Material de Lectura

Kenneth Patchen



Selección, traducción
y nota de
Alberto Blanco



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Nota introductoria

El poeta debería usar zapatos
bien cómodos y estar en contacto
con muchos niños

Kenneth Patchen

"Kenneth Patchen es el nombre de un mundo tan especial, completo y misterioso como el de Paul Klee, o el de Rimbaud." Con esta provocadora afirmación que aparece en la contraportada de Poems of Humor editada por City Lights en 1971, se puede intentar un cambio de luces para llamar la atención hacia la poesía de este escritor. Incorruptible, solitario, alejado de modas y opiniones en boga o razones de mercado, Patchen es uno de los poetas norteamericanos más ricos en cuanto a la variedad y el valor nutritivo de su obra, tan relevante y fresca hoy en día como lo fuera hace treinta, cuarenta o cincuenta años.

Kenneth Patchen nació en Niles, Ohio, el 13 de diciembre de 1911, hijo de un trabajador de la industria acerera. Estudió en el Colegio Experimental de la Universidad de Wisconsin, y vivió después muchos años, junto con su esposa, en la costa occidental de Estados Unidos. Agustí Bartra en su Antología de la poesía norteamericana publicada por la UNAM dice que los primeros poemas de Patchen "son revolucionarios en espíritu y técnica". Más adelante agrega:

El tono es áspero, desesperado y furioso, y en su lenguaje trata de fusionar el elemento coloquial con el literario. Su poesía fantasmagórica y violenta, con notas de ternura y compasión, da fe de aquella generación "nacida en una guerra y destinada, según todas las apariencias, a morir en otra".

La extraordinaria creatividad puesta en juego por Patchen a lo largo de toda su vida, no se vio mermada por un hecho terrible que habría de marcarlo indeleblemente: una lesión en la columna vertebral que lo mantuvo inmovilizado durante muchos años en una silla de ruedas. En su vasta obra nunca se hace mención directa de lo anterior, si bien es posible y aún probable, inferirlo de todos sus escritos. Como dice Hayden Carruth en su antología The Voice That Is Great Within Us: "Para Kenneth Patchen la vida siempre fue otra cosa". Posiblemente sea ésta una de las razones por las cuales Patchen siempre vio en el paraíso perdido de la infancia un punto de apoyo indispensable y un bálsamo de piadosa asistencia frente a la zozobra contemporánea. Sus poemas, de tono desenfadado y frecuentemente surrealista, oscilan entre los polos del humor y la franca protesta, la búsqueda visionaria y la alabanza de Eros.

El carácter general de la poesía de Kenneth Patchen quedó constituido en sus trazos fundamentales en los años treinta, siendo uno de los principales transmisores, en su obra y en su persona, del papel profético del poeta. Se le identificó primero como un "poeta proletario", un antihéroe de la clase obrera. Después fue puliendo su visión personal hasta llegar a una concepción del amor como acto de solidaridad indiscriminada en el contexto de una terrible soledad y de la amenazadora política de las superpotencias. No hay más que leer el bellísimo poema titulado "La zorra", para comprobar que esto es verdad. Tanto la voz profundamente convencida que cantó, como los temas que así fueron cantados en la posguerra, a fines de los años cuarenta, resurgieron con enorme fuerza para tener peso y resonancia en el ambiente cultural de los años sesenta, en particular en Estados Unidos y más específicamente en California, donde los movimientos contestatarios y de protesta contra la guerra de Viet-Nam dieron nuevo auge a su poesía.

La lesión espinal que lo aquejó durante tantos años no le impidió participar activamente en el llamado "Renacimiento de San Francisco", haciendo lecturas acompañado por el Chamber Jazz Sextet y algunos otros grupos y músicos de la bahía. Al mismo tiempo siguió experimentando con nuevas visiones y formas: narraciones surrealistas y paisajes oníricos, libros ilustrados (frecuentemente ejemplares únicos) y novelas-poemas de tono apocalíptico que —como dice Jerome Rothenberg en Revolution of the Word— "exploraban el mundo del poeta visionario, dentro y fuera de los poemas". Kenneth Patchen publicó en vida alrededor de 25 libros de poemas, varias novelas y obras de teatro, y más de mil libros pintados a mano, decorados y empastados por él mismo. Sin embargo, es moneda en curso considerar que para mediados de los años cuarenta, Patchen había publicado ya sus libros más significativos.

