Nota introductoria
Howard Phillips Lovecraft (1890-1939) resume, toda la inquietud de una época en su literatura. Al afirmar que “la belleza serena y duradera sólo se encuentra en los sueños” se convierte en el sacerdote de una religión prevista por Lord Dunsany que desembocará en las visiones de pesadilla de ese culto a lo numinoso que tantos seguidores posee en la actualidad: Los mitos de Cthulhu. Traduzco a continuación tres cuentos de su primera época, la misma en que fue escrita The Dream Quest of Unknown Kadath; cuando en su solitaria juventud, en Providence, gustaba —únicamente— de los paseos por el bosque y la lectura de los libros heredados de su abuelo. Los tres relatos embonan con exactitud: en todos ellos se rechaza categóricamente a la vigilia y se la sustituye por los paraísos del sueño. Al mismo tiempo la recurrencia a temas y situaciones míticas (la edad dorada, la continua alusión a dioses vigilantes y poderosos) hacen de Polaris, Celephais y El barco blanco historias paganas, iniciáticas, donde el hombre —como claramente se ilustra en El barco blanco— sigue siendo un hijo bastardo de los dioses que debe buscar su acceso al paraíso de cualquier manera —como hace Kuranes—; aunque su posibilidad de ser derrotado resulta casi inminente —Elton, Kuranes— mientras haya un retorno posible hacia la realidad, a la vigilia. Muy popular es Lovecraft en la actualidad. Se consiguen fácilmente traducciones de sus textos. Sin embargo el gusto por su prosa, por su adjetivación, se recupera pocas veces en las versiones que conozco. No es éste sino un sencillo homenaje a la memoria de H.P. Lovecraft a través de tres historias poco conocidas en castellano.
BERNARDO RUIZ
Azcapotzalco, D.F., 12 de Octubre de 1979
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