Kenneth Patchen Selección, traducción y nota de Alberto Blanco VERSIÓN PDF
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Nota introductoria |
El poeta debería usar zapatos bien cómodos y estar en contacto con muchos niños Kenneth Patchen |
"Kenneth Patchen es el nombre de un mundo tan especial, completo y misterioso como el de Paul Klee, o el de Rimbaud." Con esta provocadora afirmación que aparece en la contraportada de Poems of Humor editada por City Lights en 1971, se puede intentar un cambio de luces para llamar la atención hacia la poesía de este escritor. Incorruptible, solitario, alejado de modas y opiniones en boga o razones de mercado, Patchen es uno de los poetas norteamericanos más ricos en cuanto a la variedad y el valor nutritivo de su obra, tan relevante y fresca hoy en día como lo fuera hace treinta, cuarenta o cincuenta años. Kenneth Patchen nació en Niles, Ohio, el 13 de diciembre de 1911, hijo de un trabajador de la industria acerera. Estudió en el Colegio Experimental de la Universidad de Wisconsin, y vivió después muchos años, junto con su esposa, en la costa occidental de Estados Unidos. Agustí Bartra en su Antología de la poesía norteamericana publicada por la UNAM dice que los primeros poemas de Patchen "son revolucionarios en espíritu y técnica". Más adelante agrega: El tono es áspero, desesperado y furioso, y en su lenguaje trata de fusionar el elemento coloquial con el literario. Su poesía fantasmagórica y violenta, con notas de ternura y compasión, da fe de aquella generación "nacida en una guerra y destinada, según todas las apariencias, a morir en otra". La extraordinaria creatividad puesta en juego por Patchen a lo largo de toda su vida, no se vio mermada por un hecho terrible que habría de marcarlo indeleblemente: una lesión en la columna vertebral que lo mantuvo inmovilizado durante muchos años en una silla de ruedas. En su vasta obra nunca se hace mención directa de lo anterior, si bien es posible y aún probable, inferirlo de todos sus escritos. Como dice Hayden Carruth en su antología The Voice That Is Great Within Us: "Para Kenneth Patchen la vida siempre fue otra cosa". Posiblemente sea ésta una de las razones por las cuales Patchen siempre vio en el paraíso perdido de la infancia un punto de apoyo indispensable y un bálsamo de piadosa asistencia frente a la zozobra contemporánea. Sus poemas, de tono desenfadado y frecuentemente surrealista, oscilan entre los polos del humor y la franca protesta, la búsqueda visionaria y la alabanza de Eros. El carácter general de la poesía de Kenneth Patchen quedó constituido en sus trazos fundamentales en los años treinta, siendo uno de los principales transmisores, en su obra y en su persona, del papel profético del poeta. Se le identificó primero como un "poeta proletario", un antihéroe de la clase obrera. Después fue puliendo su visión personal hasta llegar a una concepción del amor como acto de solidaridad indiscriminada en el contexto de una terrible soledad y de la amenazadora política de las superpotencias. No hay más que leer el bellísimo poema titulado "La zorra", para comprobar que esto es verdad. Tanto la voz profundamente convencida que cantó, como los temas que así fueron cantados en la posguerra, a fines de los años cuarenta, resurgieron con enorme fuerza para tener peso y resonancia en el ambiente cultural de los años sesenta, en particular en Estados Unidos y más específicamente en California, donde los movimientos contestatarios y de protesta contra la guerra de Viet-Nam dieron nuevo auge a su poesía. La lesión espinal que lo aquejó durante tantos años no le impidió participar activamente en el llamado "Renacimiento de San Francisco", haciendo lecturas acompañado por el Chamber Jazz Sextet y algunos otros grupos y músicos de la bahía. Al mismo tiempo siguió experimentando con nuevas visiones y formas: narraciones surrealistas y paisajes oníricos, libros ilustrados (frecuentemente ejemplares únicos) y novelas-poemas de tono apocalíptico que —como dice Jerome Rothenberg en Revolution of the Word— "exploraban el mundo del poeta visionario, dentro y fuera de los poemas". Kenneth Patchen publicó en vida alrededor de 25 libros de poemas, varias novelas y obras de teatro, y más de mil libros pintados a mano, decorados y empastados por él mismo. Sin embargo, es moneda en curso considerar que para mediados de los años cuarenta, Patchen había publicado ya sus libros más significativos. Hace varios años, el crítico y novelista inglés Alex Comfort dijo que la obra de Patchen produce un