra Pound
il miglior fabbro



I El entierro de los muertos


Abril es el mes más cruel: engendra
Lilas de la tierra muerta, mezcla
Memoria y deseo, con lluvia de primavera
Sacude raíces soñolientas.
Calor nos dio el invierno, cubriendo
La tierra con el olvido de la nieve, nutriendo
Una pequeña vida con tubérculos secos.
En el Starnbergersee1 nos sorprendió el verano
Con un aguacero; nos detuvimos en la columnata
Y bajo el sol seguimos hacia el Hofgarten2                        10
Y tomamos café y hablamos durante una hora.
Bin gar keine Russin, stamm‛ aus Litauen, echt deutsch.3
Cuando niños, parando en casa de mi primo
El archiduque, él me paseó en trineo
Y tuve miedo. Marie, me dijo,
Marie, cógete fuerte, y nos deslizamos.
La libertad se siente en las montañas.
Leo gran parte de la noche, y en el invierno voy al sur.

¿Cuáles raíces aprietan, qué ramas crecen
En estos pedregales? Hijo de hombre,                              20
No puedes decirlo, adivinarlo; tú sólo conoces
Una pila de imágenes rotas, donde el sol bate,
El árbol muerto no cobija, el grillo no consuela
Y la piedra seca no da sonido de agua. Sólo
Hay sombra bajo esta roca roja
(Ven bajo la sombra de esta roca roja),
Y yo te mostraré algo diferente
De tu sombra que a zancadas te sigue en la mañana
O de tu sombra que en la tarde se levanta para verse
    contigo.
En un puñado de polvo te mostraré el espanto.               30

    Frisch weht der Wind

    Der Heimat zu.

    Mein Irisch Kind,
    Wo weilest du?4

“Hace un año me diste jacintos por primera vez,
Me llamaban la niña de los jacintos.”
—Mas cuando del jardín de jacintos regresábamos tarde,
Tus brazos llenos y húmedos tus cabellos, no pude
Hablar ni ver, no estaba vivo
Ni muerto, no sabía nada,                                                 40
Mirando en el corazón de la luz; el silencio.
Oed‛ und leer das Meer.5


Madame Sosostris, famosa clarividente,
Tenía un fuerte resfriado y, sin embargo,
Se le conoce como la más sabia mujer de Europa,
Con un pérfido paquete de barajas. Aquí, dijo ella,
Está su carta, el Marino Fenicio ahogado
(Estas perlas fueron sus ojos. ¡Mire!),
Aquí está Belladonna, la Dama de las Rocas,
Señora de las situaciones.                                                 50
Aquí está el hombre de los tres bastos, aquí la Rueda,
Aquí el comerciante tuerto, y esta carta
En blanco es algo que él carga en su espalda
Y que me está prohibido ver. No encuentro
Al Ahorcado. Tema la muerte por agua.
Veo multitudes que caminan en círculo.
Gracias. Si ve usted a la querida Mrs. Equitone,
Dígale que yo misma llevaré el horóscopo:
Hay que tener mucho cuidado en estos días.

Ciudad Irreal,                                                                     60
Bajo la parda niebla de un amanecer de invierno,
Sobre el Puente de Londres fluía tal multitud,
Que jamás pensé que fueran tantos los que la muerte ha
    quebrantado.
Exhalaban suspiros ocasionales y breves
Y cada hombre fijaba los ojos en sus pies.
Fluían colina arriba y bajaban por King William Street,
Hacia donde Saint Mary Woolnoth decía las horas
Con un sonido muerto al final de la novena campanada.
Allí vi a un conocido, y le detuve, llamándole:
    ‛¡Stetson!
‛¡Tú que estuviste conmigo en las naves en
    Mylae!6                                                                         70
‛¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
‛Ha comenzado a brotar? ¿Florecerá este año
‛O ha perturbado su lecho la escarcha repentina?
‛¡Oh, aleja de ahí al Perro, que es amigo de los hombres,
O con sus garras lo desenterrará!
‛¡Tú, hypocrite lecteur mon semblable, mon  frère!’

 
 
1  Lugar montañoso junto al mar.

2 Jardín posterior.

3 “No soy rusa, mi estirpe es lituana; (soy) alemana verdadera.”

4 “Fresco sopla el viento / en la tierra natal. / Mi niño irlandés, / ¿dónde estás?”

5 “Vacío y desierto, el mar.”