Hace varios años, el crítico y novelista inglés Alex Comfort dijo que la obra de Patchen produce un efecto tan inmediato y avasallador que vuelve casi imposible la tarea de analizarla y evaluarla. Amén de hacer notar que esta observación podría ser válida para cualquier obra de arte (y, dado el caso, para cualquier experiencia) siempre y cuando la atención fuera lo suficientemente penetrante como para dejarse traspasar de lleno por lo observado, sí hay que señalar que el rango extraordinario que abarca la poderosa imaginación de Patchen es, por decir lo menos, sorprendente. El universo de sus libros pintados a mano es regocijante y renovador, y si bien no todas las alianzas de imágenes que produjo se pueden considerar grandes triunfos, es un hecho que consiguió cristalizar algunos encuentros magistrales, hallazgos poéticos del ojo y el oído a la vez.

La larga y productiva vida de Patchen (comenzó a publicar en los años treinta y murió en 1972) le permitió estar cerca de muchos poetas y movimientos que han resultado ser claves para la poesía de Estados Unidos en el siglo XX. Kenneth Patchen se nutrió de todos ellos, ejerciendo al mismo tiempo una notable influencia en muchos poetas jóvenes cuyas obras maduraron después de la segunda guerra mundial. Si bien cronológicamente Patchen pertenece a la generación de Charles Olson, George Oppen, Theodore Roethke, Elizabeth Bishop, Louis Zukofsky y Kenneth Rexroth (todos ellos nacidos entre 1905 y 1911), su asociación con las escuelas objetivistas y sus métodos característicos, las composiciones por campo y el verso proyectivo, no deja de ser más bien fortuita o, en el mejor de los casos, paralela. Lo mismo se podría decir de su colindancia con el movimiento surrealista de Estados Unidos, y más tarde con el movimiento beat de los años cincuenta. Si alguna figura especular se puede invocar en relación a la vida y obra intensamente personales de Kenneth Patchen es la de ese otro gran solitario que fue Robinson Jeffers (1887-1962).

Poeta que, en un rapto de entusiasmo, ha sido considerado "la fuerza más imponente en la poesía norteamericana desde Whitman", tal como puede leerse en la presentación de sus Selected Poems en New Directions, Kenneth Patchen se yergue entre los poetas de su tiempo con una voz original, directa y apasionada. Escribió sobre lo que a tantos concierne: las injusticias sociales, la necesidad del amor y el humor en este mundo, la presencia de Dios en todas las criaturas, la locura de la guerra y el esplendor de la belleza.

La mayor parte de los poemas que aquí se publican pertenecen a la obra de Patchen escrita en los años cuarenta, década que vio aparecer en Estados Unidos los Cantos de Pisa de Ezra Pound, Paterson de W.C. Williams, el famoso ensayo sobre el verso proyectivo de Olson, así como The Love and the Hate (1944) y The Inhumanist (1947), sendos libros que conforman The Double Ax, la obra fundamental de Jeffers. Before the Brave (1936) y First Will & Testament (1939), habiendo sido escritos por Patchen a finales de la década de los treinta, se emparentan directamente con The Dark Kingdom (1942), The Teeth of the Lion (1942) y Cloth of the Tempest (1943); estos cinco libros conforman lo que podría considerarse el núcleo central de la obra poética de Patchen. Los poemas ilustrados provienen del libro Hurrah for Anything (1957), y la nota que cierra este prólogo, al mismo tiempo que abre la sección de traducciones, ha sido tomada de un texto que Patchen escribió acerca del libro The Hunted City, 1939-1967. La nota puede servir al lector para tener una idea de lo que sería la poética de su autor.