efecto tan inmediato y avasallador que vuelve casi imposible la tarea de analizarla y evaluarla. Amén de hacer notar que esta observación podría ser válida para cualquier obra de arte (y, dado el caso, para cualquier experiencia) siempre y cuando la atención fuera lo suficientemente penetrante como para dejarse traspasar de lleno por lo observado, sí hay que señalar que el rango extraordinario que abarca la poderosa imaginación de Patchen es, por decir lo menos, sorprendente. El universo de sus libros pintados a mano es regocijante y renovador, y si bien no todas las alianzas de imágenes que produjo se pueden considerar grandes triunfos, es un hecho que consiguió cristalizar algunos encuentros magistrales, hallazgos poéticos del ojo y el oído a la vez. La larga y productiva vida de Patchen (comenzó a publicar en los años treinta y murió en 1972) le permitió estar cerca de muchos poetas y movimientos que han resultado ser claves para la poesía de Estados Unidos en el siglo XX. Kenneth Patchen se nutrió de todos ellos, ejerciendo al mismo tiempo una notable influencia en muchos poetas jóvenes cuyas obras maduraron después de la segunda guerra mundial. Si bien cronológicamente Patchen pertenece a la generación de Charles Olson, George Oppen, Theodore Roethke, Elizabeth Bishop, Louis Zukofsky y Kenneth Rexroth (todos ellos nacidos entre 1905 y 1911), su asociación con las escuelas objetivistas y sus métodos característicos, las composiciones por campo y el verso proyectivo, no deja de ser más bien fortuita o, en el mejor de los casos, paralela. Lo mismo se podría decir de su colindancia con el movimiento surrealista de Estados Unidos, y más tarde con el movimiento beat de los años cincuenta. Si alguna figura especular se puede invocar en relación a la vida y obra intensamente personales de Kenneth Patchen es la de ese otro gran solitario que fue Robinson Jeffers (1887-1962). Poeta que, en un rapto de entusiasmo, ha sido considerado "la fuerza más imponente en la poesía norteamericana desde Whitman", tal como puede leerse en la presentación de sus Selected Poems en New Directions, Kenneth Patchen se yergue entre los poetas de su tiempo con una voz original, directa y apasionada. Escribió sobre lo que a tantos concierne: las injusticias sociales, la necesidad del amor y el humor en este mundo, la presencia de Dios en todas las criaturas, la locura de la guerra y el esplendor de la belleza. La mayor parte de los poemas que aquí se publican pertenecen a la obra de Patchen escrita en los años cuarenta, década que vio aparecer en Estados Unidos los Cantos de Pisa de Ezra Pound, Paterson de W.C. Williams, el famoso ensayo sobre el verso proyectivo de Olson, así como The Love and the Hate (1944) y The Inhumanist (1947), sendos libros que conforman The Double Ax, la obra fundamental de Jeffers. Before the Brave (1936) y First Will & Testament (1939), habiendo sido escritos por Patchen a finales de la década de los treinta, se emparentan directamente con The Dark Kingdom (1942), The Teeth of the Lion (1942) y Cloth of the Tempest (1943); estos cinco libros conforman lo que podría considerarse el núcleo central de la obra poética de Patchen. Los poemas ilustrados provienen del libro Hurrah for Anything (1957), y la nota que cierra este prólogo, al mismo tiempo que abre la sección de traducciones, ha sido tomada de un texto que Patchen escribió acerca del libro The Hunted City, 1939-1967. La nota puede servir al lector para tener una idea de lo que sería la poética de su autor. |
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Sobre la estructura |
A últimas fechas se han escrito tantas tonterías acerca de "la estructura" (y generalmente las han escrito los poetas académicos), que mucha gente ha olvidado ya que la mejor manera de construir una casa es construirla. Todos aquellos que trabajan con las manos saben bien que el método preciso para mover una roca pesada consiste en tomarla firmemente con las manos, apuntalar los pies, poner la roca en movimiento con ambas palmas, y hacerla rodar hacia donde uno quiere que vaya. Hay que hacer que trabaje la piedra. (No quiero escupir sobre los huesos de los críticos; sus huesos polvorientos no me interesan; a mí denme medio kilo de carne con hueso de Melville; no quiero perder el tiempo con el aserrín que sacan de la cabeza de poetas de ínfima categoría, casi todos ellos fallecidos hayan muerto ya o no.) Creo que El puente de Hart Crane falló porque no meditó lo suficiente en su estructura, quiero decir, en su propia estructura como hombre.
