Martín Adán Selección y nota de Sergio Monsalvo VERSIÓN PDF
|
Nota introductoria |
“La poesía parece un juego y, sin embargo, no lo es. El juego reúne a los hombres, pero olvidándose cada uno de sí mismo. Al contrario, en la poesía los hombres se reúnen sobre la base de su existencia.” Estas palabras de Heidegger sobre la esencia de la poesía ajustan perfectamente en la obra misma de uno de los poetas más grandes de la lengua española y considerado actualmente como una de las fuentes fundamentales de la poesía peruana contemporánea: Martín Adán. Nacido en Lima en 1908, bajo el nombre real de Rafael de la Fuente Benavides, Martín Adán, cuya obra según los críticos es comparable sólo a la de César Vallejo, fue un escritor pleno de méritos poéticos: “El porqué del seudónimo, la verdad es que no lo recuerdo. Lo del seudónimo en sí, fue por el temor, muy explicable, del muchacho que publica por primera vez. Si mal no lo recuerdo, el seudónimo lo creamos entre José Carlos Mariátegui y yo”. Efectivamente, Mariátegui fue quien alentó constantemente con aquella capacidad e intuitiva inteligencia la obra de este autor que para algunos, aún hoy, es completamente desconocida. De él comentó Adán: “Mariátegui fue, sin duda, un hombre extraordinario. Lo era por su inteligencia, por su laboriosidad y, sobre todo, por su temple moral. Debo decir ahora ‒lo olvidé entonces‒ que Mariátegui es un héroe”. Pero, ¿qué fue lo que vio Mariátegui en este autor que en los últimos trece años de su vida permaneció aislado en un acto voluntario de autoexilio dentro de una casa de reposo? Vio a un ser poseído por un orgullo casi ilimitado, creador de una poesía profundamente ligada a su vida, y que aspiraba a la transfiguración total de su ser. Vida y creación, poesía-experiencia y poesía-ejercicio, confundidos en él. Martín Adán fue un poeta que leyó y vivió mucho y la experiencia poética se convirtió para él en algo terrible. Al respecto, escribió en 1931: Al ímpetu o voluntad inicial, que es lucidez, criterio, designio, sucede en el poeta un tiempo y un estado que bien puede llamarse cloquera. No hay aquí plena conciencia acaso, pero sí extrema vida. El poeta tiene el ojo rojo y calienta el huevo de la maravilla. Es un tiempo inhumano o humanísimo, como prefiere el atento. Es un tiempo animal, y esto basta. Es tiempo de beodez en el rincón. Es tiempo de antojo, tiempo de cenestesia. Es el tiempo sacro en el que la realidad perecedera, la humanidad, se salva, se refuerza y se echa, por fin, a picotear en la gusanería del mundo. Así, Adán con el escalpelo con que su inteligencia operó, implacable, viviseccionó al hombre. El poeta se hizo el espectador de su propia vida. La eterna alianza entre esta última y la poesía, se decidió a favor de la poesía y sólo a costa de esta atención sutilísima, descubrió a su Ángel: “Mi Ángel no es el de la Guarda./ Mi Ángel es del Hartazgo y Retazo,/ Que me lleva sin término/ Tropezando, siempre tropezando,/ En esta sombra deslumbrante/ Que es la Vida, y su engaño y su encanto”. En Adán leemos a un hombre acosado. Y está acosado, porque es el ser que no coincide consigo mismo. Es tensión permanente hacia su plenitud y, por lo tanto, necesaria actitud de búsqueda. La búsqueda de una existencia auténtica. Este escritor que trató a las palabras con una gran circunspección, nunca abandonó temáticamente el núcleo central de su poesía, que es el poeta y el hombre real identificados. Adán mantuvo a través de su obra una constante que fue la de un poético meditar sobre la vida y la muerte, con un léxico y una sintaxis que exige del lector un esfuerzo sostenido, para alcanzar, escalón tras escalón, los grados más altos de la pasión: “¿Quién soy? Soy mi qué,/ Inefable e innumerable/ Figura y alma de la ira./ No, eso fue al fin... y era al principio,/ Antes de donde el espíritu principia./ Soy un cuerpo de espíritu de furia/ Asentada y de aceda ironía./ No, no soy el que busca/ El poema, ni siquiera la vida.../ Soy un animal acosado por su ser/ Que es una verdad y una mentira”. La palabra, pues, será su instrumento, y la dificultad misma de su poesía radica en la esencia misma de la palabra. Mallarmé dijo que los poemas no se hacen con ideas, sino con palabras. Adán quiso alcanzar la raíz del verbo, su alquimia, y para ello puso toda su inteligencia al servicio de sus sensaciones. No sólo le atrajo el ingenio por el ingenio, sino la intensificación del mundo por el ingenio. Sus lazos, por lo tanto, encierran al profano en los lindes de un mundo en el que los sentidos embriagados se abren como flores tropicales, y aspiran la voluptuosidad o la agonía de ver, de vivir, de ser, con todas sus