Alberto Blanco

 


Sobre la estructura


A últimas fechas se han escrito tantas tonterías acerca de "la estructura" (y generalmente las han escrito los poetas académicos), que mucha gente ha olvidado ya que la mejor manera de construir una casa es construirla. Todos aquellos que trabajan con las manos saben bien que el método preciso para mover una roca pesada consiste en tomarla firmemente con las manos, apuntalar los pies, poner la roca en movimiento con ambas palmas, y hacerla rodar hacia donde uno quiere que vaya. Hay que hacer que trabaje la piedra. (No quiero escupir sobre los huesos de los críticos; sus huesos polvorientos no me interesan; a mí denme medio kilo de carne con hueso de Melville; no quiero perder el tiempo con el aserrín que sacan de la cabeza de poetas de ínfima categoría, casi todos ellos fallecidos hayan muerto ya o no.) Creo que El puente de Hart Crane falló porque no meditó lo suficiente en su estructura, quiero decir, en su propia estructura como hombre.

Si de algo estoy seguro, es que toda nuestra concepción de los versos como líneas está equivocada. Las palabras tienen valores de relación característicos que nada tienen que ver con la relación que guarda una línea con otra; si se toma esto en consideración tendremos, a final de cuentas, una relación perfecta línea por línea en el poema como una totalidad. Existe un peso específico para cada palabra. Un ritmo que se siente es un ritmo que tiene sus propias leyes. Es un error garrafal distribuir los acentos como quien mide los ingredientes de un pastel. Tenemos un país lleno de poetas-pasteleros, y resulta imposible distinguirlos: tan malo es uno como otro.

La poesía es escritura. Tal vez ni siquiera estoy hablando de poesía (al menos no de aquélla sobre la que tanto cacarean los críticos.) ¿Que en quién pienso cuando digo todo esto? En Dante, creo yo, en Dostoievski. Ellos sí que fueron escritores. Y escribieron.

Kenneth Patchen

Palo Alto, California

 


A manera de dedicatoria


El mar está inundado de rosas que vuelan
Hacia la costa

Las suaves colinas se impregnan con su aroma
Oh las colinas que fluyen dulcemente
En la mano de Dios

Es tan poco lo que sabemos del placer, amor
Del placer que dura como la nieve

Pero el mar está inundado de rosas que vuelan
Hacia la costa
 
Para Miriam
 
Que si trato con los ángeles
Cuando sus labios toco

Tan gentil, tan cálida y dulce — la falsedad
Nada tiene que ver con ella
Oh el mundo es un lugar de velos y de rosas
Cuando estoy con ella

Yo me acerco a su prodigio
Como un niño que encuentra una estrella en un pajar
Y no hay nada cruel ni loco ni malo
En ningún lugar
 

 


Debemos ser cautos


Porque a ti y a mí nos baña el silencio:
Aquí donde está todo el campo
En calma; dormido en la dulzura
De esta estrella vespertina, cintilando
En la muñeca de la noche. Las luces del pueblo
Como bardos antiguos en oración, vienen
Hacia nosotros sobre los campos de maíz
Y ovejas mansas. Nos gustaría ser
De aquí, donde el sueño no es como el urbano,
Donde el sueño es completo y ligero
Como el contorno de una hoja en el vaso de té;
Mas el conocimiento en nuestros corazones
Ha pintado ojos infames dentro de
La cabeza: no hay de otra: vemos
Todas las cosas lamentables y los días
En esta tierra humilde, mezclando
El ruido de los taxis y la desesperación
Con todos los paisajes, aquí, y en todas partes.
 

 


Aceptemos la locura



Aceptemos la locura abiertamente, hombres
De mi generación. Sigamos
Los pasos de esta edad destrozada:
Mirémosla cruzar la tierra opaca del Tiempo
Hacia la casa cerrada de la eternidad
Con el ruido que la muerte tiene,
Con el rostro de las cosas muertas y que no se diga:

Que queríamos más; buscamos para encontrar
Una puerta abierta, una hazaña absoluta del amor
Que transformara la aciaga oscuridad del día;
pero
Encontramos infierno y niebla
Sobre la tierra, y en nosotros mismos
Un pantano descompuesto de tumbas descomunales.