Si de algo estoy seguro, es que toda nuestra concepción de los versos como líneas está equivocada. Las palabras tienen valores de relación característicos que nada tienen que ver con la relación que guarda una línea con otra; si se toma esto en consideración tendremos, a final de cuentas, una relación perfecta línea por línea en el poema como una totalidad. Existe un peso específico para cada palabra. Un ritmo que se siente es un ritmo que tiene sus propias leyes. Es un error garrafal distribuir los acentos como quien mide los ingredientes de un pastel. Tenemos un país lleno de poetas-pasteleros, y resulta imposible distinguirlos: tan malo es uno como otro. La poesía es escritura. Tal vez ni siquiera estoy hablando de poesía (al menos no de aquélla sobre la que tanto cacarean los críticos.) ¿Que en quién pienso cuando digo todo esto? En Dante, creo yo, en Dostoievski. Ellos sí que fueron escritores. Y escribieron. |
Kenneth Patchen Palo Alto, California |
A manera de dedicatoria |
El mar está inundado de rosas que vuelan
Hacia la costa Las suaves colinas se impregnan con su aroma Oh las colinas que fluyen dulcemente En la mano de Dios Es tan poco lo que sabemos del placer, amor Del placer que dura como la nieve Pero el mar está inundado de rosas que vuelan Hacia la costa Para Miriam
Que si trato con los ángeles
Cuando sus labios toco Tan gentil, tan cálida y dulce — la falsedad Nada tiene que ver con ella Oh el mundo es un lugar de velos y de rosas Cuando estoy con ella Yo me acerco a su prodigio Como un niño que encuentra una estrella en un pajar Y no hay nada cruel ni loco ni malo En ningún lugar |
Debemos ser cautos |
Porque a ti y a mí nos baña el silencio: Aquí donde está todo el campo En calma; dormido en la dulzura De esta estrella vespertina, cintilando En la muñeca de la noche. Las luces del pueblo Como bardos antiguos en oración, vienen Hacia nosotros sobre los campos de maíz Y ovejas mansas. Nos gustaría ser De aquí, donde el sueño no es como el urbano, Donde el sueño es completo y ligero Como el contorno de una hoja en el vaso de té; Mas el conocimiento en nuestros corazones Ha pintado ojos infames dentro de La cabeza: no hay de otra: vemos Todas las cosas lamentables y los días En esta tierra humilde, mezclando El ruido de los taxis y la desesperación Con todos los paisajes, aquí, y en todas partes. |
Aceptemos la locura |
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Les dejamos el placer |
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Mi religión es amarte |
Ya que el tiempo endurecerá nuestros cuerpos En un solo sueño, el hambre satisfecha, roto el corazón Como una botella abandonada por los ladrones Amada, ya que se encuentran tan tarde nuestros labios, inclinados Nuestros rostros muy juntos, los ojos cerrados Allá afuera detrás de la ventana donde se agitan las ramas en el suave viento, donde los pájaros sacuden las súbitas alas Dentro de ese aire lisiado, amor, nos estamos muriendo Observemos cómo llega ese sueño, y crucemos nuestros dedos A través del aliento que sale de nosotros Viviendo, podemos amar aunque la muerte ande cerca Es su canción desesperada la que no debemos escuchar Es que tenemos que permanecer unidos, sin morir ahora que estamos abrazados |
El amor visto como una búsqueda de lo perdido |
Tú, la mujer; yo, el hombre; éste, el mundo:
Y cada uno la obra de los demás. He allí el paso silencioso en la nieve; el forastero; El pájaro lisiado; la monja; la bailarina; el ala de Jesús Sobre los peregrinos de la villa; y he allí Bellos brazos a nuestro alrededor y alrededor de todo lo que sabemos. Ve cómo las estrellas deambulan por el cielo en sus varitas De antigua luz: con qué simplicidad ese azul Conduce a la eternidad a la cueva de Dios, allí donde el César Y Sócrates, como pinturas primitivas en los muros Miran, con ojos estupefactos, este mundo donde tú y yo vivimos. Tú, lo que se busca; yo, el buscador; ésta, la búsqueda: Y cada uno la misión, de los demás. Pues la inmensidad no es sino el caballo de tiro que saca A la carreta del atolladero; y vamos hacia la razón. Pero el genio es una inmensa pequeñez, unas gotas Del corazón que amparan lo mismo a la liebre que al cazador. ¡Cuán suavemente, amor, como en el sueño de una rosa, El viento se desliza sobre la tensa pradera de la noche! Ve cómo los grandes ojos de madera de los bosques Observan la arquitectura de nuestra inocencia. Tú, la ciudad; yo, el forastero; éste, el camino: Y cada uno la obra de los demás. Y no es que el hombre tenga que esforzarse más, ni cesar la compasión; sino que Ha de vivir más libremente; que en todas sus ciudades ondee limpia una bandera… Hemos estado demasiado tiempo solos, amor, y se ha hecho terriblemente tarde Para los pies traspasados en el agua, y no debemos morir en este instante. ¿Te has preguntado por qué todas las ventanas del cielo estaban rotas? ¿Has visto acaso a los desposeídos en la tumba abierta de la mano de Dios? ¿O es que quieres poner de acuerdo a la alondra con la música fatua de la guerra? He allí el paso silencioso en la nieve; el forastero; El reyezuelo lisiado; la monja; la bailarina; el ala de Jesús Sobre los peregrinos de la villa; y he allí Muchos brazos desesperados a nuestro alrededor y alrededor de todo lo que sabemos. |
Niebla |
La bella hija gris de la lluvia ha perdido a su amante.
Él, cuya boca conociera; él, que fue bueno con ella. Yo la he escuchado hablar de él cuando las luces del río Gritaban: "¡Cristo, qué soledad! ¡Cristo, qué frío!" He oído el llanto golpeado de su soledad llamándolo Cuando el mástil del barco no apunta a ninguna estrella. Muchos hombres han creído que eran él; Sintiendo los brazos de ella fríos, mientras llevaban a la muerte en los suyos— El rostro de mujer en el marco de la nada; Mientras la maquinaria del sueño hacía girar su primera rueda; Y durmieron mientras los ángeles caían en el sonido Coloreado de las aguas. Niño y cuna que canta, lo mismo. Oh dama dolorosa cuyo amante es el muelle En ese cielo donde todos yacemos, expectantes, abrazados mientras oscurece. |
El soldado y la estrella |
El rifle apunta: Hace lo que los rifles hacen. La estrella es muy bonita: Haciendo lo que las estrellas hacen. Diles, oh Soñador, que algunos fueron Asesinados al principio de la matanza Diles, oh Soñador, que la lluvia y la nieve Están cayendo sobre esas pobres cabezas sin jinete Diles, oh Soñador, que hay unas manos miserables flotando en el agua… Manos heladas que habrán de alcanzarlos en sus cálidos lechos. |
La zorra |
Porque la nieve es profunda
Sin mancha y blanca en el aire blanco Porque cojea un poco-sangra Por los disparos Porque los cazadores tienen rifles Y los perros tienen sombras de verdugos Porque quisiera tomarla en mis brazos Y atender su herida Porque no puede morirse Con el pequeño en el vientre No sé qué decir de un soldado moribundo Porque en la muerte no hay proporciones. |
La cierva y la serpiente |
La cierva es mansa y bella, como Dios la hizo