fuerzas multiplicadas por el ímpetu de una inteligencia hipersensible, vibrátil, como la tensa cuerda de un arco. Hermético sí, pero no inaccesible en una época de revaluación del barroco, en una época más que pintada en su angustiada poesía. Adán describe un mundo donde el hombre lucha solo en un universo vacío donde nada le da soporte, ni valores ni verdades que orienten. De esta forma, hasta la desesperación pierde su sentido para volverse condición natural. Lauer ha escrito que obras como las de Martín Adán son como un proceso de gradual sustitución de un mundo circunstancial por uno sin accidentes, hecho de aquello que el poeta considera inmutable: el absoluto susceptible de ser reconocido como tal por la conciencia poética: “El Otro, el Prójimo, es un fantasma./¿Existe el aire,/ Donde te asfixias y recreas/ Respirando, tu cuerpo inane?/No, nada es sino la sorpresa/ Eterna de tú mismo reencontrarte/ Siempre tú los mismos entre los mismos muros”. Adán, quien murió a principios de 1985, comenzó, curiosamente, con una novela que le abrió el camino, La casa de cartón, para después trasladarse a la poesía con La rosa de la espinela (1939), Travesía de extramares (Sonetos a Chopin) (1960), Nuevas piedras para Machu Picchu (en coedición con Pablo Neruda y Alberto Hidalgo, 1961), Escrito a ciegas (carta a Celia Paschero, 1964), La mano desasida (1964), La piedra absoluta (1964), De lo barroco en el Perú (1968) y Diario de Poeta (1975). Una lectura cronológica de la obra de Adán permite observar la trayectoria de una experiencia poética que comenzó como una actividad lúdica e inocente de un escritor precoz, en los primeros poemas dentro de la moda vanguardista, para convertirse pronto en la pasión de toda una vida que rompió para siempre con el mundo de las ambiciones pequeñas y los quehaceres cotidianos para lanzarse en pos de una quimera. “¿Cuándo seré el que soy y no uno de mentiras?”, se preguntó Adán en Diario de Poeta; quizá ahora ya haya logrado una respuesta. |
|
La rosa de la espinela
|
Dans le grand ciel, plein de silence
Coppee |
Heme triste de belleza,
Dios ciego que haces la rosa, Con mano que no reposa Y de humano que no besa. Adonde la rosa empieza, Curso en la substancia misma, Corro: ella en mí se abisma: Yo en ella: entramos en pasmo De dios que cayó en orgasmo Haciéndolo para cisma. |
¡Ven a gritar, el Poeta, A claridad horrorosa, Gritando como la rosa Mirada de anacoreta! Esa faz, lívida, quieta, Es, a raíz del respiro, La que mira, la que miro, Mirándote, muda, mala, Dios vivo, que cayó un ala, Y no adivina del tiro. |
Ella no sigue por él, Sino a sí misma, virtual... A la agonía infernal, En la rosa de papel. Y mana, amarga, la miel El duro dardo de ardor; Cursa entrañable labor, Por restañar el herir, Y jamás para a morir La abeja del sinsabor. |
At length the man percives it dieb away
And fades into the ligth of common day Wordsworth |
Pues la rosa venidera, Próspero seno errabundo, Fruto y flor y amante y mundo, Lírica, acoge si espera. Punto en que pulula esfera De épico tacto, futura, La facción de la Hermosura Va, derechera y estable, Derrota inconmensurable De celestial singlatura. |
El pétalo, que palpita, |
Travesía de extramares
|
Él es tan cuerdo y sabido, que no esperaba esperanza Ximénez de Urrea ¿Sin la virtud y la ironía, Qué pensaría? Eguren |
‒¡Enséñeme a posarme en mi pasado, Y a reflejar el sino en mi persona, Paloma real que, lúcida raleona. Pica y peina el astil desaliñado! (‒ ¡Dúo y fuego se apagó a su costado: Mas viso atiza, incierto, que blasona: A ciprés de acullá, como la Monna, Sonríe, esmalte de tornasolado!... ‒¡Tal, Alma Mía, la desesperada, Con córnea cruel mullendo la tersura, Tan dispuesta la sola: para nada...) (‒La Vida, repasa tus poemas; La barba gris, abrásese a tu cura!... ¡Ya, Muerte Mía, ven, y no me temas! |
|
(Cortot: “Chopin: Troisième Prélude: Le chant du ruisseau”)
Quien este consejo quisiera fazer non avrá miedo jamás de morir, más traspasará de muerte a bevir vida por siempre sin le fallescer Sánchez Calavera Par délicatesse J’ai perdu ma vie Rimbaud |
((‒Cuando nació la diosa, de la mano
Del hombre, con ombligo y con natura, En mí vino a mirarse la Hermosura... Y yo, su sombra, me hui... humano.)) ((‒La fuente aún mana de donde dimano, La vez sedienta de mi coyuntura; Empero sigo en trazo y estrechura, Como riego de lloro y caz de piano.)) ((‒Corrí a espuma de Venus Verdadera, Y no quiero que agobie mi destino Flor u hojarasca, otoño, primavera...)) ((‒Quiero irme lustral hasta mi sino!!... ¡¡Que mi copia enjugúese en la vera!!... ¡¡Que mi curso desagüe en lo divino!!...)) |
|
Aus tiefem Traum bin ich erwacht.