 

 


Les dejamos el placer


Les dejamos el placer en la tierra:
Hierba quemada en el sol; cuerpos
De agua, preciosos al paso de los años,
Sin alas para nosotros;
Las inmensas maravillas estelares; los muebles
Del Espacio hechos astillas en el corazón;
La imagen cínica del humo que se eleva
Desde los hogares que nunca tuvimos.

Les dejamos los mares en las playas abrasadas;
El hierro retorcido en las enredaderas
De nuestras tumbas: el estruendo ensordecedor
Del silencio sobre todas las cosas.
Apártense del cuerpo rebelde: aquí,
La verdad desnuda de la hierba;
El rostro del espíritu nublado
Por la ceguera. Basta.
Los dejamos.

 


 

Mi religión es amarte


Ya que el tiempo endurecerá nuestros cuerpos
En un solo sueño, el hambre satisfecha, roto el corazón
Como una botella abandonada por los ladrones

Amada, ya que se encuentran tan tarde nuestros labios,
inclinados
Nuestros rostros muy juntos, los ojos cerrados

Allá afuera
detrás de la ventana donde se agitan las ramas
en el suave viento, donde los pájaros sacuden
las súbitas alas
Dentro de ese aire lisiado, amor, nos estamos muriendo

Observemos cómo llega ese sueño, y crucemos nuestros
dedos
A través del aliento que sale de nosotros

Viviendo, podemos amar aunque la muerte ande cerca
Es su canción desesperada la que no debemos escuchar

Es que tenemos que permanecer unidos, sin morir ahora
que estamos abrazados
 

 

El amor visto como una búsqueda de lo perdido


Tú, la mujer; yo, el hombre; éste, el mundo:
Y cada uno la obra de los demás.

He allí el paso silencioso en la nieve; el forastero;
El pájaro lisiado; la monja; la bailarina; el ala de Jesús
Sobre los peregrinos de la villa; y he allí
Bellos brazos a nuestro alrededor y alrededor de todo
lo que sabemos.

Ve cómo las estrellas deambulan por el cielo en sus
varitas
De antigua luz: con qué simplicidad ese azul
Conduce a la eternidad a la cueva de Dios, allí donde el
César
Y Sócrates, como pinturas primitivas en los muros
Miran, con ojos estupefactos, este mundo donde tú y yo
vivimos.

Tú, lo que se busca; yo, el buscador; ésta, la búsqueda:
Y cada uno la misión, de los demás.

Pues la inmensidad no es sino el caballo de tiro que saca
A la carreta del atolladero; y vamos hacia la razón.
Pero el genio es una inmensa pequeñez, unas gotas
Del corazón que amparan lo mismo a la liebre que al
cazador.

¡Cuán suavemente, amor, como en el sueño de una rosa,
El viento se desliza sobre la tensa pradera de la noche!
Ve cómo los grandes ojos de madera de los bosques
Observan la arquitectura de nuestra inocencia.

Tú, la ciudad; yo, el forastero; éste, el camino:
Y cada uno la obra de los demás.
Y no es que el hombre tenga que esforzarse más, ni cesar la
compasión; sino que
Ha de vivir más libremente; que en todas sus ciudades ondee
limpia una bandera…
Hemos estado demasiado tiempo solos, amor, y se ha hecho
terriblemente tarde
Para los pies traspasados en el agua, y no debemos morir en
este instante.
¿Te has preguntado por qué todas las ventanas del cielo
estaban rotas?
¿Has visto acaso a los desposeídos en la tumba abierta de la
mano de Dios?
¿O es que quieres poner de acuerdo a la alondra con la
música fatua de la guerra?

He allí el paso silencioso en la nieve; el forastero;
El reyezuelo lisiado; la monja; la bailarina; el ala de Jesús
Sobre los peregrinos de la villa; y he allí
Muchos brazos desesperados a nuestro alrededor y
alrededor de todo lo que sabemos.
 

