Ted Hughes |
Nota introductoria
Ted Hughes nació en Yorkshire, en 1930, y estudió en Cambridge. Allí coincidió, en más de un sentido, con la bostoniana Sylvia Plath, poeta como él y dos años menor. Contrajeron matrimonio en 1956; vivieron un tiempo en los Estados Unidos antes de radicarse en Inglaterra, donde sus dos hijos nacieron y donde ella se dio muerte en 1963.
Plath, la extremista más extrema, acabó por sucumbir a "la dimensión de la muerte absurda"; Hughes ha perdurado1 para sumarse a "la selecta banda de poetas-sobrevivientes cuya obra está a la altura de la destructiva realidad que habitamos" con libros como Wodwo (1967), Crow (1970), Gaudete (1977), Moortown (1979) y The River (1981)2. La suya es una poesía apasionada y rigurosa, atlética y sombría, que transmuta dolor en conciencia mediante la encarnizada contemplación de la vida y la muerte y el misterio de su proximidad.
La presente antología se basa en la selección que el propio autor hizo años ha para participar en un Encuentro de Poesía, y que me tocó en suerte traducir. Varias de esas versiones se publicaron en revistas y suplementos, al igual que otras hechas por mi cuenta. De todo el conjunto he rescatado ahora una docena de las que mejor suenan, en la relectura, como poemas en español. Tendríamos así, en estas páginas, una breve muestra representativa, al menos, de las facetas más traducibles de la poesía de Hughes, que como toda poesía de la buena es, en esencia, intraducible.
Juan Tovar |
Halcón posado
Estoy en la cima del bosque, cerrados los ojos. |
Luna llena y la pequeña Frieda
Una tardecita fresca reducida al ladrido de un perro |
Una motocicleta
Tuvimos una motocicleta toda la guerra. |
No levantes el teléfono
Ese Buda de plástico lanza un chillido karatesco |
Salmo del tigre
El tigre mata hambriento. Las ametralladoras |
Febrero 17
Un cordero no podía nacer. Viento de hielo |
El potro de un niño
Ayer no se le hallaba en parte alguna
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La vida trata de ser vida
La muerte también trata de ser vida. |
Senectud se levanta
Agita sus brasas y cenizas, sus palos quemados |
Escuela de sordos
Los niños sordos eran ágiles monos, peces trémulos y |
Discurso desde la sombra
No tus ojos, sino lo que disfrazan |
Un dios
El dolor le tapó los ojos como un sombrero de bufón |