Lecturas
La huerta está desierta; la tarde huele a membrillo. Sobre una tapia, acrobático, asciende y se apaga un brillo. Ya no se puede leer: Nos guardamos la carta en el bolsillo. Cartas que tienen de cinematógrafo y de fonógrafo; cartas que traen en sus rasgos los escorzos fugitivos de alguna escena ya huida; de ésas con que nos formamos el catálogo de oro de la vida. Milagros del alfabeto. Y en vez de un milagro, dos: Reconstruir con renglones una fisonomía y en un malabarismo acústico, oír la voz. Tenemos el alma llena. En la arena, con la rama que cortamos complicamos monogramas. Nuestro paso es intuitivo e inconsciente. Toda nuestra alma está ausente .................................................. .................................................. La noche quiere acostarse e improvisa con la luna la mecha de una candela. Ya en la fuente canta un grillo. La huerta huele a membrillo como un ropero de abuela. Llevamos una carta en el bolsillo. El alma vuela.
En Poesía mexicana contemporánea. Antología de El Nacional, I (México, 1939)
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