Erica Jong
Los mandamientos Envidia del pene Los mandamientos
No querrás de veras ser poet(is)a. Primero, si eres mujer, tienes que ser tres veces mejor que cualquiera de los hombres. Segundo, tienes que acostarte con todo el mundo. Y tercero, tienes que haberte muerto. Poeta masculino, en conversación.
Si una mujer quiere ser poeta, debe dormir cerca de la luna a cara abierta; debe caminar a través de sí misma estudiando el paisaje; no debe escribir sus poemas con sangre menstrual. Si una mujer quiere ser poeta, debe correr hacia atrás en torno al volcán; debe palpar el movimiento a lo largo de sus grietas; no debe conseguir un doctorado en sismografía. Si una mujer quiere ser poeta, no debe acostarse con manuscritos incircuncisos; no debe escribir odas a sus abortos; no debe hacer caldos de vieja carne de unicornio. Si una mujer quiere ser poeta, debe leer libros de cocina francesa y legumbres chinas; debe chupar poetas franceses para refrescar su aliento; no debe masturbarse en talleres de poesía. Si una mujer quiere ser poeta, debe pelar los vellos de sus pupilas; debe escuchar la respiración de hombres durmientes; debe escuchar los espacios entre esa respiración. Si una mujer quiere ser poeta, no debe escribir sus poemas con pene artificial; debe rezar para que sus hijos sean mujeres; debe perdonar a su padre su esperma más valiente.
Envidia del pene
Envidio a los hombres que pueden anhelar con infinita vaciedad el cuerpo de una mujer, que esperan que su anhelo haga un niño, que su oquedad misma fertilice lo oscuro. Las mujeres no se hacen ilusiones sobre esto, ya que son a la vez casas y túneles, copas y las que escancian el vino, ya que conocen el vacío como estado temporal entre dos plenitudes, y no ven en ello ningún romance. Si yo fuera hombre, condenado a esa infinita vaciedad, y no teniendo alternativa, encontraría, como los otros, sin duda, una mujer para bautizarla Vientre de Luna, Madona, Diosa del Cabello de Oro y hacerla tienda de mi deseo, paracaídas de seda de mi lujuria, icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual, madre de mi hambre. Pero ya que soy mujer, debo no sólo inspirar el poema sino también escribirlo a máquina, no sólo concebir al niño sino también darlo a luz, no sólo dar a luz al niño sino también bañarlo, no sólo bañar al niño sino también alimentarlo, no sólo alimentar al niño sino también llevarlo a todas partes, a todas partes... mientras que los hombres escriben poemas sobre los misterios de la maternidad. Envidio a los hombres que pueden anhelar con infinita vaciedad.
|