Nota introductoria
Bajo el doble influjo del realismo literario latinoamericano y la tradición oral de Chiapas, Eraclio Zepeda (Tuxtla Gutiérrez, 1937) escribió, a los cincuenta años, un breve número de cuentos. Admirativo lector de Horacio Quiroga, Ciro Alegría, Juan Rulfo y Onelio Jorge Cardoso, con el tiempo aprendió de los cuenteros de su estado que un cuento debe repetirse y depurarse en la boca antes de merecer el papel. Después de un libro juvenil que muchos de nuestros cuentistas no han logrado escribir en años de madurez, aguardó pacientemente el tiempo de publicar más. Éstos son, hasta hoy, sus títulos de narrativa: Benzulul (1959), Trejito (1967), Asalto nocturno (1975) y Andando el tiempo (1982), su antología personal.1 Benzulul sigue siendo su mejor libro y, a un tiempo, es un libro clásico. La geografía y los hombres del campo de Chiapas son el escenario y los personajes de sus ocho ficciones de bien calculada intensidad dramática y tono idéntico. En la mayoría de ellas aparece el tema trágico por excelencia: la duda humana ante el destino. Asimismo, las más patéticas situaciones imaginables: la destrucción y la muerte. Los personajes de Eraclio Zepeda no son fatalistas porque entienden posible la escapatoria al destino; sí su creador —al menos en este libro—, porque les reserva fines terribles y demuestra lo inevitable de la suerte. Los espíritus de la tierra aplacan la voluntad del hombre; sólo después de la lucha a éste le cabe la resignación. Mundo regido por el animismo, el pensamiento mágico, el concierto de símbolos de la naturaleza y la justicia personal, éste de Chiapas y de Eraclio Zepeda. Frente a tales identidades, Zepeda salva la monotonía gracias a su notable capacidad inventiva y a la importancia que da a la anécdota. No menor es la que priva en su ejercicio de la lengua y la narración. Benzulul corona a nuestra literatura ruralista con un coloquialismo creado, no transcrito. Con Rulfo, los escritores de los años cincuenta entendieron que aun el lenguaje del pueblo exige en el papel, para ser verdadero, oído poético. Los cuentos de Benzulul pertenecen a esa época clásica que abrió la puerta de la modernidad. Si Benzulul está en el umbral, Asalto nocturno reúne quince años después los primeros cuentos modernos de Eraclio Zepeda. El cambio experimentado por Zepeda de un libro a otro puede ser también el de la narrativa mexicana de los últimos años. Frente al universo armónico, ordenado y hasta mecánico del campo, la dispersión de la actualidad: cosmopolitismo, fusión de realismo y simbolismo, humor, variedad formal y temática, disparidad de personajes, impersonalidad. Los cuentos de Asalto nocturno son ecos de los viajes de Eraclio Zepeda y de su necesidad de viajar también literariamente. Esto explica que se interesara por personajes extranjeros, a quienes mira a la vez con humor y melancolía. Los ingleses en China de “La señora O’Connor” y la rusa en Cuba de “Lidia Petrovna” son personajes inusuales en la narrativa mexicana y, hasta cierto punto, lejanos. No los de “El caballito” o “Asalto nocturno”, cuyos acentos urbanos son característicos de la literatura reciente. Las otras historias dibujan puertos caprichosos y espacios alegóricos donde Zepeda rompe con el realismo directo y la seriedad de tratamiento. Asalto nocturno obtuvo el Premio Nacional de Cuento en 1974. De los diez cuentos publicados en Andando el tiempo, cuatro proceden de Benzulul y tres de Asalto nocturno. Los tres nuevos cuentos están más cerca del primer libro que del segundo. La permanencia en Eraclio Zepeda de la voz y la fantasía populares es visible, más allá de eventuales incursiones en otros mundos. Quienes han escuchado sus numerosos cuentos orales, inexplicablemente no escritos a la fecha, saben que ese sabor popular es su gran característica. En sus nuevos cuentos populares Zepeda ensaya un efecto que también le pertenece: el humor. Con frases directas y elementales, enriquecidas con giros coloquiales creados y oídos, sus páginas nos descubren con deliberada ingenuidad las más bellas historias. Como el cubano Onelio Jorge Cardoso, Eraclio Zepeda es un narrador al servicio de nuestra hambre de imaginación. Referir hechos insólitos y sorprendentes es su principal tarea. Ello lo sitúa entre los escritores de hoy que, ante excesos formales vanguardistas, han vindicado la anécdota y recuperado el papel esencialmente recreativo de la literatura. Una idea de esta orientación quiere procurar la presente selección de sus relatos. Destaco en ella al Zepeda de agudo sentido poético y despierto amor a los hechos del pueblo. “Patrocinio Tipá” y “No se asombre, sargento”, de Benzulul, pertenecen a la gran literatura: en ellos descubre el lector distintas soluciones humanas al drama de la fatalidad. La primera historia sorprende por su hábil condensación de hechos; la segunda, por su justa filosofía. “De la marimba al son” es una serie de episodios, mezcla de crónica, historia y fantasía, cuya protagonista es “la invención de todo un pueblo para construir un instrumento, su instrumento”. Último relato de Andando el tiempo, marca el retorno de Eraclio Zepeda a fuentes populares de las que ha sabido extraer sus mejores páginas.
Jorge von Ziegler
1 Otro Eraclio Zepeda es el poeta. Con Jaime Labastida, Jaime Augusto Shelley, Óscar Oliva y Juan Bañuelos, formó el grupo “La espiga amotinada” en 1957. Ha publicado Los soles de la noche (en La espiga amotinada, 1960), Ásela (1962), Elegía a Rubén Jaramillo (1962), Compañía de combate (1963) y Relación de travesía (en Ocupación de la palabra, 1965). Eraclio Zepeda ha alternado la creación literaria con otras tareas: profesor en México, Cuba, la Unión Soviética, China y los Estados Unidos; actor y comentarista de radio y televisión; representante del Partido Socialista Unificado de México en la Cámara de Diputados.
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