6 Milazzo. Península, cabo y puerto de la isla italiana de Sicilia, provincia de Mesina. Ciudad en la misma provincia, situada en el arenoso istmo de la península de su nombre. Es la antigua Mylae, en cuyas inmediaciones los romanos, al mando del cónsul Duilio (260 a. de J.C.) alcanzaron la primera victoria sobre los cartagineses. (N. del T.)

 

 


II Una partida de ajedrez


La silla en que ella estaba sentada, como un bruñido trono,
Relucía sobre el mármol, donde el espejo
Apoyado en soportes labrados con vides en fruto—
Entre los cuales un dorado cupido se asomaba                 80
(Otro escondía sus ojos tras el ala)—
Reproducía las llamas de los candelabros de siete brazos
Que reflejaban su luz sobre la mesa mientras
El destello de sus alhajas se erguía para encontrarla,
Vertidas de estuches de satín en rica profusión.
En redomas de marfil y vidrio coloreado,
Destapados, sus extraños perfumes sintéticos acechaban:
Ungüentos, polvos, líquidos —perturbando, confundiendo
Y ahogando los sentidos en aromas; llevados por el aire
Que refrescaba desde la ventana, ascendían                   90
A engrosar las prolongadas llamas de las velas,
A arrojar el humo al laqueado,
Agitando el diseño del artesonado techo.
Enormes leños recogidos en la playa, alimentados con cobre,
Ardían anaranjados y verdes, enmarcados por la piedra
    coloreada.
En esa triste luz nadaba una talla de delfín.
Sobre la antigua repisa de la chimenea se erguía,
Ventana abierta a la silvestre escena,
La metamorfosis de Filomela, por el bárbaro rey7
Tan rudamente forzada: el ruiseñor allí                            100
Llenaba aún todo el desierto con inviolable voz
Y ella todavía gritaba, y aún el mundo persigue,
    ‛Jug Jug’
a oídos sucios.
Las paredes decían
Otros marchitos tocones de tiempo; formas atrayentes
Sobresalían, inclinándose, silenciando el salón.
En la escalera unos pasos se arrastraron.
A la luz del hogar, bajo el cepillo, sus cabellos
Derramaban las ardientes puntas
Encendiéndose en palabras, quedándose luego
    salvajemente quietos.                                                110  

‛Mis nervios están mal esta noche. Sí, mal. Quédate conmigo.
‛Háblame. ¿Por qué nunca hablas? Habla.
    ‛¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?
‛Nunca sé lo que piensas. Piensa.’
Creo que estamos en el callejón de las ratas
Donde los muertos perdieron sus huesos.

‛¿Qué es ese ruido?’
                                      El viento debajo de la puerta.
‛¿Qué es ese ruido ahora? ¿Qué hace el viento?’
                                      Nada otra vez nada.                   120
                                                                     ‛¿No
‛Sabes nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas
‛Nada?‛
    Recuerdo
Esas perlas fueron sus ojos.
‛¿Vives o no vives? ¿No hay nada en tu cabeza?’
                                                                           Pero
O O O O ese Rag shakespeheriano—
Tan elegante
Tan inteligente                                                                  130
‛¿Qué haré ahora? ¿Qué?’
‛Tal como estoy saldré a la calle, de prisa, caminaré
‛Así, con mis cabellos sueltos. ¿Qué haremos mañana?
‛¿Qué haremos siempre?’
                                    Agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
Frotando ojos sin párpados y esperando que toquen
    a la puerta.

Cuando licenciaron al marido de Lil, dije yo—
No suavicé mis palabras, a ella misma se lo dije,             140
D
E PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Alberto está por regresar, arréglate un poco.
Querrá saber qué has hecho con aquel dinero que te dio
Para que te arreglaran los dientes. Te lo dio: yo estaba ahí.
Que te los saquen todos, Lil, que te hagan una buena 
    dentadura,
Eso dijo, lo juro, no soporto verte así.
Y yo tampoco, dije, y piensa en el pobre Alberto,
Ha estado en el ejército cuatro años, quiere diversión,
Y si tú no se la das, otras lo harán.
Así que hay otras, dijo. Algo hay de eso, respondí.          150
Entonces sabré a quién agradecérselo, dijo, y me miró
    de frente.
D
E PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Si no te gusta puedes componerlo, dije.
Otros pueden decidir si tú no puedes.
Pero si Alberto se larga, no digas que no te lo advirtieron.
Debes avergonzarte, dije, de verte tan anticuada.
(Apenas tenía treinta y uno.)
No puedo evitarlo, dijo, alargando la cara.
Son las píldoras que tomé para abortar.
(Ya parió a cinco, y casi se moría cuando nació Jorgito.)   160
El boticario dijo que nada pasaría, pero ya nunca volví a ser
    la misma.
Eres
una verdadera tonta, le dije.
Bueno, si Alberto no quiere dejarte sola, ese es el resultado.
¿Para qué te casaste si no quieres hijos?
D
E PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Bueno, aquel domingo Alberto estaba en casa, tenían pierna
    de cerdo
Y me invitaron a cenar, a que la viera salir del horno, bien
    caliente—
D
E PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
D
E PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Buenanoche Bill. Buenanoche Lou. Buenanoche
    May. Buenanoche.
Ta ta. Buenanoche. Buenanoche.                                     170
Buenas noches, señoras, buenas noches, dulces
   señoras, buenas noches, buenas noches.

