Jaime Gil de Biedma Selección y nota de Eduardo Vázquez VERSIÓN PDF
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Nota introductoria |
Palabras, por ejemplo. Palabras de familia gastadas tibiamente. Jaime Gil de Biedma |
Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929), vive su primera experiencia poética, según confesión propia, en el segundo invierno de la Guerra Civil; fue la España dividida el escenario que el entonces niño eligió para su encuentro con la poesía. En 1937 Lorca ya había sido fusilado y la guerra colocaba en distintos bandos a los hermanos Machado. El llamado “demonio de la política” se apoderaba de Alberti, Hernández y Garfias; si no hizo lo mismo con Cernuda, Salinas o Guillén era evidente que los empujaba por rumbos nunca esperados: la guerra fue quizá el propagandista más grande del grupo del 27 pero fue también quien hizo inoperantes sus dogmas y exilió a sus fieles no sólo en otras naciones sino en otras poéticas. Al terminar la Guerra Civil la poesía española parece ser una negación de lo que los poetas del 27 habían propuesto. Tanto los que se colocaron del lado de los ganadores como los derrotados, rechazaban lo que una década antes se llamaba “poesía pura” o “deshumanización del arte”. A católicos como a herejes la guerra los había marcado con su dramatismo romántico; Cernuda, en alusión a su libro Las Nubes, reconocería que nunca pudo olvidar la muerte de Lorca. Con Según sentencia el tiempo (1953) Jaime Gil de Biedma parece tomar una actitud beligerante. Lejos de participar del espíritu hegemónico en la poesía de esos años, el poeta se encuentra invadido por el aliento de “Más allá”. Como reconoce en Cántico, el mundo y la poesía de Jorge Guillén (1960) Gil de Biedma escribía “en guillén, porque el mundo que contemplaba sólo en esa lengua puede ser expresado”. Sin embargo, la presencia de Guillén no debe ser entendida como aceptación incondicional de la “poesía pura”; del poeta de Cántico Gil de Biedma tomará una apreciación del lenguaje poético y del estilo que se irá depurando en visión general de la poesía. La presencia de Guillén se manifiesta más en la mirada del poeta que en sus textos; más en la forma de mirar que en lo que descubre la mirada. A partir de la Guerra Civil el tema de lo social se impuso en la poesía española. Un repaso de la obra contenida en Antología consultada nos deja la certeza de que no solamente se verifica un cambio en los temas y en las formas de hacer poesía; a diferencia de los poetas de la generación pasada (pensemos en Hernández o Garfias) para los nuevos poetas lo épico ha sido sustituido por lo público y, en cierta forma, lo político por lo civil. Se trata, entonces, de rescatar el lenguaje del dominio general para la poesía y hacer de ésta un medio de transformación. Si bien es cierto que Gil de Biedma siguió a sus contemporáneos en la aventura de la “poesía como comunicación” o del “realismo social”, hay que reconocer que fue un compañero de viaje poco disciplinado. En sus poemas de entonces no se propone mudar el yo por una colectividad a la cual el poeta es ajeno: testigo de su tiempo, va de la poesía civil a la confesión íntima, del compromiso político a la ironía. No escribe en nombre de una clase que desconoce, se ríe de la propia: a vosotros pecadores Si nos propusiéramos hacer un listado de los temas de que se ocupa la poesía de Gil de Biedma, antes que el civil tendríamos que hablar (cosa común en la poesía de todos los tiempos) del amor. Es más, apurando un juicio obviamente personal tendría que decir que “Pandémica y celeste” es el poema más profundo y logrado de la obra de