México (Fragmentos)
1 Las dificultades, las imposibilidades permanecen; yo, de cincuenta años, humillado con la dorada basura de los años, como un cerro de heno, al laurel muerto torna gris mi espalda; tú, con algo de dulzura, de edad incierta, digamos veintisiete, no lastrada por el honor o la decepción. ¿Cuál es la ayuda entonces? No al sol, la florescencia escarlata y la fiebre elevada de este día séptimo, la diarrea predestinada del caminante, la náusea, los múltiples piquetes del mosquito, redondos como pesos, Aquí sin esperanza en Dios o en los dioses aztecas; nosotros, gente solar, sabemos que el sol, la fuente de la vida morirá, a menos que lo alimentemos con sangre humana— los dos somos relojes y sólo contamos en el tiempo, el filo aguzado de la manecilla presiona contra el porvenir. 2 Ni la fe que no acelera el paso o lo retarda, ni las cargas activadas por la llama de Alá, ni la ilusión de salvar mujer e hijo pesan mucho contra su fuego concentrado— Abel aprendió esto cayendo entre glorias matutinas y verdes y las gelatinosas plantas trepadoras del crepúsculo saurio. Prosigue, sentirás la seguridad, el delirio, los soldados rasos seguros de aplastar al enemigo, los clanes de Dundee en Killicranks, destruyendo a los ingleses, que tres días más tarde seguían corriendo. Nos unen las mismas ataduras de dolo e inocencia; y con todo no somos iguales; he vivido sin sentir desde hace tanto la pérdida que ya no duele; y rutas y reflejos del mundo me dejarán flotando en libertad— Tú, Dios te ayude, debes ambicionar cada una de tus respiraciones. 3 Deseando alzar la cruz del Rey, Sacrificado en el monasterio de Emmaús en Cuernavaca— nombre mundano para su planta aerodinámica y sus crucifijos vanguardistas, los monjes, como Pablo, se han ganado con artesanías al costo de la transferencia de profundidad. Aquí acampó dos años una Comisión Papal, y emitió su decreto: el análisis no es obligatorio, su sereno Prior belga era herético, un desviado... No pudimos hallar el cadáver removido por un helicóptero; las celdas estaban vacías, pero el arte aún se vendía; legos neuróticos te acechaban como venados, alambres de púas en cabañas blancas e inmaculadas, cuyos nombres eran Sigmund y Karl... Viven la vida de los monjes, una revelación alivia el estrago de la anterior. 5 Al sur de Nueva Inglaterra, al sur de Washington, al sur del Sur, paseo bajo la luz vidriada de la luna; rocío en el pasto y nadie en la distancia... este deseo sin límites me impulsa, como a un toro con anillo en la nariz y cadena en el anillo... Nos alejamos, toro y vaca, puedes imaginar un ganadoapareándose seis largos días de olvido: yendo y viniendo por el camino, de nuevo este amurallado sendero del jardín, arduas espinas de heno se clavan en nuestros escondrijos; y siempre a la vista de todos y cada uno, del sol en plenitud, del ocaso que dibuja siluetas, mostrándose ante las luces altas de los autos que pasan, Luego desaparece; aprendo a vivir con la historia. ¿Qué es la historia? Aquello que no puedes tocar. 6 En medio del invierno de México. Sin embargo, altas flores rojas persisten en los árboles, y todo está en la hoja, el crepúsculo quema los ladrillos enormes como hogazas— en algún sitio debí encontrar este color, el rosa enfebrecido, y supe su mensaje: ¿o será que a tu casa veinte veces te he encaminado, y luego retorné sobre mis pisadas? Ningún momento vuelve y es manejable, ni dos veces ni una. Hemos esperado, pienso, toda una vida para este paseo, y el polvo blando bajo nuestros pies se deshace como la sal de la pureza, alba y estéril; incluso es sal tu blusa de encaje abullonado. Los ladrillos se apagan; al minuto más común no se divide, ni una ni dos veces... Cuando sales, te evoco, cada hora del día, cada minuto de la hora, cada segundo del minuto. 7 Tres almohadas, punta a punta, elásticas, curvas, y frías cubiertas por la sábana del diván. Por un segundo, la mano alucinaba— me pensé descubriéndote. En el crepúsculo, el lavabo despide su golpeante perfume, su dulzura, un enlace de ron y coca-cola. Oscuridad, querida, oscuridad: aquí siempre, lo ilusorio de la noche, las luces observan a los mexicanos, niños casi todos, conformados por habitaciones como cajas en una calle donde los autobuses devoran la acera. Y la medianoche del Año Nuevo; en el mercado tres beben cerveza en latas adornadas con limones y sal; una mujer azteca, canta sus baladas de adulterio; y llora porque su esposo la ha abandonado por tres mujeres para asumir la pobreza que todos los hombres deben enfrentar a la hora de la muerte. 8 Como si masticáramos hierbas saladas y ramitas secas, llenando nuestras bocas de polvo y trozos de adobe, ratas, gusanos y lagartijas, descendimos la colina, el amor es sereno, no legisla porque las leyes protegen y encarcelan. Seis leones de piedra, arduos bebedores, más bien sapos, guardan la fuente, tres faroles herrumbrados se deterioran; tres calamares de piedra, tres veces pisas levantando el canalónno citado en guía alguna... esta ciudad de la llanura, donde el agua enrojece, como si estuviera teñida, y en la cantina trece muchachas se sientan a la mesa, luego ninguna, entonces sólo veinte se juntan con los hombres, probos y lujuriosos asesinos— la devoción trepa la colina con zapatos de hierro. 10 Quizá no artista, tú trasciendes sus frases, una joven demasiado simple para tan detallada astucia... Toma ese día de hornada en la terraza de mármol, la roca y el pasto pardos del asado, el aliento del mundo que se eleva como el humo maduro de las castañas, una hendedura que en el cuerpo del valle deja caer distancias; enfermo y pensativo, el siguiente día de la flor roja, las colinas, el volcán y el valle— ésto no es lo más grande, aunque sea grande; las horas de calosfrío, dolor y quemadura, cuando acometeríamos más allá del denuedo, las alturas y luego la caída... recayendo en el discurso honesto: la enfermedad, comida que la carne debe tragar alimenta nuestras mentes... la mente, que también es carnal.
De Notebook
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