Material de Lectura

Zbigniew Herbert

 

Zbigniew Herbert nació el 29 de octubre de 1924 en Lwow y murió en Varsovia el 28 de julio de 1998. Publicó sus primeros poemas en 1948, pero su verdadero debut tuvo lugar en 1956 (durante el periodo de la dominación del realismo socialista guardó silencio). Es también ensayista, autor de obras teatrales, traductor de poesía. Ha sido traducido a varios idiomas, entre otros al inglés, francés, alemán, ruso.

Sus principales libros de poesía: La cuerda de la luz (1956), Hermes, el perro y la estrella (1957), Estudio del objeto (1961), Inscripción (1969), Poesías escogidas (1971) y Señor Cogito (1974), Informe desde la ciudad sitiada y otros poemas, publicada en 1984 es un alegato contra los problemas de una sociedad, la polaca, bajo la ley marcial..

Toda la obra de Herbert es una defensa apasionada de la historia y de la cultura, hecha no desde el punto de vista del esteta y erudito, sino de un moralista inquieto, deseoso de salvar ante todo la dimensión humana de sus contemporáneos. Herbert inició su obra poética bajo el signo de las mismas experiencias de Tadeusz Różewicz, pero ha sacado de ellas conclusiones diferentes. Para él, sí es posible "volver a ofrecer al traicionado mundo una rosa", y hacerlo "con una gravedad mortal". Para el poeta el fracaso moral y la pérdida del sistema de valores del hombre europeo después de la guerra es una razón más para buscar el apoyo en la gran herencia común de la cultura mediterránea. Nadie más en la poesía polaca contemporánea ha sido tan consciente de que este mundo, "petrificado" en los libros de texto y en los museos, representa un punto de referencia, una raíz, en fin, nuestra riqueza que sigue siendo válida. Al reintegrar a los dioses y a los héroes antiguos en el mundo contemporáneo, Herbert les quita su solemnidad de momias sagradas del pasado, su Jonás "se muere de cáncer en un hospital" y el Fortinbrás de su poema-diálogo con Hamlet, ya muerto tiene rasgos de un príncipe del siglo xx.

En toda la obra de Herbert existe una tensión dialéctica entre lo concreto y lo abstracto, entre lo particular y lo universal. No obstante, si este poeta vuelve a recurrir a "las grandes palabras humanas", el desmitificador que hay en él no deja de luchar con el mitólogo y esta lucha constante le confiere a su poesía un tono particularmente dramático. En este mundo el sufrimiento adquiere un valor supremo. Al hombre —dice Herbert— no le queda más que un heroísmo cotidiano, humilde y estoico, no le queda más que saber convivir con el abismo, "justo a su medida", que de todas maneras lo devorará.



Sus poemas


Jonás

Y preparó el Señor
un pez grande
para que tragara a Jonás.

 

Jonás hijo de Amiar
huyendo de una misión peligrosa
tomó un barco que iba
de Jope a Tarsis

lo que sucedió después es bien sabido
viento terrible, tempestad
los tripulantes arrojan a Jonás
en las profundidades
el mar se levanta por su propia furia
viene el pez profético
tres días y tres noches
reza Jonás en su vientre
por fin el pez lo devuelve
a tierra firme

un Jonás contemporáneo
se sumerge como piedra
si le toca una ballena
no tiene ni tiempo para un suspiro

en el caso de que se salve
actúa con más astucia
que su compañero bíblico
nunca más se encarga
de una misión peligrosa
se deja crecer la barba
y lejos del mar
lejos de Nínive
escondiéndose bajo un falso apellido
se vuelve comerciante de ganado
y de objetos antiguos

los agentes de Leviatán
no rechazan los sobornos
no sienten el soplo del destino
son empleados de la casualidad

en un hospital bien limpio
Jonás muere de cáncer
sin darse cuenta
de quién había sido

puesta sobre su frente
se apaga la parábola
el bálsamo de un relato bíblico
nada puede con su cuerpo

 