 

 

7 Itis. Filomela (literalmente: que ama el canto), hija de Pandión, rey de Atenas, y hermana de Progne. Fue metamorfoseada en ruiseñor. (N. del T.)

 


III El sermón de fuego

 

Se ha roto la tienda del río: los últimos dedos de las hojas
Agarran y se hunden en la húmeda barranca. El viento
Cruza en silencio la parda llanura. Las ninfas se han
    marchado.
Dulce Támesis, fluye suavemente, hasta que termine
    mi canto.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches,
Pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas de cigarros
U otros testimonios de noches estivales. Las ninfas se han
    marchado.
Y sus amigos, los perezosos herederos de funcionarios  180
    municipales—
Se han ido sin dejar domicilios.
A orillas del Leman me senté a llorar...
Dulce Támesis, fluye suavemente, hasta que termine
    mi canto,
Dulce Támesis, fluye suavemente, pues no hablo en demasía
    ni reciamente.
Pero a mi espalda oigo, en una ráfaga helada,
El ruido de los huesos, y las risas ahogadas se esparcen
    de oído en oído.
Suavemente entre los matorrales apareció un ratón
Deslizando su viscosa barriga por la orilla
Mientras yo pescaba en el manso canal
En una noche de invierno detrás de la fábrica de gas      190
Meditando sobre el naufragio del rey, mi hermano,
Y sobre la muerte de mi padre, el rey.
Blancos cuerpos desnudos, campo abajo, en la humedad,
Y huesos depositados en una seca, reducida buhardilla,
Año tras año pisados solamente por la pata del ratón.
Pero de vez en cuando oigo a mi espalda
El ruido de bocinas y motores que han de llevar
A Sweeney, en la primavera, a Mrs. Porter.
Oh, la luna brillaba sobre Mrs. Porter
Y su hija                                                                            200
Ellas lavan sus pies con agua de soda
Et O ces voix d‛enfants, chantant dans la coupole!

Twit twit twit

Jug jug jug jug jug jug

Tan rudamente forzada.

Tereu

Ciudad Irreal
Bajo la parda niebla de un mediodía de invierno
Mr. Eugénides, el mercader de Esmirna
Sin afeitar, con un bolsillo repleto de pasas                     210
C.i.f. Londres: documentos a la vista,
Me invitó en francés demótico
A almorzar en el Cannon Street Hotel
Y a pasar un fin de semana en el Metropole.

A la hora violeta, cuando del escritorio
Alzamos los ojos y la espalda, cuando la máquina humana
    espera
Como un taxi que espera vibrando,
Yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,
Anciano con arrugados pechos de mujer, puedo ver
A la hora violeta, la hora vespertina que nos lleva           220
A casa y devuelve el marino al hogar,
En casa, a la hora del té, la mecanógrafa levanta la mesa
    del desayuno, enciende
Su estufa y saca alimentos enlatados.
Los últimos rayos del sol tocan sus combinaciones, Peligrosamente puestas a secar en la ventana,
Apiladas sobre el diván (que es, de noche, su cama)
Medias, pantuflas, camisolas y sostenes.
Yo, Tiresias, anciano de ubres arrugadas
Percibí la escena, y predije el resto—
Yo también aguardaba al huésped esperado.                  230
Él, el joven carbunculoso, llega,
Secretario de una pequeña casa comercial, de altanera
    mirada,
Uno de esos patanes a quienes les sienta la arrogancia
Como un sombrero de seda a un millonario de Bradford.
Ahora el tiempo es propicio y, como él imagina,
La cena ha terminado y ella está cansada y aburrida.
Él empieza a excitarla con caricias
No deseadas, si bien irreprochables.
Decidido y ardiente, él la asalta enseguida
Y sus manos la exploran sin hallar resistencia;   240
Su vanidad no requiere respuesta,
Y se alegra de la indiferencia.
(Y yo, Tiresias, he consentido todo
Lo ocurrido en este mismo diván o cama;
Yo, que en Tebas estuve sentado junto al muro
Y entre los muertos más inferiores caminé.)
Él le envía un último beso con aire protector
Y baja a tientas por la escalera sin luz...

