Enrique González Martínez |
Nota introductoria |
¿Cuál es su secreto, querido y admirado Enrique |
Enrique González Martínez nació el 13 de abril de 1871 en Guadalajara, Jalisco, y murió el 19 de febrero de 1952 en México, D. F. Durante 15 años ejerció su profesión de médico rural. Fue profesor de medicina y de literatura, político, diplomático, conferencista, periodista, traductor y sobre todo poeta. Entre los poemas de este cuarto libro [Los senderos ocultos] estaba el soneto "Tuércele el Cuello al Cisne" que Pedro Henríquez Ureña [:..] habría de considerar como intencionado manifiesto literario o como síntesis de una doctrina estética. En realidad el poema no era, como definido propósito, ni una ni otra cosa, sino la expresión recreativa contra ciertos tópicos modernistas arrancados al opulento bagaje lírico de Rubén Darío, el Darío de Prosas Profanas y no el de Cantos de Vida y Esperanza. Lo anterior y la lectura del soneto muestran claramente que González Martínez estaba en contra de esa primera etapa preciosista que tuvo el modernismo, y que manifestó Darío en Prosas profanas (que además no tardó en abandonar) y que seguían los deplorables imitadores del poeta nicaragüense, que incapaces de alcanzar su excelencia, se afanaron por exagerar sus defectos.
Nuestro poeta no gustaba de ese estilo que culminó en un refinamiento artificioso y amanerado.
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje González Martínez coincidía con la segunda etapa del modernismo, que se define sobre todo por una modificación en el tono: de frívolo a un tono de compromiso, de filosofía humanista, en el que el lirismo personal alcanza manifestaciones intensas ante el eterno misterio de la vida y la muerte, sin abdicar de su rasgo característico de trabajar el lenguaje con arte.
Así, mientras los demás modernistas se quedaron estancados entre los tules, jarrones y palacios versallescos, nuestro poeta "preparó la formulación de un nuevo código poético, donde son requisitos básicos la belleza interior, la fe acendrada" (C. Monsiváis, La poesía mexicana del siglo XX). Y se convirtió, como señaló Paz en Las peras del olmo, en el único poeta realmente modernista que tuvo México.
La voz de González Martínez, llena de serenidad, filosofía y entrañable señorío, con insistente voluntad de cambio, de renovación espiritual, condujo a la ruptura, a la revolución de la poesía mexicana, que también asumió, de otra manera, López Velarde. Por esto sobresalen porque de ellos dos arranca una nueva manera de comprender y expresar el fenómeno poético. La poesía de González Martínez es una lúcida reflexión sobre el hombre y las cosas. El amor, el dolor, la eternidad, la muerte, el paisaje y, sobre todo, la positiva actitud ante la vida, son sus temas predilectos. Su poesía, sosegada y grave, se distingue por la claridad y la justa coordinación entre la sustancia y la forma; en ella sólo aflora lo armonioso y lo reflexivo. Fue poeta para él y para los demás. José Emilio Pacheco, uno de los críticos más lúcidos del poeta, refiere en su Antología del modernismo (UNAM, 1970), que rota la aspiración a la serenidad, debido a los dramas a que lo enfrentó el destino, "hizo poemas de absoluta maestría, en la más honda línea elegiaca española". Pero ya en El diluvio de fuego (1938), "el dolor personal, el drama íntimo cedía el paso al sufrimiento del mundo". Enrique González Martínez publicó en prosa solamente algunos cuentos y dos libros de memorias: El hombre del búho (1944) en el que trazó los rasgos de su formación estética hasta 1910 y algunos detalles biográficos, y La apacible locura (1951) en el que continuó con su biografía, gustos, poesía y retratos de amigos. En 1903 la Imprenta Retes, de Mazatlán, publicó el primer volumen de versos del entonces novel poeta: Preludios, al que le falta madurez, una orientación definida y estilo personal, pero en el que se encuentra una gran perfección formal y cierta ironía. En 1907 publicó en Mocorito Lirismos, continuación de su empeño por "encontrarse" a través de mitos y paisajes parnasianos, y donde el conocimiento de la soledad y el silencio, habrán de conducirle a su tercer libro: Silénter (1909), poesía contemplativa y sencilla. En 1911 aparece Los senderos ocultos, obra que cimentó su reputación y le dio definitivamente un lugar en la literatura mexicana. En ella muestra una sabia manera de penetrar en el misterio y en el sentido de la vida y la naturaleza. Ese mismo año fue nombrado miembro de número de la Academia Mexicana e ingresó en el Ateneo de la Juventud, cuya presidencia ocupó en 1912. En 1915 se publican La muerte del cisne y Jardines de Francia, este último es un libro de traducciones. El libro de la fuerza, de la bondad y del ensueño (1917) es ejemplo de que en la lírica de González Martínez prevalece, como lo señaló el dominicano Henríquez Ureña, lo ético sobre lo estético, para llegar en ascensión perpetua a una mayor serenidad y a ser más sincero. Aunque en su peor instancia, algunos poemas son una homilía, un consejo moral. En 1918 publicó Parábolas y otros poemas, con prólogo de Amado Nervo. En este texto su poesía alcanza su más alto sentido filosófico. En 1921 apareció La palabra del viento y en 1923 El Romero