Miro sus ojos y pienso en las maravillas que tenemos Sacerdotes extraños entran a la catedral de los bosques Y siete Marías les lavan las manos para conquistarla Con las patas alzadas — con los oídos aguzados Guardando equilibrio en la punta como una hoja Pero la serpiente ataca — en un arco violeta De velocidad asesina — belleza letal Como agua de las montañas que un ciervo bebe Quieto, por siempre, mientras el veneno actúa Mientras cuento los brazos de tu Cruz y pienso En cuántos Cristos podrían estar allí, llorando. |
El lobo del invierno |
El lobo del invierno
Devora caminos y pueblos En su hambre de hielo. El lobo del invierno Mete la pata en la olla rancia de la ciudad Agitando la sopa de putas y suicidas. Oh el lobo del invierno Rompe los huesos del pobre En su caverna congelada. El lobo del invierno… El torvo, el frío, el blanco El bello lobo del invierno Que se alimenta de nuestro mundo. |
Un templo |
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Pastoral |
La paloma camina con las patas pegajosas Sobre las verdes copas del almendro, Sus plumas densas por el calor Como la miel Que goteando perezosa, cae en la sombra… Cualquiera que hubiera estado en ese huerto Tan lleno de paz y de sueño, Difícilmente hubiera notado la colina Cercana Con sus tres extraños brazos de madera Alzados sobre la compacta muchedumbre — Sobre los cascos de los guardias de Pilatos Centelleantes como dientes de plata bajo el sol. |
Perdiendo su amor todo lo que habría profanado... |
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No hay nada falso en ti... |
No hay nada falso en Ti.
En Tu calor el cuerpo más joven Encuentra refugio y luz. En Ti las plumas del sol Hallan adorno. Lo que no muere Está contigo. Con mantos de música vistes. Tu voz alas despierta. Y más aún contigo Las flores en la tierra brillan. En Tus profundidades las fieras velas Del cielo se deslizan. Eres el esplendor y la alegría. Tu corazón sólo ha de fallar Cuando todo lo demás haya caído. Lo que nunca muere Vive en Ti. |
La nieve es profunda en la tierra |
La nieve es profunda en la tierra. Y la luz siempre desciende Suavemente en el pelo de mi amada. Este mundo es bueno. La guerra ha fracasado. Dios no nos olvidará. El creador de la nieve nos espera allí donde está el amor. Sólo unos cuantos se volvieron locos. El cielo se desplaza en su blancura Como la mano marchita de un viejo rey. Dios no nos olvidará. El creador del cielo sabe de nuestro amor. La nieve es bella en la tierra. Y las luces de los cielos brillan siempre Suavemente en el pelo de mi amada. |
Para la madre de la madre de mi madre |
Viento, Flor. Bonito pueblo. 1847. Éste es el otoño, Jenny. Las hojas rasguñan la estrella más baja. Verdes son las hojas, Jenny. Placer en un cálido cuerpo joven… Los perros tiran mordidas a la luna taciturna. Crueles son los perros, Jenny. Hacen el amor loca y tristemente Sobre tu rostro dormido. Nieve. Lluvia. Un mundo malo. Jenny, mi querida Jenny… Negras son las hojas que caen sobre tu tumba. |
Para cuyo adorno... |
Para cuyo adorno, las bocas De las rosas se abren en lánguida plática; Y de cuya gracia los árboles celestes Aprenden su blanca postura (Ahora debo ir a cambiar las botellas de leche Para poder llamar por teléfono a alguien Que me preste dinero para la cena.) |
De la misma belleza fueron hechas las estrellas... |
De la misma belleza fueron hechas las estrellas Para que guiaran a su hermana terrestre En su blanco y silencioso viaje Por sus gentiles dominios |
Sed música, noche... |
