La máscara desnuda
(Danza mexicana en cinco tiempos) |
Tiempo primero Tiempo segundo Tiempo tercero Brindis intermedio Tiempo cuarto Sin tiempo Tiempo quinto |
Tiempo primero |
Apareces de golpe dentro de mí, dorada por un oro manchado de musgo verdinegro. Ola petrificada del agua de la vida creciendo y apretando la sal del esqueleto. En lo más entrañable de mi ser ejecutas las invisibles líneas del rostro verdadero, entregando al proyecto sin límite del polvo las columnas del vuelo. ¡Qué perfecta y antigua simetría, qué congelada actividad te anuncia, qué inerte dimensión te identifica! Comprendo la serpiente vertebral de la danza prisionera en el eje de su reino vacío, la angustia del compacto poder con que se anuda a su tallo, la ausencia dura del equilibrio. Conozco las antenas amarillas, la textura del hielo, los inocentes labios de la sangre remansando a la orilla del cabello, y los interminables corredores azules por donde se desliza, calladamente, ESO que comienza entre el sueño y la simiente. He tocado los altos escalones de niebla que presiden la noche de tu templo iracundo, he escuchado el molino que mastica el silencio que es como alimentarse la muerte de sí misma, he alcanzado tu frente coronada de cráneos bajo el signo desierto de un abrazo de piedra. Veo tu dentadura, tu mordedura fácil: la máscara desnuda de una risa de huesos. |
Tiempo segundo |
Tú me ofreciste un punto de eternidad. ¿Qué nombre me dijiste que tiene? Lo he perdido... Era la imagen de algo inhabitable: alas de humo, paraíso inmóvil y una ecuación de miserable olvido. ¿Quién te dio el atributo del invierno? ¿Quién conduce tu siega laboriosa y prepara un latido en cada hueso? ¿Qué desolado amor al "Yo" te nombra como un castigo, un límite o un cielo? Porque en tu larga mano que mide las raíces habita una semilla de tactos estelares, un útero infinito que repite la vida en las arquitecturas del sueño y la armonía. Porque en la superficie hay un hijo que crece, un árbol que culmina, una palabra nueva y solidaria un testamento activo, una noticia para la libertad y la belleza. |
Tiempo tercero |
Ya está dormido el sueño en tu frente perfecta, ya se unieron el ángel de espuma y el de fuego, ya tu contorno firme se llena de oquedades y en tus ojos anidan astillas de tiniebla. Ascienden tus cabellos en oleada nocturna, han herido tu nombre los pistilos del frío, el derrumbe se filtra por los poros del agua y te abre su secreto la tierra de cristales. Eres ahora una bandera sin viento, una pasión que abandonó la forma: gérmenes y cuchillos y deseos... ¡alimento de todo lo que vive y devora! Antes era el paisaje rodando en tu pupila. Hoy tu ser es camino rodando en el planeta. Ahí, donde es lo mismo decir flor que lucero, océano que principio, sexo que primavera. Ahí estás, donde vive lo que muere, donde el espejo mudo del "¿para qué?" se quiebra. Nació contigo, coronó tu infancia y es el fruto gemelo de tu vida. Lleva el nombre de todo lo que amas y el reflejo del polvo que te sueña. Has llegado a la sombra. Ya navegas el eco irreversible. ¡Testimonio sin voz, labio implacable! Un silencio de piedra nos declara que la muerte es la espalda del misterio y el amor, su sonrisa irreparable. |
Brindis intermedio |
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Tiempo cuarto |
Cuando la sed congregue racimos de colores en el fondo del tacto sumergidos, ecos de amanecer y madreselva en diminutas bocas del rocío. Y cuando el corazón, entre sus redes, me recoja los pasos esparcidos y quede solamente una palabra —la palabra de muerte que me diste, esa labrada perla que conserva mi mano, esa lágrima dura que en tu mano es decir el infinito— todo lo abarcaré, lo seré todo en espacio sin tiempo y sin delirio: encontraré la luz frente por frente, contemplaré los ojos del principio, daré vuelta completa al imposible y en el Todo... seré Uno contigo. |
Sin tiempo |
En la mirada ciega del amor me miraste descubriendo los ojos de la vida. Y supe que nací por conocerte y unificarme en ti, Desconocida. |
Tiempo quinto |
Yo vestiré mi muerte de amarillo con camisa de sal y ojos de uva, adornaré su pie de cascabeles y la coronaré de nomeolvides. Aquí, sobre tu trono de oropeles y tu manto de larvas y lamentos: ¡Mira a la Vida, mírala de frente! Calavera de azúcar, di: ¿Quién eres? Quiero el sudario de papel de China, el cadáver del sol hecho pedazos, un adiós con los pétalos de fuego y un ídolo de piedra entre los brazos. |