Confiesa ser cristiano ortodoxo. Se santigua. Es observante; reza el rosario. Paga los himnos a la Santa Virgen, la bendición del agua, las misas y las oraciones para difuntos. Llora a los pies del gran icono. Sabe todas las reglas de memoria: los días de Cuaresma, los de ayuno, todos los libros de oración y el Pentateuco. Hace los solos en el coro y canta el Kyrie Eleison. Podría ser un abad sin envidia o un archimandrita inmaculado; pero sólo es un soldado más de Nuestro Señor Jesucristo. Interpreta las Sagradas Escrituras en voz baja y temblando, y es inocente cual una rosa con hábitos de brocado… Pero en los archivos de la cárcel constan en su haber cuatro asaltos a mano armada, nueve robos como carterista y un imperdonable pecado: un asesinato.
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