Nota introductoria
Jerzy Andrzejewski pertenece a aquel pequeño círculo de escritores cuya silueta literaria resulta particularmente difícil de describir. Es imposible encajar su obra literaria dentro de un solo marco, analizarla de acuerdo a una sola fórmula, o ajustarla al concepto que se espera de una reseña basada en el manejo de categorías analíticas fijas. Andrzejewski no se limita a un solo estilo, no se atiene tampoco a una sola perspectiva, ni se aferra a algún motivo fijo o concreto. El autor no pretende erigir un esbelto edificio cuyos pisos, o partes componentes, repitan —conforme avanza la obra el motivo principal del conjunto trazado de acuerdo a un plano general. La fundamental e invariable característica de Andrzejewski es, precisamente, la movilidad. El autor cambia constantemente de tono, de actitud, de género y de forma. Hay ocasiones en que alterna su postura moralista con la de un ironista mordaz que, por momentos, raya en el sarcasmo. Asimismo, hay veces que aparece como adepto o partidario de determinada idea; en otras, como severo crítico o censor de alguna doctrina. Sus obras son fruto de una continua confrontación con la cambiante realidad cotidiana. El escritor siempre elige grandes caminos, no se conforma con simples senderos; lo que desea es mirar, penetrar en el espíritu de los tiempos, con sus propios ojos. Andrzejewski comenzó su actividad como escritor bajo el signo de los grandes moralistas, bajo el signo de Mauriac, Bernanos y Conrad. Los grandes problemas morales, cuya solución buscaba el autor, en un tiempo, en las ideas católicas, se encuentran plasmados sobre todo en su primera novela, que le ha dado una bien merecida fama: Lad serca (El orden del corazón). Pese a que más tarde, en la época de la guerra, Andrzejewski se había apartado del catolicismo, la pasión por la gran problemática siguió caracterizando sus obras ulteriores. El orden del corazón es una obra que, sin lugar a dudas, está inspirada en el modernismo católico, al mismo tiempo que impregnada de una fuerte dosis de tinieblas típicamente pascaliana. El protagonista de la novela es un sacerdote llamado a servir a Dios. Su deber como pastor es hacer retornar la oveja extraviada a su aprisco, ayudar a las rezagadas y, además, obrar con eficacia para alcanzar su propósito. No obstante, el sacerdote desconoce por completo los métodos que le permiten lograr esta eficacia. Tampoco está completamente seguro de las ventajas y las desventajas que, en un momento dado, pueda ofrecer su obra caritativa. El mundo que le rodea se halla gobernado por el pecado, la tentación y el crimen, ya que la gente suele evitar, deliberadamente, el camino de la salvación. Lo que preocupa de sobremanera al párroco de Sedelnice es el hecho de que mientras algunas personas comprenden y comparten con entusiasmo su punto de vista, otras —que son la mayoría— están en total desacuerdo con su forma de pensar. Por esa razón, el padre Siechen anda a tientas en medio de la más completa oscuridad, entre una ferviente esperanza y una profunda desesperación. A pesar de que Dios es una certidumbre que él siente internamente con indudable claridad, está completamente consciente de que todo aquel que le sirve está condenado a la angustia y a la desesperación. Andrzejewski continúa con el mismo tono moralizador en su tomo de relatos La noche; una selección de cuentos en los que narra las experiencias trágicas y absurdas que ocurren durante la segunda guerra y la ocupación nazi. El protagonista es un hombre desprovisto de todo apoyo moral, salvo el sentido o conciencia de su propia libertad interna; un hombre despojado de todo derecho, excepto el de morir. Andrzejewski muestra su fuerza y su debilidad, su heroísmo y su cobardía, su horror por existir, el constante miedo que siente el hombre en contacto con el hombre, cualidades que el autor supone como rasgos comunes a la mayoría de los hombres de aquella tan difícil y cruenta época de la guerra. Una especie de antítesis de la anterior obra —al menos en lo que al enfoque temático se refiere— la constituye uno de sus cuentos: “La mujer del pasaporte”, escrito en las postrimerías de la guerra, en la época de la “avecinante libertad”, a la cual, por cierto, hace el autor alusión en el relato. En este cuento, procedente de un tomo de narraciones titulado El zorro dorado, Andrzejewski, curiosamente —tal vez bajo los embates del júbilo que le embarga al presentir ya el próximo final del conflicto bélico— trata el tema de la ocupación alemana en forma un tanto original, un poco “a la ligera”. Las escenas de terror que inspira la guerra, las horripilantes imágenes de los campos de concentración, de persecuciones, de ejecuciones masivas, de razzias callejeras, son suplidas con anécdotas, con situaciones hasta cierto punto chuscas, que abundaban también —paradójicamente— en aquellos tiempos. El tema central del relato —tratado sin el menor asomo de dramatismo—, es la supervivencia del hombre, víctima de la guerra, quien en aras de conseguir su sustento diario no desdeña ningún tipo de trabajo. Un hombre que lleva a cabo toda clase de pequeños negocios que apenas le permiten sobrevivir en tan difícil