Material de Lectura


Grupo 2: Formas nuevas

 
 

Patamban
Metepec
Ameyaltepec, Tolimán y San Agustín Oapan

 
En este grupo aparecen los objetos en los que se advierte la transición que está operándose en el ámbito artesanal: esto es, la desaparición de las formas tradicionales y su sustitución por otras de reciente cuño que los propios artesanos crean o adoptan, así como el cambio en el uso de muchos productos.

Éstas, que podríamos llamar "tensiones del mercado", se aprecian de una manera más evidente en los objetos de barro. Por ejemplo, las piezas que se muestran en las fotos de este grupo denotan claramente la tendencia de los artesanos a producir objetos con intención artística, para uso decorativo o suntuario. Para llegar a algunas de ellas, como los grandes candelabros y árboles de la vida, los propios alfareros se inspiraron en piezas de corte tradicional. Sin embargo, esto no quiere decir que dichos objetos nuevos sean tradicionales, y por tanto no pueden considerarse como tales, porque su forma es reciente. Pero, por sus características, caen dentro del contexto del arte popular actual.

Tenemos la certeza de que todos estos objetos, procedentes de diferentes centros alfareros, van a continuar reproduciéndose indefinidamente ya que se arraiga la tendencia de los artesanos a abandonar sus formas antiguas para producir, cada vez en mayor número, otro tipo de objetos, más acordes con la demanda actual de los consumidores de artesanías. Para fundamentar esta afirmación, bastará reseñar las condiciones prevalecientes en algunos de los principales centros productores.

Patamban
 
Michoacán es uno de los estados más ricos en cuanto a la variedad de su alfarería. En los alrededores del Lago de Pátzcuaro y en la llamada Meseta Tarasca se concentran los centros alfareros más relevantes, creados después de la Conquista española con el impulso del célebre obispo Vasco de Quiroga, que de esta manera quiso proveer de fuentes de trabajo permanentes a las comunidades indígenas pacificadas. Patamban, localizado en el extremo norte de la Meseta, produce en gran volumen diferentes tipos de loza: pulida, vidriada en verde, que es la más común, con decoración al pincel y vidriada en rojo, de paredes muy delgadas, llamada cáscara de huevo, que es la alfarería más delicada que se hace en el país. No obstante, con ser tan vigorosa todavía la existencia de estilos y formas tradicionales, los artesanos están produciendo ya nuevos objetos suntuarios, como las piñas de barro engretado, que han venido a sustituir en cierta medida a las formas tradicionales.

Metepec
 
Este lugar es bien conocido por su loza vidriada para uso doméstico. De sus barrios de Cuauxustenco y del Espíritu Santo salen cazuelas, jarros y vajillas, hechos a mano y al molde, en barro engretado adornado con chorreaduras de color negro o bien decorado al pincel con motivos florales en los que predominan los colores verde, azul y amarillo. De aquí proceden los jarros zoomorfos para el pulque, las cazuelas hondas para el mole y las cazuelas arroceras de fondo plano que abastecen los mercados de todo el estado e incluso de entidades vecinas. La juguetería de barro también es importante, pues se hacen trastecitos y alcancías de molde antiguo vidriadas en negro y decoradas al pincel con pinturas de aceite.

Aunque todavía es importante la producción de todos estos objetos, como lo atestigua la cantidad de piezas que cada lunes se venden en el mercado local, es evidente que los alfareros que fabrican este tipo de loza están en crisis pues su número se ha reducido considerablemente en unos pocos años y cada día son menos los hombres dedicados a esta labor. En realidad, solamente van quedando los viejos porque los jóvenes se emplean en las fábricas e industrias cercanas, que absorben mucha de la mano de obra que hasta hace poco estaba ocupada en la alfarería.

El otro tipo de loza producido en Metepec, las piezas de tipo decorativo hechas en barro policromado, como los candelabros, los árboles de la vida y otras figuras pequeñas de molde, tienen una mayor posibilidad de supervivencia, aunque es preciso reconocer que también en este caso existe una clara tendencia entre los jóvenes a abandonar el trabajo del barro para dedicarse al estudio o a otras actividades.

Ameyaltepec, Tolimán y San Agustín Oapan
 
Hacia la parte central del estado de Guerrero, se localizan estas tres comunidades indígenas que desde la época Prehispánica hasta nuestros días han sido relevantes centros alfareros. Su alfarería, complementaria de las faenas agrícolas y por lo tanto supeditada al calendario de éstas, se compone de piezas de tipo utilitario que conservan su forma tradicional: tinajas, cántaros, platos, etcétera., y de una extensa variedad de piezas y figuras para uso decorativo de reciente creación.

Todas estas piezas, hechas a mano o al molde, están decoradas al pincel con pinturas de tierra de color ocre o negro, sobre fondo crema. La decoración consiste en motivos florales y animales muy estilizados y en dibujos con ingenuas escenas de la vida cotidiana de estos pueblos.

En la década de los cincuenta era corriente encontrar ambos tipos de decoración en las piezas de barro. Luego, a principios de los años sesenta, alguien sugirió a los alfareros que pintasen estos mismos temas sobre el papel de amate que se manufactura en San Pablito, Puebla. Fue así como los alfareros empezaron a pintar sobre superficies planas. Desde entonces, estas pinturas han tenido tanto éxito que ahora pueblos enteros se dedican a ellas, como Xalitla y Ameyaltepec; ejemplos de la forma en que la mano de obra ocupada en una artesanía tradicional se traslada hacia otra de diferente tipo, más remunerativa, para sobrevivir.

Todo lo que aquí se ha dicho sobre la alfarería, en cuanto a las tendencias de su producción y uso, es aplicable a los objetos de laca, cobre y hojalata, vidrio, madera, carrizo, papel, etcétera. Son artesanías que tienden cada vez más hacia las formas de tipo decorativo o suntuario. Para abundar en el caso, mencionaremos las calaveras y las figuras de papel engomado llamadas alebrijes, hechas por Pedro Linares y sus hijos Miguel y Felipe. Estas piezas son una derivación de la cartonería tradicional de la ciudad de México, y constituyen la respuesta de esta familia de habilidosos artesanos a la desaparición de los judas de cartón; esas figuras que se quemaban en la calle de Tacuba durante el sábado de Gloria de cada año. El origen de los alebrijes es un tanto incierto, pero lo más seguro es que en sus inicios fueran copias de algunos dibujos de José Guadalupe Posada. A lo largo del tiempo los artesanos perfeccionaron la técnica de su manufactura, el decorado y la forma, por lo que estas piezas pueden considerarse dentro de la rama fantástica del arte popular mexicano, junto con las nuevas piezas de barro de Ocumicho, las calaveras de Saulo Moreno y las obras de Candelario Medrano.