Die Lust wil Ewigkeit! Nietzsche ...mais rendre la lumière Suppose d’ombre une morne mottié Valéry |
‒Ninguno aspira más que a noche y fuego;
Que el Poeta se engañaba o te mentía; No quiere ser eterna tu alegría, Sino besar la boca, y nada luego. ‒Es por tiniebla y tino de tu ciego... Ninguna luz y dios... y así echa el día, Cual vitre que refracta en la ardentía, O ríe que refringe en el aniego. ‒Tiento y tierra... no neón que el mundo labra De eterna luz... ni pasmo ni palabra Es... medido marfil, mujer o piano... ‒Es pos, noctívaga, de temple a sueño, Y en tu solera, soledad de humano Combusto, enciende de hembra, lar y leño... |
|
¡Oh muerte que das vida!
Fray Luis de León Now more than ever seems it rich to die Keats |
‒¡Compás de la Bogada de Caronte,
Tú libérame ya de sutileza, Madre y caudal de lágrima que empieza En mí y no para ni en el horizonte! ‒¡Dame tu ceguedad con qué yo afronte Rumbo infinible de vida y belleza!... ¡Y la mudez con que el eterno expresa!... ¡Y el mi cadáver la tu boza apronte! ‒¡Más no discurra yo sobre la linfa, Ni rebusque ni finja, en haz o seno De insondable hora, nenúfar o ninfa! ‒¡De los ojos del muerto, mi mirada Paire en faceta a luz cristalizada Y yo mire belleza así sereno! |
Escrito a ciegas
Escrito a ciegas (Carta a Cecilia Paschero) |
¿Quieres tú saber de mi vida? Yo sólo sé de mi paso, De mi peso, De mi tristeza y de mi zapato. ¿Por qué preguntas quién soy, Adónde voy?... Porque sabes harto Lo del Poeta, el duro y sensible volumen de ser mi humano, Que es cuerpo y vocación, Sin embargo. Si nací, lo recuerda el Año Aquel de quien no me acuerdo, Por que vivo, porque me mato. Mi Ángel no es el de la Guarda. Mi Ángel es del Hartazgo y Retazo, Que me lleva sin término, Tropezando, siempre tropezando, En esta sombra deslumbrante Que es la Vida, y su engaño y su encanto. Cuando lo sepas todo... Cuando sepas no preguntar... Sino roerte la uña de mortal. Entonces te diré mi vida, Que no es más que una palabra más... La toda tuya vida es como cada ola: Saber matar. Saber morir. Y no saber retener su caudal, Y no saber discurrir y volver a su principio, Y no saber contenerse en su afán... Si quieres saber de mi vida, Vete a mirar al Mar. ¿Por qué me la pides, Literata? ¿Ignoras acaso que en el Mundo, Todo de nadas acumuladas, De desengrandar infinitudes, No si no un trasgo Eterno, sombra apenas de apetito de algo? La cosa real, si la pretendes, No es aprehenderla sino imaginarla. Lo real no se le coge: se le sigue, Y para eso son el sueño y la palabra. ¡Cuídate de su atajo! ¡Cuídate de su distancia! ¡Cuídate de su despeñadero! ¡Cuídate de su cabaña! ¿Quién soy? Soy mi qué, Inefable e innumerable Figura y alma de la ira. No, eso fue al fin... y era el principio, Antes de donde el principio principia. Soy un cuerpo de espíritu de furia Asentada de aceda ironía. No, no soy el que busca El poema, ni siquiera la vida... Soy un animal acosado por su ser Que es una verdad y una mentira. ¡Es tan simple mi ser, y tal ahogo, Con punzada de nervio y carne!... Yo buscaba otro ser, Y ése ha sido mi buscarme. Yo no quería ni quiero ya ser yo, Sino otro que se salvara o que se salve, No el del Instinto, que se pierde, Ni el del Entendimiento, que se retrae. Mi día es otro día, Algún no sé dónde estarme, A dónde no sé ir en mi selva Entre mis reptiles y mis árboles, Libros y cementos Y estrellas de neón, Mujeres que se me juntan como la pared y como nadie... o como madre, Y el recién nacido que sobre mí llora, Y por la calle Toda las ruedas Reales y originales. Así es mi vida cabal, Hasta la última tarde. El Otro, el Prójimo, es un fantasma. ¿Existe el aire, Donde te asfixias