Poesía se está defuera: Poesía es una quimera Que oye ya a la vez y al dios. Poesía no dice nada: Poesía se está callada, Escuchando su propia voz. Como se va vida, O como crece pelo de cadáver, Estás tú, piedra eviternísima, piedra ilusa, Entre las cosas reales. Eternidad haraposa, Firmeza sin edades, Y un cordero de debajo que bebe el agua, Y los cielos infinitos y con hambre... Todo lo humano lo vi en ti, Bestia mía y lejana, abiertas las fauces... Todo el acto cumplido, Y acesante... Para cuando te estés muerto todavía, Yo Mismo, aún eres la Muerte. Eres yo mismo alguna vez Entre las veces, Entre las cosas, Entre los quiénes... Pero tú, piedra enquistada, ¿Quién eres? ¿A qué voy en soledad? ¿A quién soy entre los seres? ¿A qué tiempo, a qué futuro Iré con mis pies y mis desdenes Y con mis piedras recónditas, Yo mismo, nube de mí mismo, celeste? La Desesperación es una playa, Sábelo, recóndita, alta piedra. La Desesperación está contigo Como tu piel o la miel de la abeja. La Desesperación es un cielo O una hembra o una piedra o una yedra. La Desesperación no tiene otro Límite que tu invocarla a ciegas. La Desesperación está delante De ti ahora: ahora es nueva, Con sus monstruos invisibles de siempre Y sus abiseles de fuera; Con sus demonios de debajo, verdes, Y con su cumbre, desierta. Entre oleaje de roca, a ti llegué, Muerto y vivo, con mortaja de yerba. Y las necesidades y las luces, De las que no te acuerdas; Y las libertades emparedadas Sobre las yerbas, Que no atinan a irse en cualquier espacio, Tu finito absurdo de almas circunflejas; Y el ser que nunca será todavía; Y el jamás, incorporado, de antes y después, que aceza; Y los puntos y las comas, Y los cielos y las aguas y las piedras... Sí, tú eres tú mismo, Yo alguno, yo cualquiera...
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