Sed música, noche, Para que su sueño vaya Adonde los ángeles tienen sus pálidos coros Sed una mano, mar, Para que sus sueños puedan contemplar A vuestro guía tocando la carne verde del mundo Sed una voz, cielo, Para que sus bellezas puedan ser contadas Y las estrellas reclinen su plácido rostro En el espejo de su hermosura Sed un camino, tierra, Para que su paseo os pueda llevar Adonde los pueblos celestes levantan Sus capiteles respiratorios Oh, sed un mundo y un trono, Señor, Para que su vida encuentre su temperatura Y las almas de antiguas campanas en un libro infantil La conduzcan a Vuestra maravillosa casa |
El esplendor que no sacia |
Vuestro sirviente soy Inmortales son vuestras profundidades Como piensa la flor Así soy uno con vos Sois mi viejo conocido en la luz dispareja Me estoy cayendo de sueño En vuestras formas letales Allí donde sopla el viento blanco He sido Y creo |
Gautama en el parque de los venados en Benarés |
En una choza de lodo y fuego Está sentado este hombre —"No desear Dinero, una vida en el mundo, No querer adornos en mi nombre"— Y era rico; su vida vive allí Donde la muerte no puede llegar; su honor Clava la vista en el sol. El ciervo duerme. Los vientos ligeros Rizan la verde cabellera de la tierra. Es Maravilloso vivir. Mi sable se oxida En la plácida lluvia. No debo pensar Más. Toco el rostro de mi amigo; Me muestra los dientes sucios mientras se rasca Una pulga —y sonreímos. Hace calor Y el arroz se agita en nuestros vientres Con provecho. El ciervo levanta la cabeza —el sol inunda Sus ojos suaves con los reinos de la vida— Creo que todos debemos irnos a dormir ya, Y no preocuparnos más. |
¡Oh! Mi amada ha puesto en aprietos al cielo |
Oh mi amada ha puesto en aprietos al cielo Con su belleza Está hecha de tal suerte Que los ángeles lloran por verla Hay dioses diminutos que surgen a su paso Y sus manos abren cajas de oro Para que yo pueda reposar Mi amada está hecha de lilas y palomas de azúcar Y la estrella más joven despierta en su cabello Me llama al son de campanas de plata Y de noche nos internamos en otros mundos Como pájaros volando en el aire amarillo y rojo De la niñez Oh mi amada me toca con las puntas del misterio Y los ángeles se recuestan como cachorros A nuestro lado… |
Las estrellas se van a dormir tan dulcemente |
Las estrellas se van a dormir tan dulcemente... Cerrando los ojos, altos y gentiles, como flores blancas En un sueño infantil del paraíso. Por la mañana, en cada una de las tristes casas, Con una urgencia de dinero, propia para bendecir la guerra, Estas nobles nulidades se despiertan. ¡El alma del mundo ha muerto! La verdad se pudre en una maldita zanja, Y el amor es empalado en un millón de bayonetas… Pero, ¡Señor de las alturas! Las estrellas se van a dormir tan dulcemente… |
Bella eres tú |
Catedral de la tarde, tintineo de velas En el aire helado Bella eres tú Bellos tus ojos, tus labios, tu pelo Ah, los veo venir Atardeceres como cálices Donde los breves techos y los árboles beben Hasta que una mano ruda Los hace añicos, uno por uno Oh, bella eres tú La mía Tierra santa, gracia inmaculada Primavera En medio, del invierno Oh, en la altura de las velas Más bella Que todas las bellezas legendarias Tus ojos, tu pelo |
Lo que hay |
En este mi mundo verde Flores y pájaros son manos Que me sostienen Y me aman todo el día Todo esto me place Me maravilla Y tengo que reír de llorar Árboles y montañas son brazos Y me aman todo el día Niños y hierbas son lágrimas Lloro Me aman todo el día Todo Lo pomposo me hace reír Me maravillo con frecuencia En este Mi hermoso mundo verde Hay amor todo el día |
El blues del muchacho solitario |