alucinado. En 1925 Las señales furtivas con prólogo de Luis G. Urbina, en que se mezcla la ironía, el ingenio, el humor y lo cotidiano, al igual que el libro que le precede. En 1935 Poemas truncos y en 1937 Ausencia y canto en los que encontramos algunos poemas dedicados a la esposa muerta. En 1938 publicó El diluvio de fuego, poema trágico en que dibuja la guerra. El poeta se convierte en profeta. En 1939 Tres rosas en el ánfora. En Bajo el signo mortal (1942) se observa un hálito religioso, y en ocasiones hasta místico. El poeta canta a la muerte de su hijo (González Rojo). En 1945 aparece Segundo despertar y otros poemas que es una prolongación del canto de ausencia iniciado con Poemas truncos. Vilano al viento aparece en 1948. Babel (1949) es el canto de la guerra, de los inventos. Se describe al hombre luchando entre lo terrenal (guerra, odio…) y lo sublime (la musa), entre bien y mal, materia e ideal. Todo refleja las inquietudes de nuestro tiempo. Su obra póstuma es El nuevo Narciso y otros poemas (1952), libro de despedida escrito a la sombra de un presentimiento. Poesía crepuscular mas no declinante. Canto sereno del gran Patriarca. El día que sepultaron a Enrique González Martínez el maestro Carlos Chávez pronunció la primera oración, que terminó de esta manera: Y, pendientes de "las señales furtivas" que el poeta nos enseñó a descubrir —como manifestación de la vida imperecedera en la piedra, en el aire, en el agua. Desde ellas nos hablará siempre la poesía de Enrique González Martínez. Los poemas seleccionados fueron tomados de Enrique González Martínez, Obras completas (Centenario de 1971. Su nacimiento. Homenaje de El Colegio Nacional), edición, prólogo y notas de Antonio Castro Leal. México, El Colegio de México, 1971, 862 pp. Esta selección pretende mostrar las afirmaciones que se han hecho de cada uno de los libros del poeta. Son desde luego apreciaciones muy generales que podrían ser ampliadas con la lectura misma de los poemas.
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Ambra Polidori |
El orto
Es el amanecer, y cuando ufana ("Rústica: El orto" en Preludios) |
Marina
Sobre la playa, el arenal escueto; Ni un toque de verdor, ni un indiscreto Con calma funeral vienen las olas y en la bruma sutil que el alma hiela, (Lirismos) |
Irás sobre la vida de las cosas...
Irás sobre la vida de las cosas Que todo deje en ti como una huella Que asciendas a las cumbres solitarias Que esquives lo que ofusca y lo que asombra Que te ames en ti mismo, de tal modo Y que llegues, por fin, a la escondida (Silénter) |
Spleen
Tarde gris; la llovizna golpea mi ventana. La caída monótona de la lluvia incesante De pronto, siento pasos, y una moza garrida La requiebro; se esquiva; alza como al descuido, (Silénter) |
Cuando sepas hallar una sonrisa...
Cuando sepas hallar una sonrisa (Los senderos ocultos) |
Tuércele el cuello al cisne...
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje (Los senderos ocultos) |
Los días inútiles
Sobre el dormido lago está el saúz que llora. (La muerte del cisne) |
La hilandera
Mi hilandera en las tardes, hila, canta y espera; Hace ya muchos años se quedó prisionera Recluida en su torre, con el huso en las manos, y en el último olvido de pasadas congojas, (El libro de la fuerza, de la bondad y del ensueño)
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Página en blanco
Un día, no muy tarde, la inquietud que me acosa Todo lo que en un tiempo suscitó mis asombros Trémula ya la mano que oprimió los bordones Recogidas las alas, el afán taciturno De esta vida de ensueño, de este mundo en que arranco (El libro de la fuerza, de la bondad y del ensueño) |
Parábola del huésped sin nombre
Han llamado a mi puerta, (Parábolas y otros poemas) |
La cautiva
Cautiva que entre cerrojos, (Parábolas y otros poemas)
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Danza elefantina
El elefante, cuando baila, (El Romero alucinado) |
Ánfora rota
Te resquebrajas, (Las señales furtivas)
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Dolor
Mi abismo se llenó de su mirada, (Poemas truncos)
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Soledad tardía
Soledad, bien te busqué (Ausencia y canto)
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Primer canto
Ha de venir, y nacerá mañana. ("Primer canto" en El diluvio de fuego) |
Último viaje
Camino del silencio (Bajo el signo mortal)
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El encuentro
Vagábamos sin sentido (Bajo el signo mortal)
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A un alma ausente
Porque sabías lo que nunca dije Dímelo si lo sabes, sombra ausente. 1943 (Segundo despertar)
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Último mar
Viajo entre sombras... Pero yo quisiera, 13 de junio de 1946 (Vilano al viento)
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VI
Interrogación
Y el grito interrogante de una invisible boca (Babel)
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Doble tarea
Al tictac del reloj cavo mi muerte; 1950 (El nuevo Narciso) |
Principio y fin del mar
Poema en dos sueños
Yo soñé con un mar recién nacido,
II Y vi que el agua se tiñó de rosa, 1950
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