 

Niebla


La bella hija gris de la lluvia ha perdido a su amante.
Él, cuya boca conociera; él, que fue bueno con ella.

Yo la he escuchado hablar de él cuando las luces del río
Gritaban: "¡Cristo, qué soledad! ¡Cristo, qué frío!"

He oído el llanto golpeado de su soledad llamándolo
Cuando el mástil del barco no apunta a ninguna estrella.

Muchos hombres han creído que eran él;
Sintiendo los brazos de ella fríos, mientras llevaban a la
muerte en los suyos—

El rostro de mujer en el marco de la nada;
Mientras la maquinaria del sueño hacía girar su primera
rueda;

Y durmieron mientras los ángeles caían en el sonido
Coloreado de las aguas. Niño y cuna que canta, lo mismo.

Oh dama dolorosa cuyo amante es el muelle
En ese cielo donde todos yacemos, expectantes, abrazados
mientras oscurece.
 

 

El soldado y la estrella


El rifle apunta:
Hace lo que los rifles hacen.

La estrella es muy bonita:
Haciendo lo que las estrellas hacen.


Diles, oh Soñador, que algunos fueron
Asesinados al principio de la matanza

Diles, oh Soñador, que la lluvia y la nieve
Están cayendo sobre esas pobres cabezas sin jinete

Diles, oh Soñador, que hay unas manos miserables
flotando en el agua…
Manos heladas que habrán de alcanzarlos en sus cálidos
lechos.
 

 

La zorra


Porque la nieve es profunda
Sin mancha y blanca en el aire blanco

Porque cojea un poco-sangra
Por los disparos

Porque los cazadores tienen rifles
Y los perros tienen sombras de verdugos

Porque quisiera tomarla en mis brazos
Y atender su herida

Porque no puede morirse
Con el pequeño en el vientre

No sé qué decir de un soldado moribundo
Porque en la muerte no hay proporciones.
 

 

La cierva y la serpiente


La cierva es mansa y bella, como Dios la hizo
Miro sus ojos y pienso en las maravillas que tenemos

Sacerdotes extraños entran a la catedral de los bosques
Y siete Marías les lavan las manos para conquistarla

Con las patas alzadas — con los oídos aguzados
Guardando equilibrio en la punta como una hoja

Pero la serpiente ataca — en un arco violeta
De velocidad asesina — belleza letal

Como agua de las montañas que un ciervo bebe
Quieto, por siempre, mientras el veneno actúa

Mientras cuento los brazos de tu Cruz y pienso
En cuántos Cristos podrían estar allí, llorando.
 

 

El lobo del invierno


El lobo del invierno
Devora caminos y pueblos
En su hambre de hielo.

El lobo del invierno
Mete la pata en la olla rancia de la ciudad
Agitando la sopa de putas y suicidas.

Oh el lobo del invierno
Rompe los huesos del pobre
En su caverna congelada.

El lobo del invierno…
El torvo, el frío, el blanco
El bello lobo del invierno
Que se alimenta de nuestro mundo.
 

 

Un templo



Dejar la tierra era mi deseo, y no hubo voluntad
que me detuviera.
Temprano, antes de que el sol llenara los caminos
con carros
llevando gente a las bodas y los asesinatos;
antes de que los hombres dejaran su sueño, para vagar
en la oscuridad del mundo como bestias fustigadas.

No llevé carga. No tenía caballo, ni bastón, ni rifle.
Había caminado un poco, cuando algo me llamó
diciendo:
"Pon tu mano en la mía. Juntos buscaremos a Dios".
Y yo le contesté:
"Es tu padre quien se ha perdido, no el mío".
Entonces el cielo se cubrió de lágrimas de sangre,
y cantaron las serpientes.

 

 

Pastoral


La paloma camina con las patas pegajosas
Sobre las verdes copas del almendro,
Sus plumas densas por el calor
Como la miel
Que goteando perezosa, cae en la sombra…

Cualquiera que hubiera estado en ese huerto
Tan lleno de paz y de sueño,
Difícilmente hubiera notado la colina
Cercana
Con sus tres extraños brazos de madera
Alzados sobre la compacta muchedumbre
— Sobre los cascos de los guardias de Pilatos
Centelleantes como dientes de plata bajo el sol.
 