Ella se vuelve a mirar un momento en el espejo,
Casi olvidando a su amante, que ha partido;                   250
Su cerebro consiente un brumoso pensamiento:
‛Bien. Eso está hecho ahora. Me alegro de que haya
    terminado.’
Cuando una mujer hermosa se entrega a esas locuras y
Vuelve a pasearse por su cuarto, sola,
Se alisa los cabellos de manera automática,
Y pone un disco en el gramófono.

‛Esta música se deslizó junto a mí sobre las aguas’
Y a lo largo del Strand, Queen Victoria Street arriba.
Oh Ciudad ciudad, a veces puedo escuchar
Junto a un bar de la Lower Thames Street,                      260
La queja dulce de una mandolina
Y el ruido de voces que sale desde ahí,
Donde al mediodía descansan los vendedores de pescado;
    donde los muros
De Magnus Mártir guardan
Inexplicable esplendor de blancura jonia y oro.

    El río suda
    Aceite y alquitrán
    A la deriva las barcas
    Con la marea cambiante van
    Velas anchas                                                                270
    Y rojas
    A sotavento, en el mástil se mecen
    Las barcas sumergen
    Leños a la deriva
    Navegando hacia Greenwich
    Más allá de Isle of Dogs.
           Weialala leia

           Wallala leialala


    Elizabeth y Leicester
    Batiendo los remos                                                       280
    Un casco dorado
    Formaba la popa
    Rojo y oro
    El animado oleaje
    Encrespó ambas orillas
    El viento del sudoeste
    Cargó agua abajo
    El repique de campanas
    Blancas torres
            Weialala leia
                                                           290
            Wallala leialala

    ‛Tranvías y árboles polvorientos.
    Highbury me vio nacer. Richmond y Kew
    Me deshicieron. En Richmond alcé las rodillas
    Tendida boca arriba en el fondo de una estrecha canoa.’

    ‛Mis pies están en Moorgate, y mi corazón
    Bajo mis pies. Tras lo ocurrido
    Lloró, y prometió “un nuevo comienzo”.
    Callé. ¿Qué podía reprochar?’

    ‛Sobre Márgate Sands                                                  300
    Nada con nada
    Puedo conectar.
    Las uñas rotas de manos sucias.
    Mi gente mansa gente que
    Nada
           —Espera.’
                           la la

    A Cartago vine entonces
    Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo
    Oh Señor Tú me has empobrecido                                310
    Oh Señor Tú me has

    ardiendo

 


IV Muerte por agua


Flebas el fenicio, muerto hace quince noches,
Olvidó el lamento de gaviotas, el hondo oleaje
Y el ganar y perder.
                                Una corriente submarina
Recogió sus huesos en susurros. Mientras subía y caía
Recorrió las etapas de su edad y juventud
Entrando al remolino.
                                   Gentil o judío
Oh tú que giras el timón mirando a barlovento,               320
Considera a Flebas: una vez fue bello y erguido como tú.

 

 


V Lo que dijo el trueno


Tras la roja luz de antorchas en rostros sudorosos
Tras el silencio helado en los jardines
Tras la agonía en lugares pedregosos
La gritería y el lloro
Prisión y palacio y reverberación
Del trueno de primavera sobre distantes montañas
El que antes vivía ahora está muerto
Los que estábamos vivos nos estamos muriendo
Con un poco de paciencia                                                 330

