Material de Lectura

 

Pregón de los hospitales

 

    ¡Miren ustedes cómo es de admirar la situación
privilegiada de esta gran casa de enfermos!
     ¡Observen el dombo de los altos árboles cuyas
oscuras hojas, siempre húmedas, protegidas por un halo de plateada pelusa, dan sombra a las avenidas
por donde se pasean los dolientes!
   ¡Escuchen el amortiguado paso de los ruidos lejanos, que dicen de la presencia de un mundo que viaja ordenadamente al desastre de los años,
    al olvido, al asombro desnudo del tiempo!
   ¡Abran bien los ojos y miren cómo la pulida uña del síntoma marca a cada uno con su signo de especial desesperanza!;
    sin herirlo casi, sin perturbarlo, sin moverlo de su doméstica órbita de recuerdos y penas y seres queridos,
    para él tan lejanos ya y tan extranjeros en su territorio de duelo.
     ¡Entren todos a vestir el ojoso manto de la fiebre y conocer el temblor seráfico de la anemia
    o la transparencia cerosa del cáncer que guarda su materia muchas noches,
     hasta desparramarse en la blanca mesa iluminada por un alto sol voltaico que zumba dulcemente!
    ¡Adelante señores!
    Aquí terminan los deseos imposibles:
    el amor por la hermana,
    los senos de la monja,
    los juegos en los sótanos,
    la soledad de las construcciones,
     las piernas de las comulgantes,
     todo termina aquí, señores.
 
     ¡Entren, entren!
   Obedientes a la pestilencia que consuela y da olvido, que purifica y concede la gracia.
    ¡Adelante!
     Prueben
     la manzana podrida del cloroformo,
     el blando paso del éter,
     la montera niquelada que ciñe la faz de los moribundos,
     la ola granulada de los febrífugos,
     la engañosa delicia vegetal de los jarabes,
   la sólida lanceta que libera el último coágulo, negro y ya poblado por los primeros signos de la transformación.
    ¡Admiren la terraza donde ventilan algunos sus males
    como banderas en rehén!
    ¡Vengan todos
    feligreses de las másaltas dolencias!
    ¡Vengan a hacer el noviciado de la muerte, tan útil a muchos, tan sabio en dones que infestan la tierra y la preparan!