Uno de sus dioses
Al oscurecer, cuando cruzó por el centro de Seleucia, con su extraordinario porte, el gozo de la pureza en los ojos, y el oscuro cabello perfumado, los pasantes lo miraron y unos a otros se preguntaban si lo conocían, que si era griego, sirio o extranjero. Algunos lo observaron con atención, y comprendiendo se apartaron de su camino; desapareció en las arcadas, entre las sombras y las luces de la tarde, y se fue al barrio que vive sólo de noche entre orgías y desenfrenos. Se preguntaban cuál de ellos podría ser, por cuál dudoso placer había bajado a las calles de Seleucia desde los adorados y sacros recintos.
1917
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