Petrificados pero vivos

Tridimensionales ilustraciones en los lamentables libros de texto. Mortalmente pálidos, con la cabellera envejecida, el carcaj vacío y el torso eternizado. Inmóviles en estas islas estériles, entre piedras vivas, bajo un cielo frondoso. Simétrica Afrodita, Júpiter por perros aullado, Baco embriagado con yeso. Oprobio de la naturaleza. Herpes de las alamedas.
Los verdaderos dioses sólo por un momento y sin gusto se incorporan en la piedra. Su poderoso ministerio encargado de producir truenos, tormentas y alboradas, plagas y lluvias de oro, exigía extraordinaria movilidad. Huían de las ciudades calcinadas. Sobre una ola servicial navegaban hacia lejanas islas. Pordioseros harapientos, borraban fronteras de tiempos y civilizaciones.
Perseguidos y perseguidores, sudados, gritones, en una imparable carrera hacia la huidiza humanidad.

 



¡Jamás Ángel!

Si después de la muerte quieren convertirnos en una miserable flamita que divaga en los senderos de los vientos, hay que rebelarse. ¡Para qué el descanso eterno en el seno del aire, a la sombra de la amarillenta gloria, entre los balbuceantes coros bidimensionales! Hay que incorporarse a la piedra, al árbol, a la hendidura de la reja del jardín. Más vale ser rechinar del piso que horror transparente de perfección.

 

 



El abismo del señor Cogito

En casa no hay peligro
pero detrás del umbral
cada vez que el Señor Cogito
sale por la mañana a pasear
se abre delante de él
un abismo
no el abismo de Pascal
tampoco el despeñadero de Dostoyevski
es un abismo
justo a la medida
del Señor Cogito
su calidad particular:
nada insondable
ni aterrorizador

lo sigue como si fuera una sombra
lo espera frente a la panadería
en el parque junto con el Señor Cogito
por encima de su hombro
lee el periódico

molesto como un tumor
apegado como un perro
y ni siquiera tan profundo
para absorberlo con la cabeza
las piernas y las manos

un día
el abismo tal vez se haga más grande
más maduro
se ponga serio

¡ay si se supiera
qué agua darle
con que semilla
alimentarlo!

ahora
basta con que el Señor Cogito
recoja un puñado de arena
para taparlo

sin embargo no lo hace
al regresar a casa
deja al abismo tranquilo
detrás del umbral
ocultándolo cuidadosamente
con un viejo trapo

 



Mensaje del señor Cogito

Ve sigue a los otros los que alcanzaron su oscura meta,
vellocino dorado de la nada —tu premio final

Levanta la cabeza entre los que andan
arrodillados o dan la espalda
entre los que yacen

No has sido salvado para vivir
poco tiempo te queda da tu testimonio

Se valiente si la razón te falla
al fin de cuentas sólo cuenta eso
Que tu inválida Ira sea como un mar
cada vez que oigas las voces abatidas de los torturados
que no te abandone tu hermano el Desprecio
frente a espías verdugos y cobardes

serán ellos los que ganarán
con un profundo alivio arrojando tierra
sobre tu ataúd
el gusano no faltará para corregir
tu biografía

y no perdones no tienes el poder
de perdonar en nombre de los traicionados en la luz del alba

pero líbrete dios del menor orgullo
en el espejo contempla tu cara
de payaso repitiéndote: he sido llamado
¿no había mejores que yo?

guárdate de ser árido ama los manantiales
de la primera luz las desconocidas aves
y robles del invierno

un brillo sobre el muro un esplendor del cielo
no necesitan calor de tu aliento
nada más dicen esto: no tienes remedio

y no te duermas si una luz en los montes
te llama: levántate sigue
hasta que en el pecho la sangre conmueva
tu oscuro astro

repite los antiguos conjuros humanos
las fábulas las leyendas
así conseguirás el bien que nunca será tuyo
repite las grandes palabras repite insiste
como los otros los que caminaban
por el desierto quedándose en la arena

por todo esto algo te darán
azotes de burla golpes de cuchillo

sigue —sólo así serás admitido
a la santa congregación de las calaveras
frías de tus ancestros —Gilgamés Héctor Rolando
defensores del reino sin fin
de los muros en cenizas

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