 

Perdiendo su amor todo lo que habría profanado...



Perdiendo su amor todo lo que habría profanado
Como un hombre que lava su corazón en la inmundicia.
Ella despierta, tan blanca a mi lado,
Sus senos como tazones de nieve
Sobre los que pongo mis manos como actrices
En una obra infantil del cielo.

Ganando su amor todo lo que habría protestado
Como un hombre que desafía a Dios con el asesinato.
Sus labios parten la lluvia enjoyada del sueño
Como pequeños botes rojos en un lago dominical.
No sé nada de los hombres que mueren
Como bestias en las hediondas trincheras —
Mi amor…

Dios mío, ¿qué será de nosotros?

 

 

No hay nada falso en ti...


No hay nada falso en Ti.
En Tu calor el cuerpo más joven
Encuentra refugio y luz.
En Ti las plumas del sol
Hallan adorno.

Lo que no muere
Está contigo.

Con mantos de música vistes.
Tu voz alas despierta.

Y más aún contigo
Las flores en la tierra brillan.

En Tus profundidades las fieras velas
Del cielo se deslizan.

Eres el esplendor y la alegría.
Tu corazón sólo ha de fallar
Cuando todo lo demás haya caído.

Lo que nunca muere
Vive en Ti.
 

 

La nieve es profunda en la tierra


La nieve es profunda en la tierra.
Y la luz siempre desciende
Suavemente en el pelo de mi amada.

Este mundo es bueno.
La guerra ha fracasado.
Dios no nos olvidará.
El creador de la nieve nos espera
allí donde está el amor.

Sólo unos cuantos se volvieron locos.
El cielo se desplaza en su blancura
Como la mano marchita de un viejo rey.
Dios no nos olvidará.
El creador del cielo
sabe de nuestro amor.

La nieve es bella en la tierra.
Y las luces de los cielos brillan siempre
Suavemente en el pelo de mi amada.
 

 

Para la madre de la madre de mi madre
 

Viento, Flor. Bonito pueblo.
1847.

Éste es el otoño, Jenny.
Las hojas rasguñan
la estrella más baja.
Verdes son las hojas, Jenny.

Placer en un cálido cuerpo joven…

Los perros tiran mordidas
a la luna taciturna.
Crueles son los perros, Jenny.
Hacen el amor loca y tristemente
Sobre tu rostro dormido.
Nieve. Lluvia. Un mundo malo.

Jenny, mi querida Jenny…
Negras son las hojas que caen
sobre tu tumba.
 

 

Para cuyo adorno...
 

Para cuyo adorno, las bocas
De las rosas se abren en lánguida plática;
Y de cuya gracia los árboles celestes
Aprenden su blanca postura

(Ahora debo ir a cambiar las botellas de leche
Para poder llamar por teléfono a alguien
Que me preste dinero para la cena.)
 

 


 

De la misma belleza fueron hechas las estrellas...
 

De la misma belleza fueron hechas las estrellas
Para que guiaran a su hermana terrestre

En su blanco y silencioso viaje
Por sus gentiles dominios
 

 


 

Sed música, noche...
 

Sed música, noche,
Para que su sueño vaya
Adonde los ángeles tienen sus pálidos coros

Sed una mano, mar,
Para que sus sueños puedan contemplar
A vuestro guía tocando la carne verde del mundo

Sed una voz, cielo,
Para que sus bellezas puedan ser contadas
Y las estrellas reclinen su plácido rostro
En el espejo de su hermosura

Sed un camino, tierra,
Para que su paseo os pueda llevar
Adonde los pueblos celestes levantan
Sus capiteles respiratorios

Oh, sed un mundo y un trono, Señor,
Para que su vida encuentre su temperatura
Y las almas de antiguas campanas en un libro infantil
La conduzcan a Vuestra maravillosa casa
 

