El alma es una beata...
En la indolencia de las tardes quietas, algunas de esas tardes femeninas con alma de beguinas rezando "Horas Completas". Tardes azules que al llegar la noche se hacen moradas y en seguida grises: tardes que al envejecerse patinan el color de sus matices. Impreciso y callado entre el amago de sus medias tintas, el patio se nivela. Yo alcanzo a descubrirlo desde mi azotehuela. El patio por tan triste, parece estar enfermo; el patio, por tan grande, parece una plazuela; el patio a la distancia, supersticiona un yermo. Acaso sea la hora de cautelosa cita; de sombras y misterios el ámbito se llena; y como en tradiciones de un libro cenobita, cruce por aquel patio llorando un alma en pena.
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Y al contacto sedoso de tardes sin deseos en que en balsas de aceite se amodorran los ruidos andan por los rincones medrosos cuchicheos, y el alma es una beata que cree en aparecidos.
(Voces de órgano)
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