Mujeres de Francia
A la señorita Jacqueline Cahour
Mujeres de Francia, y vosotras hijas de Francia ¡Dejad que os cante! Que sean para vosotras las notas claras del sorong.
Aceptadlas aunque sea bárbaro el ritmo, disonante los acordes Como la leche y el pan moreno del campesino, puros en sus manos torpes y callosas. ¡Oh, vosotras, bellos árboles erectos de pie bajo los cañones y las bombas! Sólo brazos de los días de postración, de los días de desesperado pánico, Vosotras, orgullosas torres y orgullosos campanarios bajo la arrogancia del sol de junio; Vosotras, claro eco al grito del Galo de la Galia. Vuestras cartas han mecido las noches de prisionero con palabas diáfanas y sedosas como alas, De palabras dulces como un seno de mujer, cantarinas como un ruiseñor de abril. Pequeñas burguesas y campesinas, por ellos solos no fuisteis avaras. Por ellos os atrevisteis a desafiar la afrenta de la Hiena, la afrenta más mortal que las balas. Y sus frentes duras por vosotras solas se abrieron, y sus palabras simples por vosotras solas Eran claras como sus negros ojos y la transparencia del agua. Solas entendéis este latido del corazón semejante a un tam-tam lejano. Y hay que apoyar su oreja a la tierra y descender de su caballo. Por ello fuisteis madres, por ellos fuisteis hermanas. Llamas de Francia y flores de Francia, ¡benditas seáis!
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