Aquí no hay agua sólo roca
Roca y no agua y el camino arenoso
Que sube las montañas serpenteando
Las montañas de roca sin agua
Si hubiese agua nos detendríamos a beber
No puede uno pararse o pensar entre la roca
El sudor está seco y los pies sobre la arena
Si tan sólo hubiese agua entre la roca
Montaña muerta boca de dientes cariosos que no puede
    escupir
Aquí no puede uno acostarse ni sentarse o estar            340
    de pie
Ni siquiera hay silencio en las montañas
Sino el trueno sin lluvia estéril y seco
Ni siquiera hay soledad en las montañas
Sino hostiles rostros rojos con muecas de desprecio
A las puertas de casas con muros agrietados
                                                          Si hubiese agua
    Y no roca
    Si hubiese roca
    Y también agua
    Y agua
    Un manantial
    Un charco entre la roca                                                 350
    Si tan sólo hubiese sonido de agua
    No la cigarra
    Ni el canto de la yerba seca
    Sino sonido de agua sobre roca
    Donde el tordo eremita canta entre los pinos
    Drip drop drip drop drop drop drop

    Pero no hay agua

¿Quién es el tercero que siempre camina a tu lado?
Cuento: sólo somos tú y yo                                              360
Mas cuando miro adelante en el blanco camino
Siempre hay otro que camina a tu lado
Deslizándose envuelto en una parda caperuza
No sé si es hombre o mujer
—Pero ¿quién es ese que va del otro lado?

Qué sonido es ese en lo alto del aire
Susurro de lamento maternal
Qué encapuchadas hordas pululan
En llanuras sin fin, trepando en las grietas
Circundadas tan sólo por el plano horizonte                   370
Qué ciudad es esa en las montañas
Crujidos y reformas y estallidos en el aire violeta
Torres que caen
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
Irreal

Una mujer tensó su larga y negra cabellera
Y en esas cuerdas tocó un susurro musical
Y murciélagos con caras de bebé en la luz violeta
Silbaron, y batieron sus alas                                            380
Y cabeza abajo se escurrieron por un muro ennegrecido
En el aire había torres invertidas
Cuyas campanas, guardianas de las horas, tañían
    reminiscentes
Y voces que cantaban en cisternas vacías y pozos agotados

En esta podrida cavidad de las montañas
La yerba canta bajo el lánguido brillo de la luna
Sobre las tumbas destruidas, en torno a la capilla.
Allí está la capilla vacía, solitario hogar del viento.
No tiene ventanas, y la puerta se mece.
Los huesos secos no dañan a nadie.                               390
En lo alto del tejado sólo un gallo
Quiquiriquí quiquiriquí
A la luz del relámpago. La brisa entonces anunció
La lluvia. Ganga estaba hundido, y las débiles hojas
Aguardaban la lluvia, mientras las negras nubes
Se reunían a lo lejos, sobre Himavant.
La jungla se agachó, encorvada en silencio.
Entonces habló el trueno
D
A                                                                                     400
Datta:
¿qué hemos dado?
Amigo, la sangre sacude mi corazón
El atroz pensamiento de rendirse un momento
Lo que una edad de prudencia nunca puede retractar
Por esto y sólo esto hemos existido
Por lo que no se hallará en nuestros obituarios
Ni en memorias urdidas por la araña bienhechora
Ni bajo sellos rotos por el magro procurador
En nuestras alcobas vacías.
D
A                                                                                     410
Dayadhvam:
He oído la llave
Girar en la puerta una vez y girar una vez sola
Pensamos en la llave, cada quien en su prisión
Pensando en la llave, cada quien confirma una prisión
Sólo al anochecer, etéreos rumores
Reviven por un instante un Coriolano roto8
DA
Damyata:
El barco respondió
Alegremente a la mano experta en vela y remo
El mar estaba quieto, tu corazón habría respondido      420
Aegre, palpitando obediente, a la invitación
De manos diestras

                          Yo me senté en la orilla
A pescar, con la árida llanura a mis espaldas
¿Ordenaré finalmente mis asuntos?
El Puente de Londres se está cayendo cayendo cayendo
Poi s‛ascose nel foco che gli afina

Quando fiam uti chelidon-Oh
golondrina golondrina
Le Prince d‛Aquitaine à la tour abolie

Contra mis ruinas he apuntalado estos fragmentos         430
Why then Ilie fit you. Hieronymo‛s mad againe.

Datta. Dayadhvam. Damyata.
                     Shantih Shantih Shantih

 

8 Coriolano, general romano del siglo V a. de J.C. Después de haber prestado brillantes servicios a su patria fue condenado al destierro. Se puso al frente de los volscos y estaba a punto de saquear Roma cuando se dejó, al fin, vencer por las lágrimas de su madre y de su mujer. Coriolano, tragedia en cinco actos de Shakespeare; pintura del carácter del héroe romano (circa 1607). Obertura compuesta por Beethoven en 1807. (N. del T.)