 


 

El esplendor que no sacia
 

Vuestro sirviente soy
Inmortales son vuestras profundidades

Como piensa la flor
Así soy uno con vos

Sois mi viejo conocido
en la luz dispareja

Me estoy cayendo de sueño
En vuestras formas letales

Allí donde sopla el viento blanco
He sido
Y creo
 

 


 

Gautama en el parque de los venados en Benarés
 

En una choza de lodo y fuego
Está sentado este hombre —"No desear
Dinero, una vida en el mundo,
No querer adornos en mi nombre"—
Y era rico; su vida vive allí
Donde la muerte no puede llegar; su honor
Clava la vista en el sol.

El ciervo duerme. Los vientos ligeros
Rizan la verde cabellera de la tierra. Es
Maravilloso vivir. Mi sable se oxida
En la plácida lluvia. No debo pensar
Más. Toco el rostro de mi amigo;
Me muestra los dientes sucios mientras se rasca
Una pulga —y sonreímos. Hace calor
Y el arroz se agita en nuestros vientres
Con provecho.

El ciervo levanta la cabeza —el sol inunda
Sus ojos suaves con los reinos de la vida—
Creo que todos debemos irnos a dormir ya,
Y no preocuparnos más.
 

 


 

¡Oh! Mi amada ha puesto en aprietos al cielo
 

Oh mi amada ha puesto en aprietos al cielo
Con su belleza

Está hecha de tal suerte
Que los ángeles lloran por verla

Hay dioses diminutos que surgen a su paso
Y sus manos abren cajas de oro
Para que yo pueda reposar

Mi amada está hecha de lilas y palomas de azúcar
Y la estrella más joven despierta en su cabello

Me llama al son de campanas de plata
Y de noche nos internamos en otros mundos
Como pájaros volando en el aire amarillo y rojo
De la niñez

Oh mi amada me toca con las puntas del misterio
Y los ángeles se recuestan como cachorros
A nuestro lado…
 

 


 

Las estrellas se van a dormir tan dulcemente
 

Las estrellas se van a dormir tan dulcemente...
Cerrando los ojos, altos y gentiles, como flores blancas
En un sueño infantil del paraíso.

Por la mañana, en cada una de las tristes casas,
Con una urgencia de dinero, propia para bendecir la guerra,
Estas nobles nulidades se despiertan.

¡El alma del mundo ha muerto!
La verdad se pudre en una maldita zanja,
Y el amor es empalado en un millón de bayonetas…

Pero, ¡Señor de las alturas!
Las estrellas se van a dormir tan dulcemente…
 

 

Bella eres tú
 

Catedral de la tarde, tintineo de velas
En el aire helado

Bella eres tú
Bellos tus ojos, tus labios, tu pelo

Ah, los veo venir

Atardeceres como cálices
Donde los breves techos y los árboles beben
Hasta que una mano ruda
Los hace añicos, uno por uno

Oh, bella eres tú

La mía
Tierra santa, gracia inmaculada
Primavera
En medio, del invierno

Oh, en la altura de las velas
Más bella
Que todas las bellezas legendarias

Tus ojos, tu pelo
 

 

Lo que hay
 

En este mi mundo verde
Flores y pájaros son manos
Que me sostienen
Y me aman todo el día

Todo esto me place

Me maravilla
Y tengo que reír de llorar
Árboles y montañas son brazos
Y me aman todo el día

Niños y hierbas son lágrimas

Lloro
Me aman todo el día
Todo
Lo pomposo me hace reír
Me maravillo con frecuencia
En este
Mi hermoso mundo verde

Hay amor todo el día
 

 

El blues del muchacho solitario
 

Oh nadie es mucho tiempo
No existe el gran bolsillo
Donde poner
Algunas bellas cosas que

Jamás han sucedido

A nadie con excepción
De aquéllos con tal suerte
Que nunca nacieron
Oh solitario es un mal sitio

Para estancarse

Sólo contigo mismo
Montando de aquí para allá
En
Un caballo blanco y ciego
En un camino desierto para ver
A todos
Tus amigos cara a cara