y recreas Respirando, tu cuerpo inane? ¡No, nada es sino la sorpresa Eterna de tu mismo reencontrarte Siempre tú los mismos entre los mismos muros. De las distancias y de las calles! ¡Y de los cielos estos techos Que nunca me ultiman porque nunca caen! Y no alcancé al furor de lo divino, Ni a la simpatía de lo humano. Lo soy y no lo siento ni así me siento. Soy en el Día el Solitario Y el absoluto en la Zoología si pienso, O como carnívoro feroz si agarro. ¿Soy la Creatura o el Creador? ¿Soy la Materia o el Milagro? ¡Qué mía y qué ajena tu pregunta!... ¿Quién soy? ¿Lo sé yo acaso? ¡Pero no, el Otro no es! ¡Sólo yo en mi terror o en mi orgasmo! ¡Y con todos mis sueños resoñados, Y con toda la moneda recogida, Y con todo mi cuerpo, resurrecto Tras cada coito, ciego, vano, sin pupila!... ¡Cuando no seas nada más que ser, Si llegas a la edad de la agonía!... ¡Cuando sepas, verdaderamente, Que es ayuntamiento de muerte y vida!... ¡Entonces te diré quién soy, Seguro, sí, que ya sin voz, Amiga! Que se curan con hierbas eficaces Los puros animales que te hablan Allá, entre piedras inmateriales El mundo real y la ciencia humana, Donde, con una pelota Los muchachos aparentes hediondos gozaban. Sí, la vida es un delirio así, y sin embargo, En esa vida no estuvo mi nada, Ninguna, pero real, pero celeste o volcánica. ¡Qué tarde llega el Tiempo A su punto de olvido o de sensibilidad! Viene arrastrando, como el aluvión, De cúmulo, de suelo, de humanidad. Que se curan con hierbas eficaces ¡Cuán inesperado y desesperado cualquier ya, Todo yo que cae con el Tiempo Desde nunca siempre y para siempre jamás! ¡Qué madrugada eterna no dormida Lo del revolverme en el hacer y en el pensar! La Soledad es una roca dura Contra la que arroja el Aire. Está en cada pared de la Ciudad,
Cómplice, disimulándose. Me arrojo o me arrojo, sin cesar Yo soy mi impedimento y mi crearme. La Poesía es, Amiga, Inagotable, incorregible, ínsita. Es el río infinito Todo de sangre, Todo de meandro, todo de ruina y arrastre de vivido... ¿Qué es la Palabra Sino vario y vano grito? ¿Qué es la imagen de la Poética Sino un veloz leño bajo un gato írrito? Todo es aluvión. Si no lo fuera, Nada sería lo real, lo mismo. El Amor no sabía Sino tragarse su substancia Y así la Creación se renovaba. Todo me era de ayer, pero yo vivo; Y a veces creo, y a la Vez me amamanta. No soy ninguno que sabe. Soy el uno que ya no cree Ni en el hombre, Ni en la mujer, Ni en la casa de un solo piso, Ni en el panqueque con miel. No soy más que una palabra Volada de la sien, Y que procura compadecerse Y anidar en algún alto tal vez De la primavera lóbrega Del Ser No me preguntes más, Que ya no sé... Supe que no era lo que no era, no sé cómo, y toda era Hasta la cosa de mi nada. Y fui uno no sé cuándo, Persiguiendo, por entre numen y maraña Dentro de ella, yo, nacido y flaco, ya con todas las armas, Yo por todo paso que me hacía, A ello persiguiendo... a la palabra A cualquiera, A la madriguera o a la que salta. Si mi vida no es esto ¿Qué será la vida?... ¿Adivinanza?... Que me dé tiempo el Tiempo, a más del suyo, Y yo me reharé mi eternidad; Lo que me falta, Porque la eché... me estuvo un momento demás. ¿Sabes de los puertos encallados, Del furor y del desembarcar, Y del cetáceo con mojadísimo uniforme, Que no nada y cae ya? ¿Sabes de la ciudad tanta, Que no parece ciudad, Sino cadáver disgregado, Innumerable e infinitesimal? Tú no sabes nada; Tú no sabes sino preguntar, Tú no sabes sino sabiduría Pero sabiduría no.es estar Sin noción de nada, sino proseguir o seguir A pie hacia el ya. |
La mano desasida (Canto a Machu Pichu)
|
|
Piedra absoluta
|
|
Diario de poeta
|
|