Gil de Biedma. Entre el infierno y el cielo, entre lo oscuro y lo sublime, el deseo adopta sus múltiples rostros. No se trata ni de una renuncia a las experiencias del amor efímero, sórdido a veces, ni de una filiación maldita. Entre ambos extremos el amor sufre múltiples transfiguraciones, ocupa espacios que van de la caseta de baño al cuarto íntimo. Más de una vez se ha comentado la relación que existe entre Gil de Biedma y Cernuda. Efectivamente los dos poetas tienen muchas cosas en común: ambos se encuentran fuertemente influidos por la poesía inglesa, T.S. Eliot en particular, y hay en sus confesiones una voz común, una marginalidad y una posición moral similar, escribe Cernuda: Infierno y paraíso Sin embargo los siguientes versos de Luis Cernuda serían impensables en el poeta de Moralidades: ‘Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos La relación de Gil de Biedma con el cuerpo amado es más inmediata, se entrega al objeto del deseo sin considerarlo una imagen o representación. Si el poeta de La realidad y el deseo escinde lo soñado de lo vivido, Gil de Biedma, como Guillén, realiza una suerte de comunión con la realidad; entre la vida y el deseo no se encuentra la presencia del vacío sino una reflexión crítica y vital. La religiosidad de Cernuda, su culpa, no forman parte del itinerario poético de Gil de Biedma. Entre Según sentencia el tiempo y Moralidades hay un lapso de historia en el que las gabardinas y las faldas largas son sustituidas por los jeans y las minifaldas. Son los años de la entrada de España a la ONU y de las huelgas universitarias que enfrentaron a los hijos de la pequeña burguesía con el régimen del generalismo. Pronto vendrían Raimon, Serrat y Lluis Llach; Últimas tardes con Teresa y las primeras huelgas obreras. Si en estos tiempos la censura oficial no cede, la autocensura sí. La voz de Gil de Biedma se escucha cada vez más profunda, más radical; no se propone como otros cambiar la vida, sus poemas, por eso su influencia de la poesía medieval, se parecen más a una representación íntima que adquiere valor general, se trata más de una moraleja que de un dictado de normas morales. Gil de Biedma en un juglar no un inquisidor, un testigo crítico y un protagonista, no una conciencia moral portadora de la verdad. En una excelente entrevista de Federico Campbell con Jaime Gil publicada en 1971, el poeta explica el porqué de sus poemas póstumos: el autor de Compañeros de viaje y Moralidades ha muerto, de la misma manera que los tiempos y las razones han cambiado. Si el poeta encarna en un cuerpo, el paso del tiempo ejerce su sentencia de manera inevitable. “Un cuerpo para un poeta”, parece decir el autor de los Poemas póstumos. Matar al poeta es conjurar el suicidio del hombre y es quedarse callado. Desde la aparición de Poemas póstumos (1968) Jaime Gil de Biedma edita únicamente selecciones o reagrupamientos de su obra. Se ha convertido en el antólogo de un poeta desaparecido. |
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Nota biográfica |
Nació en 1929 en el seno de una familia de la alta burguesía castellana. En 1953 se trasladó a vivir a Oxford, y conoció la poesía inglesa del momento, lo que ejerció una de las influencias más determinantes en su obra. A partir de 1955 trabajó en la empresa de tabacos de su familia. En 1959 publicó Compañeros de viaje, que juntamente con Moralidades (1966) integra la parte más social de su poesía, llena de denuncia política en la que evoca la hipocresía burguesa, la miseria que presidía el sistema capitalista, la opresión del pueblo por la España franquista y la discriminación de la mujer.