Nadie es mucho tiempo
 

 

El origen del beisbol
 

Alguien ha estado entrando y saliendo
Del mundo sin llegar al fin
A ninguna conclusión.
El sol estaba fuerte casi todo el tiempo.
No había suficientes pájaros
Y las colinas se veían ridículas
Cuando se subió al montículo.
Las chicas en el cielo, sin embargo,
No quisieron preguntar la hora,
Como cuando alguien quiere que le cuenten
Un chiste — "El tiempo"; decían, "¿qué quiere
Decir eso del tiempo?" riéndose
De lado con sus bocas blancas, como alas
De papel en un manicomio. Y él tropezando
Con el general Sherman o con Elizabeth B.
Browning, refunfuñaba: "¿Qué no pueden
Quitar sus alotas del pasillo?" Pero allá abajo
De nueva cuenta millones de personas sin
Comida suficiente y hombres armados
Disparando a diestra y siniestra.

Así que quiso tirar algo
Y agarró una pelota de beisbol.
 

 

Los novios fieles
 

Allá en el bosque morado
Los abrigos de una compañía
De soldados silenciosos
Baten ociosamente al viento.
Allí han estado
Desde el primer día—
Con los rostros vueltos
Sin curiosidad hacia el sonido
De la lenta oxidación
De las hojas en el viento.
No les ha llegado
Ninguna orden;
Han aguantado en silencio
Todo
Como si estuvieran dormidos—
Mientras la noche
Oscurece sus abrigos.
Allá a lo lejos
se barajan sus nombres

En algún lugar al fin del mundo
 

 

Siempre regreso al mismo lugar...
 

Siempre regreso al mismo lugar...

¡Aullido y estruendo en las hojas! El ojo maravillado
Mirándome desde el aire

Oh el ojo maravillado mirándome desde el aire
Mirándome — Siempre regreso al mismo lugar,
A estas Puertas, este Trono, este Altar pavoroso—

Siempre regreso al Misterio… El ojo maravillado
Mirándome desde el aire


Y creo que no existe nada en el mundo más que el Misterio
 

 

El vaquero que fue a la escuela
 

Éste era un vaquero que fue a la escuela,
Y alguien le echó tinta a su caballo.
Se fue a quejar con el encargado de estas cosas
Y allí se le informó que el susodicho caballero
Había caído en el bote otra vez.
"¡Así que cayó, así que así fue!" gritó el vaquero;
"Y yo que pensaba que había sido un accidente—
"¡Carajo, y sólo era parte del mentado curriculum!"
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El flautista del apio
 

Éste era un flautista que tocaba el apio
Y que fue sorprendido prendiéndole fuego
A un viejo lago, refugio de maleantes,
Quisieron pegarle con un martillo,
Pero no pudieron pagar la entrada
Que el flautista les hubiera cobrado por verlo.

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Uno que tiene esperanza
 

Nacido como todo un príncipe de verdad
Con pies pequeños, rosados, rectangulares
Y una cierta predisposición pilosa, yo
Me paro bajo la luna inflamada y me pregunto
Por todas esas cosas sagradas que han desaparecido
De este mundo que fuera, alguna vez, tan prometedor;
Y no crean que me molesta demasiado
Saber que mañana a las siete de la mañana
Va a venir un Ángel Justiciero,
Y que va a limpiar toda esta podredumbre—
Porque si lo hace, será el más indicado
Para restregarles el hocico en la basura.
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Toda la noche estruendosa
 

Está bien oscuro, Jack
Y las estaciones allá afuera no se identifican
Estamos totalmente ciegos, como ratas quemadas
Se está acabando
A nuestro alrededor
Las huellas de la bestia, una bestia de la que nadie
sabe nada
Los ojos en blanco
De algo allá arriba
Algo que ni siquiera sabe que existimos
Me huele a corazones rotos allá arriba, Jack
Un corazón roto en el centro de las cosas—
Y nosotros no contamos para nada
patchen-estruendo.jpg