A Elías Nandino
No sueños, no memorias. Pido a los dioses, y lo espero, Tan sólo el gran silencio. Aires de mi carne, otoño lisboeta, Aquí he llegado, Pero cuando abandone ya tu luz, No extrañaré ya nada de lo tuyo, Habré distancia, y bien se sabe, La distancia ya no duele Menos aún si se la canta. Oídme, oídme, oídme. Eso pedía mas nada pido. En el canto ensordecíme Y fueme, por descuido, El canto a mí llegando. Canté, oh Hados, qué canté. No fue mi suerte, ni mi fe, Ni por azar, ni bajo mando Que mi voz quiso tocar Esas benditas piedras, Canto estos cantos de miserias. No son cantos ni es cantar. Ahora, ya en paz, Por mí rogad, Pronto la muerte espero. Y del secreto venero El agua enloquecida, El agua muerta, el agua viva.
|
Para Adolfo Castañón Leer en el silencio y las cenizas: el esplendor entero se nos revelará; como abrir grandes ventanas a un astro que no sabíamos que allí estaba.
Enrik Traden (versión de José Régio)
Es causa de infortunio grande Desear o no desear; Retener, dejar pasar. Es causa de infortunio grande No tener infortunio O pequeñas tragedias; Padecer gran infortunio. Es causa de infortunio grande Contemplar, participar, Saberlo o ignorarlo. Es causa de infortunio grande. Pero no basta la correspondencia Ni clámides son pliegues que nos ornan, La piel que las recibe tal caricia Aprende y se acomoda: Así de suave será sabiduría.
|