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Alfredo Gangotena
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Noticia sobre Alfredo Gangotena
Alfredo Gangotena nació en Quito, Ecuador, en 1904, y padeció un doble exilio: el de su lugar de nacimiento, que dejó muy joven, y el de su segunda patria, Francia, que abandonó en las postrimerías de su vida. Murió en 1944. 'Oh Pascal, "Agravada la vida —en herida en vida— en llaga, ya en sus últimos años —ahora sabemos que eran los últimos—, todavía buscaba en las teorías físico-matemáticas más recientes, improbable y desesperado remedio; una epidermis para sus males, para su alma y cuerpo en carne viva."
Su enfermedad del alma, entonces (y también del cuerpo), el enigma de las dos patrias, el encanto único del adiós, la ansiedad del regreso (siempre de irse), de la piel y de la carne viva, son los nutrientes de su poesía donde el amor y el desamor se atraen y se repelen en una tensión inapelable. Gangotena es, sin duda —junto a Jorge Carrera Andrade, Miguel Ángel León, César Dávila Andrade y Gonzalo Escudero —una de las grandes cifras de la poesía ecuatoriana y latinoamericana. Estuvo solo, es cierto, pero hay tiempos en que los poetas están solos, incluso inmersos en su pueblo. Así se lo dice Jules Supervielle a Gangotena en un hermoso mensaje que se inicia de esta manera:
"Pienso en ti sobre tu meseta de alta geología, Para luego rectificar: "Mira bien que no estás solo allá lejos
Miguel Donoso Pareja |
Bebida Turbia a Henri Michaux
¡Os ruego! |
Figura de drama a Jacques Viot Presagios
El astro se levanta; el astro del sueño visita los riscos; Sus voces
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El hombre de Trujillo a Paul A. Bar
Te visito y te imploro en el sueño, mi esposa ignorada. |
A la sombra de las secoyas
Escuchadme vosotros que atravesáis el solo e infinito |
Los jinetes de la noche |
La voz de los jinetes: "Estas crónicas compiladas de esperanza y vergüenza, "Bajo la ferviente claridad de las lámparas. "La apertura de nuestras puertas fabulosas Os mostrará, cielos de rocío, "El hilo sobrehumano de nuestro pensamiento. "Amigos, seguro para siempre el azar que os conduce al amor. "Las ardidas redes y las tubuladuras que gravitan y los pilones a nivel de la axila en torno de la arteria soterrada." |
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Yo me exulto y escupo sobre |
En los bajos de la ciudad inmunda, mi pulso me lacera Mil veces he medido el horrible ladrillo de lava; Y me encuentro en la orilla extrema de la desolación. ¿Por qué la apestada mosca de los yermos y el gran pájaro de vuelo acelerado vendrán a revolotear y ulular en mi cerebro? ¿por qué la noche de los tugurios se aloja bajo mi piel? Arisco sobre todas mis dimensiones, ¿deberé resistir como las palmeras del gran desierto y resistir a la soledad? |
El orondo insecto que contempla las puertas del espacio;
El rechinar de las lacas y esas plantas y uñas venenosas; y largos, maléficos y gimientes en los surcos nocturnos del mundo, los desencadenados vientos de abolengo, conjunción labial, propia para aguzar la última y pulmonar punta de mi angustia. La sordera me destiñe. Acude y domina tus desfallecimientos, vertiginosa flora, y lléname de tu impulso. Pues en ti, Naturaleza, reside mi sola esperanza. ¡Perdido como una triste palabra del infolio! ¡Escolar temeroso, larva despreciable o yema ignorante de todo claro de bosque para no ser al fin sino una planta color de humo en la rabia! ¡Mi cuna y mi lengua, a vuestra guisa, están lejos en la cima de los Andes! Mi canto se unifica en la abrupta resonancia de las piedras que miden el abismo; canto de una luminosa madrugada a los bordes pomposos del ramaje; y me confino a la planicie mental de mi palidez, oh canto eucarístico de la cal. Mis lágrimas no podrán disolver los músculos del dolor. La añoranza fatalmente me lleva: me alejo de vosotros como el corimbo bajo el furor de las brisas. Corredores de los campos, maestros del mostrador, Hombres gigantes, Os escribo con la altanera savia del eucalipto: "Bajo la herrumbre, abrazad las delicias del hierro. Me está despejada la ruta por este plumón astral, sin fibras, en el torbellino de los hielos. En la secreta hierba de oro con el encaje de las ortigas, os preparo el reflejo de los sueños ¡Y surgid vosotras, reinas oblicuas en la memoria, como el alfabeto de mi palabra, oh refulgentes hojas de mi selva ecuatoriana! Los vientos lunares se zambullen en la garganta de nuestros grandes pájaros. Toda mi gracia reside en el adiós. Sienes, heme aquí en la femenina luz de su presencia, Y como la octava en el aleteo de sus párpados, Bajo el astro de medianoche." |
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Nocturno a André Gaillard
¡Crueldad, crueldad sin nombre, crueldad de mi pasión! Las flores de bruma despliegan sus alas y perfuman sus |
La voz
Lloro con una fluidez más triste y conmovedora que el ala de * * * Me encaminaba entonces, sombra de polvo, hacia los * * * Indolente cadena de montañas bajo mi peso: que un insecto * * * ¡Oh fronda en el viaje! * * * ¡Pero qué astro de nuevo me guía y qué fúnebre centelleo * * * Oh florestas unánimes en el gozo. |
Cuaresma a Pierre-André May
Ahora que una fuerza extraña me hace crujir los dientes, * * *
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A mi zaga borbota la rabia de mi padre: * * *
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¡Oh sol entre las aguas!
Tan lejos como la memoria adereza los múltiples semblantes Visión, ¿serás tan sólo vana, visión de bruma, lágrimas y ¡Arrobamiento! ¡Arrobamiento! |
Canto de agonía a Julien Lanoe
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