época. Lamentablemente, en este tipo de transacciones comerciales nunca faltan tampoco algunos vivales sin escrúpulos, que aprovechando la guerra, hacen negocios a gran escala, como es el caso de Bascik quien, en una actitud anticívica, ha amasado una considerable fortuna a costa de los demás, fortuna de la cual —en forma por demás ostentosa— hace constante gala ante sus amistades. La mayoría de los amigos de Bascik son grandes “patriotas”, aficionados a la juerga y a la jarana, ambiente en el cual se desenvuelven habitualmente, olvidándose que su lugar está en la lucha contra el invasor —siguiendo el ejemplo de millares de combatientes— ya que la época de la guerra no es un momento propicio para frecuentar salones de baile, fiestas y reuniones, donde impera el ambiente saturado de algarabía y de jolgorio. La primera novela de posguerra de Jerzy Andrzejewski —nacido en Varsovia el 19 de agosto de 1909 y fallecidoen 1983— es Cenizas y diamantes, obra en la que demuestra, una vez más, el grado de devastación moral como consecuencia y producto de la guerra. No obstante, el tema principal de la novela es un bosquejo de la realidad polaca en los primeros años de la posguerra, periodo caracterizado por un fuerte choque entre dos tendencias ideológicas totalmente opuestas. Esta novela es una abierta declaración ideológica de Andrzejewski, quien no duda ni por un solo instante a cual de los dos partidos políticos —que presenta en la obra— le asiste la razón, y a cual de los dos le desea personalmente que salga victorioso de la pugna ideológica que ambas tendencias sostienen entre sí. Al mismo tiempo, el autor esta totalmente consciente del hecho de que la contienda que sostienen entre sí ambas orientaciones políticas va engendrando una nueva fuerza de la historia, en una época tan confusa en que las palabras “enemigo” y “libertad” adquieren un valor semántico un tanto indefinido, que cada bando interpreta de acuerdo a su ideología. El sentido de estos dos vocablos resulta, sobre todo, no del todo claro y convincente para algunos excombatientes de tendencias reaccionarias, cuya postura ideológica es totalmente contraria a la que —a juicio del autor— habría de ser una fuerza positiva, como principio real y verdadero de una nueva vida. Las complejas relaciones entre el hombre y la idea, entre la conciencia y la historia, que la novela Cenizas y diamantes no trata más que en forma un tanto superficial, llega a ser, en cambio, el tema central de dos obras posteriores de Andrzejewski: Las tinieblas cubren la tierra y Las puertas del paraíso. La primera de ellas es una novela cuya acción está ubicada en una dimensión concreta, mientras que su fábula, de carácter simbólico-alusivo, constituye un pretexto para dar cabida a metáforas filosóficas donde, bajo el hábito histórico de la época de la Santa Inquisición española, se habla del abuso de autoridad en nuestros tiempos. Las puertas del paraíso, en cambio, basada en una parábola poética de singular estructura, es una original novela de amor en donde, bajo la máscara del idealismo romántico, palpita una fuerte pasión amorosa, un amor sensual. Dos elementos muy frecuentes en la prosa de Andrzejewski son, sin duda alguna, la ironía y el lirismo, mismos que aparecen con bien marcado acento en una de sus últimas novelas, Va saltando por los montes. En ésta, el autor retorna una vez más, a los temas contemporáneos aunados al género épico, aunque esta épica se encuentre transformada y actualizada conforme a las exigencias de las nuevas corrientes de la prosa moderna. El escritor de manera irónica pinta la imagen del Parnaso contemporáneo, de sus dioses actuales, de sus sacerdotes y de los ritos en medio de los cuales se desenvuelve la cultura de hoy en día. Sin embargo, la importancia de la novela no estriba únicamente en hacer una sátira al modelo de la cultura occidental. Va saltando por los montes alude también al artista, a su verdadera divinidad que se desprende de su propia conciencia; asimismo, toca el tema de la vejez y de la juventud, de la profunda brecha que las separa, y de la fuerte atracción y el magnetismo que, al mismo tiempo, las imanta constantemente. Este espíritu épico y satírico que tanto caracteriza al autor está contenido también en una de sus últimas novelas, La pulpa. En cambio, en la obra teatral Prometeo, Andrzejewski, en su nueva faceta como dramaturgo, echa mano de las costumbres antiguas, al tiempo que aprovecha los motivos de la tragedia esquiliana, entrelazando el tema de la rebelión y la codicia del poder con su fondo mitológico. La mitología griega ha servido a Andrzejewski también para dar marco a uno de sus cuentos breves, “Narciso”, contenido en El zorro dorado. En este relato, tras el escudo de la famosa leyenda de Narciso, se esconde una severa crítica que hace el autor, en tono profundamente moralizador, al mundo actual. Como extraña coincidencia, el tema y la forma en que está escrito guardan una asombrosa similitud con algunos relatos de Rubén Darío contenidos en su célebre Azul, sobre todo, con dos de ellos: El sátiro sordo y El velo de la reina Mab.
Alexander Bugajski
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