Oh nadie es mucho tiempo No existe el gran bolsillo Donde poner Algunas bellas cosas que Jamás han sucedido A nadie con excepción De aquéllos con tal suerte Que nunca nacieron Oh solitario es un mal sitio Para estancarse Sólo contigo mismo Montando de aquí para allá En Un caballo blanco y ciego En un camino desierto para ver A todos Tus amigos cara a cara Nadie es mucho tiempo |
El origen del beisbol |
Alguien ha estado entrando y saliendo Del mundo sin llegar al fin A ninguna conclusión. El sol estaba fuerte casi todo el tiempo. No había suficientes pájaros Y las colinas se veían ridículas Cuando se subió al montículo. Las chicas en el cielo, sin embargo, No quisieron preguntar la hora, Como cuando alguien quiere que le cuenten Un chiste — "El tiempo"; decían, "¿qué quiere Decir eso del tiempo?" riéndose De lado con sus bocas blancas, como alas De papel en un manicomio. Y él tropezando Con el general Sherman o con Elizabeth B. Browning, refunfuñaba: "¿Qué no pueden Quitar sus alotas del pasillo?" Pero allá abajo De nueva cuenta millones de personas sin Comida suficiente y hombres armados Disparando a diestra y siniestra. Así que quiso tirar algo Y agarró una pelota de beisbol. |
Los novios fieles |
Allá en el bosque morado Los abrigos de una compañía De soldados silenciosos Baten ociosamente al viento. Allí han estado Desde el primer día— Con los rostros vueltos Sin curiosidad hacia el sonido De la lenta oxidación De las hojas en el viento. No les ha llegado Ninguna orden; Han aguantado en silencio Todo Como si estuvieran dormidos— Mientras la noche Oscurece sus abrigos. Allá a lo lejos se barajan sus nombres En algún lugar al fin del mundo |
Siempre regreso al mismo lugar... |
Siempre regreso al mismo lugar... ¡Aullido y estruendo en las hojas! El ojo maravillado Mirándome desde el aire Oh el ojo maravillado mirándome desde el aire Mirándome — Siempre regreso al mismo lugar, A estas Puertas, este Trono, este Altar pavoroso— Siempre regreso al Misterio… El ojo maravillado Mirándome desde el aire Y creo que no existe nada en el mundo más que el Misterio |
El vaquero que fue a la escuela |
Éste era un vaquero que fue a la escuela, Y alguien le echó tinta a su caballo. Se fue a quejar con el encargado de estas cosas Y allí se le informó que el susodicho caballero Había caído en el bote otra vez. "¡Así que cayó, así que así fue!" gritó el vaquero; "Y yo que pensaba que había sido un accidente— "¡Carajo, y sólo era parte del mentado curriculum!" |
El flautista del apio |
Éste era un flautista que tocaba el apio Y que fue sorprendido prendiéndole fuego A un viejo lago, refugio de maleantes, Quisieron pegarle con un martillo, Pero no pudieron pagar la entrada Que el flautista les hubiera cobrado por verlo. |
Uno que tiene esperanza |
Nacido como todo un príncipe de verdad Con pies pequeños, rosados, rectangulares Y una cierta predisposición pilosa, yo Me paro bajo la luna inflamada y me pregunto Por todas esas cosas sagradas que han desaparecido De este mundo que fuera, alguna vez, tan prometedor; Y no crean que me molesta demasiado Saber que mañana a las siete de la mañana Va a venir un Ángel Justiciero, Y que va a limpiar toda esta podredumbre— Porque si lo hace, será el más indicado Para restregarles el hocico en la basura. |
Toda la noche estruendosa |
Está bien oscuro, Jack Y las estaciones allá afuera no se identifican Estamos totalmente ciegos, como ratas quemadas Se está acabando A nuestro alrededor Las huellas de la bestia, una bestia de la que nadie sabe nada Los ojos en blanco De algo allá arriba Algo que ni siquiera sabe que existimos Me huele a corazones rotos allá arriba, Jack Un corazón roto en el centro de las cosas— Y nosotros no contamos para nada |