En 1965 aparece A favor de Venus, una colección de poemas de amor impregnados de erotismo, y en 1968, por último, publica Poemas póstumos. A partir de entonces Biedma publicará diversos poemas en revistas literarias, así como unas memorias: Diario de un artista seriamente enfermo. En 1974, Biedma padeció una crisis que le lleva a dejar la vida literaria y se recluye en un férreo escepticismo. El determinismo de una sociedad incapaz de cambiar su historia y el conformismo y desencanto que impregna el mundo intelectual de izquierda después de la transición a la democracia le abocaron a la desesperación. Fracasaron sus esfuerzos por sobrevivir a la apatía del conformismo burgués del que no conseguía escapar. Esto le condujo a abandonar prácticamente su producción literaria hasta su muerte por sida en enero de 1990, al lado de su último compañero, el actor Josep Madern. Sus restos fueron incinerados y enterrados en el panteón familiar de Nava de la Asunción (Segovia) donde vivió largas temporadas (incluyendo toda la Guerra Civil) y donde escribió muchos de sus poemas. |
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Compañeros de viaje
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Arte poética Idilio en el café Aunque sea un instante Noches del mes de junio Infancia y confesiones De ahora en adelante Arte poética |
A Vicente Aleixandre
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La nostalgia del sol en los terrados, en el muro color paloma de cemento —sin embargo tan vivido— y el frío repentino que casi sobrecoge. La dulzura, el calor de los labios a solas en medio de la calle familiar igual que un gran salón, donde acudieran multitudes lejanas como seres queridos. Y sobre todo el vértigo del tiempo, el gran boquete abriéndose hacia dentro del alma mientras arriba sobrenadan promesas que desmayan, lo mismo que si espumas. Es sin duda el momento de pensar que el hecho de estar vivo exige algo, acaso heroicidades —o basta, simplemente, alguna humilde cosa común cuya corteza de materia terrestre tratar entre los dedos, con un poco de fe? Palabras, por ejemplo. Palabras de familia gastadas tibiamente. |
Moralidades
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En el nombre de hoy, veintiséis
de abril y mil novecientos cincuenta y nueve, domingo de nubes con sol, a las tres —según sentencia del tiempo— de la tarde en que doy principio a este ejercicio en pronombre primero del singular, indicativo, y asimismo en el nombre del pájaro y de la espuma del almendro, del mundo, en fin, que habitamos, voy a deciros lo que entiendo. Pero antes de ir adelante desde esta página quiero enviar un saludo a mis padres, que no me estarán leyendo. Para ti, que no te nombro, amor mío —y ahora hablo en serio—, para ti, sol de los días y noches, maravilloso gran premio de mi vida, de toda la vida, qué puedo decir, ni qué quieres que escriba a la puerta de estos versos? Finalmente a los amigos, compañeros de viaje, y sobre todos ellos a vosotros, Carlos, Ángel, Alfonso y Pepe, Gabriel y Gabriel, Pepe (Caballero) y a mi sobrino Miguel, Joseagustín y Blas de Otero, a vosotros pecadores como yo, que me avergüenzo de los palos que no me han dado, señoritos de nacimiento por mala conciencia escritores de poesía social, dedico también un recuerdo, y a la afición en general. |
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Poemas póstumos
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Contra Jaime Gil de Biedma
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De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso, dejar atrás un sótano más negro que mi reputación —y ya es decir—, poner visillos blancos y tomar criada, renunciar a la vida de bohemio, si vienes luego tú pelmazo, embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes, zángano de colmena, inútil, cacaseno, con tus manos lavadas, a comer en mi plato y a ensuciar la casa? Te acompañan las barras de los bares últimos de la noche, los chulos, las floristas, las calles muertas de la madrugada y los ascensores de luz amarilla cuando llegas, borracho, y te paras a verte en el espejo la cara destruida, con ojos todavía violentos que no quieres cerrar. Y si te increpo, te ríes, me recuerdas el pasado y dices que envejezco. Podría recordarte que ya no tienes gracia. Que tu estilo casual y que tu desenfado resultan truculentos cuando se tienen más de treinta años, y que tu encantadora sonrisa de muchacho soñoliento —seguro de gustar— es un resto penoso, un intento patético. Mientras que tú me miras con tus ojos de verdadero huérfano, y me lloras y me prometes ya no hacerlo. Si no fueses tan puta! Y si yo no supiese, hace ya tiempo, que tú eres fuerte cuando yo soy débil y que eres débil cuando me enfurezco... De tus regresos guardo una impresión confusa de pánico, de pena y descontento, y la desesperanza y la impaciencia y el resentimiento de volver a sufrir, otra vez más, la humillación imperdonable de la excesiva intimidad. A duras penas te llevaré a la cama, como quien va al infierno para dormir contigo. Muriendo a cada paso de impotencia, tropezando con muebles a tientas, cruzaremos el piso torpemente abrazados, vacilando de alcohol y de sollozos reprimidos, Oh innoble servidumbre de amar seres humanos y la más innoble que es amarse a sí mismo! |