Ese puerto existe
Puerto supe “Divertimento”
Puerto supe
A J.B.
Está mi infancia en esta costa, bajo el cielo tan alto, cielo como ninguno, cielo, sombra veloz, nubes de espanto, oscuro torbellino de alas, azules casas en el horizonte. Junto a la gran morada sin ventanas, junto a las vacas ciegas, junto al turbio licor y al pájaro carnívoro. ¡Oh, mar de todos los días, mar montaña, boca lluviosa de la costa fría! Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres, allí destruyo la jaula de las aves pequeñas, destapo las botellas y un humo negro escapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines. Están mis horas junto al río seco, entre el polvo y sus hojas palpitantes, en los ojos ardientes de esta tierra adonde lanza el mar su blanco dardo. Una sola estación, un mismo tiempo de chorreantes dedos y aliento de pescado. Toda una larga noche entre la arena. Amo la costa, ese espejo muerto en donde el aire gira como loco, esa ola de fuego que arrasa corredores, círculos de sombra y cristales perfectos. Aquí en la costa escalo un negro pozo, voy de la noche hacia la noche honda, voy hacia el viento que recorre ciego pupilas luminosas y vacías, o habito el interior de un fruto muerto, esa asfixiante seda, ese pesado espacio poblado de agua y pálidas corolas. En esta costa soy el que despierta entre el follaje de alas pardas, el que ocupa esa rama vacía, el que no quiere ver la noche. Aquí en la costa tengo raíces, manos imperfectas, un lecho ardiente en donde lloro a solas.
“Divertimento” Playa nocturna donde el sol llega caminando sobre sus manos, fresco, cabalgando como el viejo caballo de la plaza todo de madera y rojo, como un campanario sobre el mar y sus estatuas, claros apóstoles con la boca abierta y el paladar negro de tanto hablar con Dios y de beberlo en la mañana a verdes tragos, sorprendiéndolo entre las gaviotas, porque él es el pingüino macho de ojos salados o la vieja tortuga cuyo amor ilumina el bosque. Y llega el sol y el dolor en la playa es una mujer con barbas, el esfuerzo pasado, y no este piano en la arena ni Mozart desnudo como una niña arrebatada y libre jugando al escondite con su sombra y con la sombra de todos y con la muerte que se deshace en sonrisas en este falso jardín, en el único día, el inesperado, el que cae como una manzana sobre la cabeza. ¡Voilà! Soy dulce, dice, pero mañana romperemos el espejo, robaremos al ladrón, educaremos al demonio, y el tiempo vuela, y Mozart vuela y no vuelve sino a oscuras espectral y terrible en asambleas de hombres tristes. Escuchemos al caballo, matemos al apóstol, y amémonos sólo así, con la boca abierta y tan jóvenes, estudiando al pingüino, muy lejos del tormento y del cielo colosal e inflexible.
|